La
ruptura de las relaciones personales entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos se
produjo al decidir el nuevo gobierno iniciar unas conversaciones de paz con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
y mejorar las relaciones
diplomáticas con el gobierno de Hugo Chávez, sin considerar que estas
dos acciones comprometían totalmente la política militar del gobierno de Uribe,
de la cual Santos había sido factor fundamental como ministro de la Defensa.
COLOMBIA, UNA PAZ SIN DESTINO |
Estas dos tan delicadas decisiones fueron tomadas con absoluta premeditación
por el presidente Santos, apenas inició su gobierno, con la clara finalidad de
provocar una inmediata y fuerte reacción del
ex presidente Uribe ante una acción de tal deslealtad que tenía que
conducir a un fuerte enfrentamiento político de consecuencias no previsibles en
ese momento
Estoy
convencido que Juan Manuel Santos no valoró la capacidad de reacción de su
antecesor, creyendo que la imposibilidad constitucional de regresar al poder lo
transformaría en un adversario fácil de derrotar. Los hechos le han demostrado
que estaba equivocado. No sólo fue capaz de reconstituir un nuevo partido
político, el Centro Democrático, sino que reconquistó a sus antiguos seguidores
del partido de la U. La mayor sorpresa han sido las recientes elecciones
presidenciales: el candidato de su partido, Oscar Iván Zuluaga, alcanzó 29,25 %
frente a un lejano 25,69 % del presidente Santos. Es verdad, que las segundas
vueltas son impredecibles. No es fácil de determinar quien triunfará el 15 de
junio, pero de lo que si estoy seguro es que si el ganador fuera el presidente
Santos se tendría que enfrentar a un
cada día más fortalecido uribismo.
Justamente,
de inmediato surgirían dos importantes banderas para enfrentar a Santos. La
primera, dirigida a impedir que las conversaciones de paz logren transformarse
en una realidad. La tesis expuesta por Oscar Iván Zuluaga al ratificar que el
proceso de paz en la Habana: “puede estar minando tres componentes: la
justicia, las instituciones y los valores democráticos. Si la paz negociada
atenta contra la justicia es una paz que no va a generar condiciones porque va
a crear precedentes equivocados; si es una paz que debilita las instituciones
es una paz que no le sirve al país; si es una paz que compromete los valores
democráticos no es posible aceptarla. El tema de la obsesión de negociar una
paz a cualquier precio puede terminar desbordando estos tres factores”… Estas
ideas han penetrado con gran fuerza en la consciencia de los colombianos.
La
segunda gran bandera buscaría criticar fuertemente la orientación que
mantendría las relaciones con el gobierno de Venezuela. El uribismo, de
inmediato, acusaría a Juan Manuel Santos de ser cómplice de un régimen
antidemocrático y violador de los derechos humanos. Sería tal la fuerza de sus
argumentos que difícilmente sería capaz el gobierno de Santos de mantener el
silencio que ha venido guardando desde que empezaron las protestas en
Venezuela. De todas maneras, soy de los que creo que las elecciones del 15 de
junio mantendrán la misma orientación electoral de la primera vuelta. Oscar
Iván Zuluaga, volverá a ser la gran sorpresa… Es verdad que el presidente
Santos ha utilizado, hasta el cansancio, la bandera de la paz, pero los
colombianos, desde hace mucho tiempo, no aceptan las mentiras de las FARC. Conocen,
perfectamente, que esas conversaciones terminarán en una paz sin destino…
Fernando
Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich.
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