miércoles, 4 de junio de 2014

FERNANDO OCHOA ANTICH, EL CURIOSO GOLPE DE ESTADO DE MADURO

Las irresponsables declaraciones ofrecidas por Nicolás Maduro, denunciando un supuesto golpe de Estado, no impactaron a nadie.  

La posterior intervención del alcalde Jorge Rodríguez, en la reunión del Alto Mando Político de la Revolución, produjo aún mayor incredulidad. 


Para colmo, se atrevió a señalar que la oposición venezolana estaría planificando un supuesto magnicidio contactando "a mercenarios provenientes de Europa Oriental y del Medio Oriente". 

Una verdadera película de James Bond durante los tiempos de la Guerra Fría. Le faltaba un ingrediente: la conspiración del Imperio. Vincular al embajador norteamericano en Colombia, Kevin Whitaker, en un supuesto plan de desestabilización del gobierno venezolano, y señalar su estrecha relación con algunos dirigentes de la oposición: María Corina Machado, Henrique Salas Römer, Diego Arria, Gustavo Tarre Briceño y Pedro Mario Burelli, permitía terminar el montaje del espectáculo.

Eso sí, cometen un sorprendente error: no darse cuenta que los venezolanos ya no creen en sus mentiras. No logran percibir  la gran diferencia que existe entre Cuba y Venezuela. No puede ser lo mismo un país que vive en medio de una feroz dictadura comunista de más de cincuenta años de duración y una sociedad acostumbrada al ejercicio democrático y libertario. Ese es justamente el problema que enfrenta el gobierno de Maduro. Los organismos de inteligencia cubanos no entienden lo que ocurre en nuestro país. De allí que se imaginen montajes como el que estamos viendo. Sería muy conveniente que Nicolás Maduro se dedicara a estudiar nuestro proceso histórico y analizara con detalle las permanentes crisis militares que siempre han marcado nuestro devenir como país.  En las insurrecciones militares venezolanas, siempre se han repetido como una constante un conjunto de factores que provocan los golpes de Estado.

En lugar de estar inventando tonterías, lo que debería hacer es darse cuenta de los graves errores que ha cometido desde que se encargó de la presidencia de la República. En medio de esta realidad política, no es difícil que surjan las suficientes razones para que pueda producirse un proceso de desestabilización que termine en un golpe de Estado. En una discusión, en medio de una conferencia, con mi amigo Tulio Hernández  se me ocurrió una frase que ha sido muy utilizada por muchos articulistas: me refiero a la división que yo hice entre "golpes malos y golpes buenos". Ponía de ejemplo tres insurrecciones militares exitosas: el 18 de octubre de 1945, el 24 de noviembre de 1948 y el 23 de enero de 1958. Dos golpes malos que interrumpieron gobiernos constitucionales y un golpe bueno que derrocó a un gobierno dictatorial y estableció un régimen democrático que, con aciertos y errores, se prolongó por cuarenta años.

Justamente, al discutir sobre el tema de los golpes de Estado en Venezuela con un compañero de  armas y de peña me hizo ver, con gran inteligencia mi error en la discusión que había tenido con Tulio Hernández. Definitivamente, no existen golpes buenos, todos son malos, al derrocar un gobierno constitucional. Lo que ocurre es que hay veces, un buen ejemplo es la intervención militar contra Marcos Pérez Jiménez el 1 y el 23 de enero de 1958, en que un gobierno al irrespetar flagrantemente la Constitución Nacional se hace ilegítimo. En ese caso, la Fuerza Armada tiene la obligación de intervenir militarmente para restablecer su vigencia. Marcos Pérez Jiménez, había sido designado ilegalmente como presidente provisional después de desconocer el resultado electoral del 2 de diciembre de 1952. Para colmo, en diciembre de 1957 violó, de nuevo, la Constitución Nacional al no llamar a elecciones y establecer un sistema plebiscitario para continuar en el poder.

Nicolás Maduro, en lugar de estar inventando golpes de Estado y atentados en su contra, lo que debería es dedicarse a reflexionar serenamente las circunstancias que rodearon su acceso al poder. Una importante mayoría de venezolanos tiene justificadas dudas sobre la legitimidad del proceso que lo condujo al poder. No es sólo un problema de votos, de por si importante, sino el permanente irrespeto que se hizo de varios artículos de la Constitución Nacional vigente, acompañado, además, de un permanente abuso de poder. Tampoco se puede olvidar el problema de la nacionalidad. Es un tema permanente de discusión pública. Estas circunstancias tan delicadas se han visto agravadas por la muy compleja situación que enfrenta su gobierno. Si Maduro se dedicara a analizar las últimas encuestas debería convencerse de la imperiosa necesidad de encontrarle una solución política a la crisis. De no hacerlo, será el responsable de un doloroso enfrentamiento nacional.

Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich

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