No existe ningún problema o tema
importante para el país que el gobierno
rojo tome con la seriedad debida. Siempre trata de salirse con una pirueta de
novillero de feria de pueblo.
TEATRO BUFO CUBANO |
La crisis económica nacional, la más grave de
la que se tenga memoria, es el producto -según su afiebrada visión- de una
quimérica “guerra económica”, como si ese complejísimo mecanismo que constituye
la Economía, formado por millones de operaciones espontáneas que realizan
actores independientes y, a la vez complementarios, pudiese manejarse como un
teatro de marionetas. La inflación, la escasez y el desabastecimiento
-desatados por la errática política de controles de cambio, precios y el cerco
a la propiedad privada- el Gobierno los aborda sin la menor idea de lo que
enseñan el sentido común y la experiencia propia e internacional.
El Diálogo Nacional -que le interesa tanto a
los rojos como a la oposición, porque sin estabilidad política y un clima de
tolerancia que permita recuperar la confianza en el país, resulta imposible
atraer las inversiones que se necesitan para reanimar el aparato productivo,
crecer e incrementar la demanda a partir de la
creación de empleos- lo torpedea con continuas amenazas, descalificaciones
y agresiones. Quienes salen más perjudicados son ellos, que están allí para
gobernar el país. Pero, una concepción mezquina y mediocre de la nación lo ha
llevado a pensar lo contrario: que es la oposición la que se fortalece.
Mientras tanto, el país naufraga gracias a la ineptitud y sectarismo oficial.
El conflicto con los estudiantes se les ha convertido en un problema sin solución. Adoptaron el camino de la represión para someterlos. Cuando parece que la confrontación merma, rebrota con mayor fuerza y con más brutalidad por parte de la Guardia Nacional y de los escuadrones de la muerte. La violencia con la que actuaron contra la Universidad Fermín Toro en Barquisimeto mostró el odio de los resentidos que actúan con impudicia. En este cuadro tan delicado, lo único que se les ocurre decir es que los jóvenes están siendo manipulados por fuerzas oscuras, que se aprovechan de su ingenuidad e ímpetu para conducirlos por el camino de la perdición. Todas babosadas demasiado manidas.
Asesinan a Eliézer Otaiza y la respuesta
inicial consiste en acusar, sin ninguna clase de pruebas, a la oposición.
Inventan un extravagante plan ideado en Miami por un grupo de personas sin
ninguna clase de conexión con las protestas y movilizaciones que durante tres meses
han ocurrido en Venezuela. Develan nombres que el país no conoce, fantasean con
alias como el de “El Aviador”, oscura figura parecida a la Sayona. Luego se
constata que al desafortunado dirigente del PSUV lo masacró una banda de
jóvenes, todos crecidos y formados durante estos últimos quince años, que
operaba con total impunidad en los predios de Baruta. El objetivo: no reconocer
que el drama de la inseguridad personal es apocalíptico y que cualquier
persona, por encumbrada, armada o
conocida que sea, puede ser víctima. Prefieren quedarse con la peregrina tesis
de que la inseguridad es una imagen desvirtuada de la realidad que los medios
de comunicación han proyectado para criticar injustamente al Gobierno.
Las gigantescas dificultades y carencias
nacionales son enfrentadas con el “gobierno de calle”, suerte de loa al
absurdo. Al sinsentido criminal. La gente de la calle lo que está esperando es
que el Ejecutivo dirija. Que se ponga de acuerdo con los gobiernos regionales y
locales para acometer en conjunto los
déficits existentes en todos los planos. El país, especialmente los más pobres,
lo que desea es que el Gobierno diga cómo
vamos salir del fondo en el que el socialismo de siglo XXI nos hundió y
de qué manera recuperaremos el dinamismo que la nación tuvo en el pasado,
cuando nos encontrábamos en la vanguardia de América Latina. El “gobierno de
calle” es como esas pócimas “mágicas” de las que hablaba el gran Gabo y que
solo servían para engatusar a los desprevenidos.
El Gobierno se parece cada vez más a los
creativos de una agencia de publicidad que vive pensando en cómo inventar
consignas que no dicen nada original ni nuevo, pero encandilan porque perdieron
el sentido del ridículo.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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