La historia del oeste americano fue el modelo
para esculpir el México agrario que naciera producto de la oxidada revolución
mexicana. Veamos.
En su historia del oeste americano, Richard
White escribe:
"A partir de la década de 1890, el gobierno
central dejó de ser una niñera para los futuros estados y un pródigo
distribuidor de recursos para los ciudadanos y empresas del país. En su lugar,
Washington se convirtió en gestor de las tierras, recursos e, inevitablemente,
personas del oeste."
Tras esto estaba la filosofía de que el
gobierno federal podía asegurar mejor que los recursos del oeste de EEUU fueran
distribuidos y gestionados “eficazmente”. Esta creencia fue el resultado
natural de la forzada economía clásica del momento llena de errores, cuyos modelos
dependían de supuestos idealizados sobre mercados y competencia que no existían
en el oeste no industrializado. En otras palabras, en las mentes de los
intelectuales del siglo XIX, la intervención pública era necesaria para crear
las condiciones necesarias para la existencia de un capitalismo eficiente. Como
había hecho con los ferrocarriles, el gobierno federal actuaría para asegurar
la competencia y la eficacia en los nuevos mercados de la frontera.
En 1903, la Comisión de Terrenos Públicos de
Theodore Roosevelt consolidó el concepto de propiedad pública en todo el oeste,
dándole vida al ejido americano y sembrando la idea de que todos esos
territorios debían distribuirse mediante leyes de ocupación, que eran ellas
mismas artefactos de programas del gobierno federal.
El auge de la Oficina de Recuperación (que
gestionaba el agua) y la Oficina de Gestión del Territorio, aseguraron que
tanto agua como terrenos estarían indefinidamente controlados por agencias del
gobierno federal. Fueran cuales fueran los orígenes filosóficos, la situación
rápidamente degeneró en la demasiado familiar situación vista en todas partes
en la que el estado domina y controla la distribución de recursos. Las agencias
federales se convirtieron en el objetivo de los trabajos de cabildeo por grupos
de interés grandes y pequeños, resultando en captura del regulador. Alquileres
de terrenos para perforación petrolera, minería y pasto se Rápidamente, de
acuerdo con la teoría del Public Choice de Buchanan, se convirtieron en
importantes “apoyos” para hacer negocios en la región y, naturalmente, mantener
la influencia dentro de las agencias federales bajo esas condiciones era una
clave para el éxito.
El apoyo por el control federal permaneció
extendido entre los propios habitantes del oeste. Como región menos capaz y
atractiva para atraer capital que el este del país, mucha gente del oeste
rápidamente hizo las paces con este sistema de propiedad federal mediante
subsidios, programas de obras públicas y gasto militar se había convertido en el
director económico en el oeste.
Pero la competencia por el control de
terrenos federales entre varios segmentos de la población continuó igual.
Escribe White:
Las grandes empresas tendían a ser aliados
veleidosos de las burocracias federales, pero en general, también simpatizaron
con la dirección federal; indudablemente simpatizaron más que los pequeños
empresarios. Usuarios de recursos grandes y pequeños en el oeste, todos
buscando su propio interés, de dividían con respecto a propuestas concretas.
(…) Los pequeños ganaderos y madereros tendían a oponerse a la nueva presencia
federal que tendía a limitar sus ambiciones de expansión. Los grandes ganaderos
y compañías madereras, se dieron cuenta sin embargo de que la supervisión
federal podía servir a sus intereses ayudando a limitar la sobreproducción que
amenazaba sus sectores, restringiendo la expansión de competidores potenciales
y permitiéndoles dirigir los mayores recursos financieros a accesos
privilegiados a los dominios federales.[3]
En otras palabras, a los empresarios privados
que dominaban las economías del oeste, se conjugaban con la burocracia federal
porque ayudaba a las empresas poderosas a mantener altos los precios y a
impedir la entrada de competencia.
En décadas posteriores, las agencias federales
también estarían influidas por nuevos grupos ecologistas y conservacionistas,
pero con todo lo que se habla de conservar la tortuga del desierto en el caso
del Rancho Bundy, no debería sorprender a nadie si luego descubrimos que
grandes empresas de petróleo y gas están realmente detrás de la actividad para
acabar de una vez con el acceso al desierto para pequeños rancheros.
El legado del imperio en el oeste
Cuando vemos a los agentes federales acosando
a los rancheros, deberíamos recordar que la conquista del oeste americano fue
realmente un primer ejercicio de imperio que prepararía el escenario para el
enorme gobierno que afrontan hoy los estadounidenses. Mientras ahora vemos el
oeste como solo otra parte de Estados Unidos, fue en un tiempo un imperio
colonial expropiado militarmente a indios y mexicanos y luego (mediante
programas federales, como leyes de ocupación, concesiones de terrenos y grandes
proyectos de infraestructuras, como ferrocarriles) se convirtió en una enorme
fuente de subvenciones para colonos y grandes empresas estadounidenses. Los que
habitaron los territorios antes de la anexión, como las tribus indias y los
hispanos de Nueva España, fueron rodeados y puestos en reservas o forzados a
abandonar viejos sistemas económicos y sociales de total libertad.
Como la mayoría de las jurisdicciones dentro
de los imperios coloniales, el oeste americano fue administrado, no localmente,
sino directamente desde la capital del estado conquistador. Fue en Washington
donde se dibujaron las fronteras de los nuevos estados, donde se nombraban los
funcionarios y donde se daban órdenes a las tropas federales que vigilaban la
región. Incluso después de convertirla en estados (por el gobierno central, por
supuesto), la región siguió dominada por el gobierno federal. El imperio de
ultramar que empezó con la Guerra Hispano-Estadounidense fue simplemente la
consecuencia natural de las conquistas en el oeste de Norteamérica durante el
siglo XIX. Fue en el oeste donde el gobierno de Estados Unidos aprendió cómo
ser un imperio, a controlar directamente enormes franjas de terreno y a dominar
y controlar las economías locales.
Este legado continúa hoy día. Al ver el
problema en Nevada, vemos también los ecos de una previa conquista de los
mismos terrenos un siglo antes. Hoy muchos en el oeste son víctimas del mismo
gobierno federal que sus antecesores alabaron por expulsar a los habitantes
originales para construir carreteras y embalses. Sin embargo, el gobierno
federal es un amo opresivo y veleidoso y el hecho de que nunca entregara el
control de tantos territorios que se había apropiado, hacen de él una fuerza
innegable para todo el que desee hacer negocios aquí.
Ricardo
Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero
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