martes, 6 de mayo de 2014

RYAN MCMAKEN Y RICARDO VALENZUELA, EL AUGE DE LA BUROCRACIA FEDERAL, REFLEXIONES LIBERTARIAS, DESDE ESTADOS UNIDOS

La historia del oeste americano fue el modelo para esculpir el México agrario que naciera producto de la oxidada revolución mexicana. Veamos.
En su historia del oeste americano, Richard White escribe:
"A partir de la década de 1890, el gobierno central dejó de ser una niñera para los futuros estados y un pródigo distribuidor de recursos para los ciudadanos y empresas del país. En su lugar, Washington se convirtió en gestor de las tierras, recursos e, inevitablemente, personas del oeste."
Tras esto estaba la filosofía de que el gobierno federal podía asegurar mejor que los recursos del oeste de EEUU fueran distribuidos y gestionados “eficazmente”. Esta creencia fue el resultado natural de la forzada economía clásica del momento llena de errores, cuyos modelos dependían de supuestos idealizados sobre mercados y competencia que no existían en el oeste no industrializado. En otras palabras, en las mentes de los intelectuales del siglo XIX, la intervención pública era necesaria para crear las condiciones necesarias para la existencia de un capitalismo eficiente. Como había hecho con los ferrocarriles, el gobierno federal actuaría para asegurar la competencia y la eficacia en los nuevos mercados de la frontera.
En 1903, la Comisión de Terrenos Públicos de Theodore Roosevelt consolidó el concepto de propiedad pública en todo el oeste, dándole vida al ejido americano y sembrando la idea de que todos esos territorios debían distribuirse mediante leyes de ocupación, que eran ellas mismas artefactos de programas del gobierno federal.
El auge de la Oficina de Recuperación (que gestionaba el agua) y la Oficina de Gestión del Territorio, aseguraron que tanto agua como terrenos estarían indefinidamente controlados por agencias del gobierno federal. Fueran cuales fueran los orígenes filosóficos, la situación rápidamente degeneró en la demasiado familiar situación vista en todas partes en la que el estado domina y controla la distribución de recursos. Las agencias federales se convirtieron en el objetivo de los trabajos de cabildeo por grupos de interés grandes y pequeños, resultando en captura del regulador. Alquileres de terrenos para perforación petrolera, minería y pasto se Rápidamente, de acuerdo con la teoría del Public Choice de Buchanan, se convirtieron en importantes “apoyos” para hacer negocios en la región y, naturalmente, mantener la influencia dentro de las agencias federales bajo esas condiciones era una clave para el éxito.
El apoyo por el control federal permaneció extendido entre los propios habitantes del oeste. Como región menos capaz y atractiva para atraer capital que el este del país, mucha gente del oeste rápidamente hizo las paces con este sistema de propiedad federal mediante subsidios, programas de obras públicas y gasto militar se había convertido en el director económico en el oeste.
Pero la competencia por el control de terrenos federales entre varios segmentos de la población continuó igual. Escribe White:
Las grandes empresas tendían a ser aliados veleidosos de las burocracias federales, pero en general, también simpatizaron con la dirección federal; indudablemente simpatizaron más que los pequeños empresarios. Usuarios de recursos grandes y pequeños en el oeste, todos buscando su propio interés, de dividían con respecto a propuestas concretas. (…) Los pequeños ganaderos y madereros tendían a oponerse a la nueva presencia federal que tendía a limitar sus ambiciones de expansión. Los grandes ganaderos y compañías madereras, se dieron cuenta sin embargo de que la supervisión federal podía servir a sus intereses ayudando a limitar la sobreproducción que amenazaba sus sectores, restringiendo la expansión de competidores potenciales y permitiéndoles dirigir los mayores recursos financieros a accesos privilegiados a los dominios federales.[3]
En otras palabras, a los empresarios privados que dominaban las economías del oeste, se conjugaban con la burocracia federal porque ayudaba a las empresas poderosas a mantener altos los precios y a impedir la entrada de competencia.
En décadas posteriores, las agencias federales también estarían influidas por nuevos grupos ecologistas y conservacionistas, pero con todo lo que se habla de conservar la tortuga del desierto en el caso del Rancho Bundy, no debería sorprender a nadie si luego descubrimos que grandes empresas de petróleo y gas están realmente detrás de la actividad para acabar de una vez con el acceso al desierto para pequeños rancheros.
El legado del imperio en el oeste
Cuando vemos a los agentes federales acosando a los rancheros, deberíamos recordar que la conquista del oeste americano fue realmente un primer ejercicio de imperio que prepararía el escenario para el enorme gobierno que afrontan hoy los estadounidenses. Mientras ahora vemos el oeste como solo otra parte de Estados Unidos, fue en un tiempo un imperio colonial expropiado militarmente a indios y mexicanos y luego (mediante programas federales, como leyes de ocupación, concesiones de terrenos y grandes proyectos de infraestructuras, como ferrocarriles) se convirtió en una enorme fuente de subvenciones para colonos y grandes empresas estadounidenses. Los que habitaron los territorios antes de la anexión, como las tribus indias y los hispanos de Nueva España, fueron rodeados y puestos en reservas o forzados a abandonar viejos sistemas económicos y sociales de total libertad.
Como la mayoría de las jurisdicciones dentro de los imperios coloniales, el oeste americano fue administrado, no localmente, sino directamente desde la capital del estado conquistador. Fue en Washington donde se dibujaron las fronteras de los nuevos estados, donde se nombraban los funcionarios y donde se daban órdenes a las tropas federales que vigilaban la región. Incluso después de convertirla en estados (por el gobierno central, por supuesto), la región siguió dominada por el gobierno federal. El imperio de ultramar que empezó con la Guerra Hispano-Estadounidense fue simplemente la consecuencia natural de las conquistas en el oeste de Norteamérica durante el siglo XIX. Fue en el oeste donde el gobierno de Estados Unidos aprendió cómo ser un imperio, a controlar directamente enormes franjas de terreno y a dominar y controlar las economías locales.
Este legado continúa hoy día. Al ver el problema en Nevada, vemos también los ecos de una previa conquista de los mismos terrenos un siglo antes. Hoy muchos en el oeste son víctimas del mismo gobierno federal que sus antecesores alabaron por expulsar a los habitantes originales para construir carreteras y embalses. Sin embargo, el gobierno federal es un amo opresivo y veleidoso y el hecho de que nunca entregara el control de tantos territorios que se había apropiado, hacen de él una fuerza innegable para todo el que desee hacer negocios aquí.
Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero

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