jueves, 19 de junio de 2014

CARLOS E. AGUILERA A., EL MAQUIAVELISMO CHAVISTA

Para muchos Maquiavelo fue precursor del trabajo de los analistas políticos y columnistas de nuestros días. En todo caso, distintos textos del pensador arrojan luces y sombras sobre la coherencia interna de su obra, de tal manera que el florentino en carta dirigida a Francesco Guicciardini en mayo de 1521, llega a afirmar irónicamente que:
 “desde hace tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”
¿Por qué esta premisa? Pues porque justamente eso es lo que a diario observamos desde hace 15 años, primero con el extinto hijo de Barinas y ahora con su hijo putatito y heredero, Nicolás Maduro, que arropados en una falsa revolución que la denominaron Socialista del Siglo XXI”, han convertido al país en una hacienda y no pública precisamente, sino exclusivamente privada, para hacer lo que les viene en gana, sin controles de gestión ni rendición de cuentas ante organismo alguno. 

Una PDVSA devenida en una empresa comercializadora de productos, alimentos y artículos de toda naturaleza y un BCV que no rinde cuentas como lo exige la ley, por citar solo estos dos casos, que desnuda las impudicias de quienes detentan el poder. 

No hay día en que el pueblo venezolano no despierte con la revelación de las más inverosímiles situaciones a las que nos tiene acostumbrado este régimen, ni se acueste sin conocimiento de otro. Diariamente este columnista inquiere en su memoria bajo la rigurosa y torturante interrogación:  ¿por qué? ¿por qué? Y es que la capacidad de asombro se queda corta cuando buscamos respuesta a tanto desafuero, desgobierno, mediocridad y burla, que perpetran Maduro y sus áulicos cortesanos, que sin falso rubor aplauden el histrionismo del dueño del circo.

Para estos hombres y mujeres enquistados en el poder, que no padecen la crisis económica que asola a la mayoría de la población, inmersa en la más desgarradora situación que pudiese haberse imaginado, no pasa de ser sino una coyuntura propia del cambio que requiere la mal llamada revolución bolivariana.

Esta respuesta refleja la incapacidad de quienes nos gobiernan (¿), además de que ellos saben lo que hacen, pues es parte del plan. No quepa duda que El Príncipe de Maquiavelo ha sido almohada de los “líderes” de la susodicha revolución pues literalmente siguen el precepto: “Si un príncipe se quiere mantener en el poder ha de aprender a no ser bueno”; es decir, hay que ser malo. Desgraciadamente entienden malo como ineficiente, ignorando que malo en el dogma político es ser eficiente, o sea bueno en la praxis

Conclusión válida: Maduro y los llamados líderes del PSUV se comportan con el temor natural del chimpancé frente a los gorilas. Hay que ser malo y asustar al enemigo. Lo que sí es malo (de vagos) es que ignoran al Maquiavelo republicano (Discursos), el que afirma que los hombres son malos por naturaleza y que las leyes los hacen buenos, por lo que desconocen que al violar las leyes del Estado no está siendo malo en el concepto monárquico, sino despreciable y perjuro ante los ojos de la República.

Probablemente la razón de Estado que interpretan quienes manejan los hilos del poder, se encuentre en la fábula “Vicios privados, beneficios públicos” (B Mandeville), sátira en la cual la sociedad prospera por los vicios de sus miembros, es decir, que les permita garantizar prosperidad y se desgobierne para que los reyezuelos de la corrupción se ahoguen en sus propios vicios y glotonerías y, así, prospere todo el pueblo (?). Chávez, para disimular esta conseja, solía con recurrente frecuencia repetir en sus monótonos y cansones discursos, que a diario realizaba -  en muchas ocasiones en cadena por televisión y emisoras públicas – aquella frase que el vulgo tomó como cháchara y repetía jocosamente: “Ser rico es malo”.

Creo que la explicación radica en los conceptos prusianos (Hitler y Stalin sus máximos representantes), de que la soberanía no reside en el pueblo sino en el más fuerte: el derecho (o sea el poder) es el predominio de la omnímoda y caprichosa voluntad del gobernante. La alianza con lo imposible presagia un Estado corporativista-fascista, fácil de deducir de las demostraciones que a lo largo de estos quince años, el pueblo ha podido constatar en carne propia. Las huellas llevan a alianzas y financiamientos (con China una de ellas, alcanza la voluminosa deuda de 65 mil  millones de dólares) con obscuras intenciones por parte de quienes nos quieren vender las bondades foráneas de un  pueblo, que subsiste bajo las más precarias condiciones como el cubano.

En los Estados democráticos de derecho los militares en servicio activo son ciudadanos sometidos, aún en tiempo de guerra, al poder civil (Truman despidió a MacArthur en plena guerra de Corea); pero, en nuestro país, donde la arbitrariedad es ley suprema, hasta los ex militares  se creen grandes cacaos sin charreteras  - con honradas excepciones - gracias a que aseguraron leyes discriminatorias que los segregan de la civilidad y, en la práctica, a algunos los convierten en quinta columna del fascismo que practican.

No, lo que hacen no lo hacen por ignorancia; al contrario, lo hacen con pleno conocimiento de que es un enfrentamiento táctico que permite subvertir el orden. Y en la anarquía, pescar en río revuelto es lograr el fin estratégico para captar el poder absoluto, porque este fue el camino que llevó a la humanidad al infierno nazi-comunista de Hitler y Stalin.

Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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