Jorge
Giordani es un viejo comunista que hasta hace pocas fechas fue el Ministro de
Planificación y Finanzas del chavismo, primero con Hugo Chávez y luego con
Nicolás Maduro. Tiene fama de haber sido un funcionario honrado en un gobierno
en el que abundan los rateros.
Nadie,
sin embargo, ha acusado a Giordani de ser competente. Sería una peligrosa
temeridad. No se metía la plata de los demás en el bolsillo. Lo que hacía era
destruirla en esa trituradora implacable de riqueza que es la ideología
marxista. Es uno de los responsables del hundimiento económico del país. Cuando
llegó al poder había seis millones y medio de pobres. Cuando lo dejó, hace unos
días, la cifra había aumentado a más de nueve.
Giordani
se despidió del cargo con una larga carta en la que culpa a los demás del
desastre económico venezolano. Sus culpables son el irresponsable gasto
público, la corrupción, PDVSA y el pobre Nicolás Maduro, quien supuestamente ha
traicionado al socialismo y al legado inmarcesible de Hugo Chávez.
(Inmarcesible, Nicolás, quiere decir que no se marchita. Y marchita no es una
marcha pequeña de estudiantes indignados, sino un verbo que procede del latín).
El
ingeniero Giordani no es capaz de advertir que el error intelectual está en el
presupuesto ideológico. Cuando se debilitan los derechos de propiedad y las
decisiones económicas las toman los funcionarios; cuando se potencia la
aparición del estado-empresario y se estatiza el aparato productivo; cuando se
eliminan las principales libertades porque la crítica se convierte en traición
a la patria; inevitablemente surge la escasez, se deteriora progresivamente el
entorno físico por falta de mantenimiento, y comienza un acelerado proceso de
empobrecimiento colectivo que no tiene fin ni alivio. Mañana siempre será peor
que hoy.
Mientras
los venezolanos leían la carta de Giordani, los cubanos, asombrados, repasaban
otra misiva escrita por el comunista, escritor y exembajador Rolando López del
Amo, jubilado en La Habana tras haber ocupado diversos cargos de primer rango
en la diplomacia castrista. El texto puede localizarse en Internet, donde
circula profusamente..
El
señor López del Amo tiene una explicación parcialmente diferente a la de
Giordani. Supone que el responsable del desastre cubano es el burocratismo, ese
enmarañado ejército de funcionarios indolentes que no deja que el país avance.
Como es una persona seria, no culpa al embargo norteamericano, ni a la sequía,
ni a los ciclones, porque el país no padece hace tiempo estos fenómenos
naturales. Cree que el mal está en otra parte: es la malvada gente que
entorpece la marcha gloriosa del socialismo.
Termina
su carta con un conmovedor llamado a sus camaradas: “Estamos en el año 56 de
nuestra experiencia revolucionaria y no
podemos continuar cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas
justificaciones. Se impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras
y de personas para lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y
sostenible”.
¡Madre
mía! Estamos ante un comunista inaccesible al desaliento. ¡Qué gente más dura
de molleras! Cincuenta y seis años de fracasos continuados y barbarie, de
“oprobio y bobería”, como Borges decía del peronismo, no le han bastado para
entender que el sistema no sirve para nada en ninguna latitud. Ni con los
laboriosos alemanes o norcoreanos, ni con los muy serios checos y húngaros, y
mucho menos con los caribeños de Cuba o Venezuela.
Es
posible, sin embargo, que Raúl Castro, finalmente, haya comprendido esta
dolorosa verdad. Lo triste es que la educación del hermano de Fidel ha durado más de medio siglo y costado miles
de vidas y la ruina completa de una nación. (Fidel, en cambio, es indiferente a
la realidad y morirá defendiendo las mismas tonterías de siempre). En todo
caso, mientras el embajador López del Amo escribía su carta, el zar de la
economía cubana, un excoronel llamado Marino Murillo, anunciaba que todos los
restaurantes del país serían privatizados.
Es el principio del fin del loco proyecto marxista del colectivismo, pero no de la dictadura. Ahora, poco a poco, sin prisa, pero sin tregua, como le gusta repetir a Raúl Castro, quieren desmantelar el socialismo y gobernar con mano férrea un país pseudo capitalista. Ya no son marxistas. Son, simplemente, una banda autoritaria de gente decidida a mandar a palos. Puros matones.
Carlos
Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
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