domingo, 1 de junio de 2014

FERNANDO FACCHIN B., GOBERNABILIDAD EN CRISIS

“Al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades.”Felipe González.
La gobernabilidad es un tema neurálgico dentro del debate político y debe ser motivo de interés actual en los espacios de discusión, siendo como es, una variable política que incide directamente en la toma de decisiones y respeto al Estado de derecho y de la cultura política. Gobernabilidad debe entenderse como la capacidad de una clase política para conducir un país dentro del marco de los valores y prácticas democráticas, construir consenso, manejar y resolver eficazmente los problemas socioeconómicos y los desafíos que enfrenta la sociedad, todo en aras de una sociedad cada vez más libre, justa, segura y próspera.

El “madurismo”, contrario a los principios básicos de la gobernabilidad, tiene como slogan el principio maquiavélico que sostiene: 

“El fin justifica los medios, el imperio de la fuerza del poder, la negación de la moral y del derecho, la razón de estado contra cualquier otra consideración ética como política de Estado” .

Cuando falla la capacidad intelectual y la cultura política de los gobernantes, entramos en la llamada crisis de gobernabilidad, paso previo al caos político, social y económico, la crisis se presenta cuando hay sobrecarga de demandas y crisis fiscal, erosión y desgaste en la autoridad, inversión de los valores éticos, falta de racionalidad en la dirigencia gobernante; en definitiva, la crisis de gobernabilidad es un desequilibrio entre la oferta gubernamental y la demanda social y política, es claro que la crisis se manifiesta por el derrumbamiento político y moral de un régimen en caída libre ante la ineficacia e ineficiencia política, lo que produce un desmoronamiento político y moral producto de un equivocado ejercicio gubernamental signado por una especie de oscuros mandamientos de conducta como lo son la soberbia, la autocracia, la exclusión, la corrupción, el maquiavelismo, la perfidia, el cinismo, la indolencia y la impunidad, a su vez, hay en el “madurismo” miedo, impotencia, infelicidad, indignación y aflicción por la certeza de encontrarse definitivamente perdidos, no cuentan con el respaldo social necesario para mantenerse en el poder y ello no garantiza la adopción de políticas públicas coherentes.

La gobernabilidad requiere de componentes democráticos hoy inexistentes en nuestro país, como son la justicia, la tolerancia, el pluralismo, la solidaridad, la transparencia, la probidad, la rendición de cuentas, la competencia leal, la confianza mutua, el respeto a los derechos ajenos, a las leyes y a las reglas de juego, el diálogo político sincero, la negociación, el consenso y la solución pacífica y cívica de los conflictos sociopolíticos. El “madurismo” por su parte erige como bandera de su gestión, los antivalores, los antidemocráticos como es la demagogia, la intimidación, el cinismo, la desconfianza, el individualismo, la intolerancia, la intransigencia, la corrupción, la impunidad, la arbitrariedad, la prebenda, la competencia desleal, la violación a los derechos humanos, la represión, el fraude, la violencia, el irrespeto a las leyes, la mendacidad, la artimaña, el nefasto contubernio castrista y la patética insensibilidad social.

Venezuela requiere de un liderazgo con aptitudes de estadista para la conducción y el manejo eficaz  de los grandes desafíos políticos, sociales y económicos que debemos enfrentar. Los venezolanos tenemos la capacidad de construir una gobernabilidad democrática digna de nuestro gentilicio y acabar con ese remedo de gobernabilidad que estamos padeciendo, donde prevalecen los antivalores ya señalados, donde la dirigencia es mediocre, razón por la cual predomina la inestabilidad política, social, económica y jurídica. El “madurismo” se encuentra en el punto máximo del desequilibrio político y mental a causa de las elecciones del domingo 25; su ambición de poder se desvanece, razón por la cual la gobernabilidad está en crisis y el país al borde de desembocar en una ingobernabilidad total por faltar a la ética de las responsabilidades.

Fernando Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin

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