viernes, 30 de mayo de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, EL PETRÓLEO: UN FUTURO INCIERTO

Hay quienes todavía piensan que Venezuela puede convertirse en el mayor productor de crudo del mundo. Como aspiración es encomiable, pero conforma una imagen de ilusión más que de meta posible, sobre todo si seguimos pensando y actuando como lo hemos hecho durante todo el período en el que hemos sido un país petrolero con continuados visos rojizos, ahora claramente expresados. Analizando la realidad del mundo petrolero vemos que los grandes mercados son los Estados Unidos, Europa, y Asia, incluyendo en esta última a China, Japón y la India y nuestros mercados preferenciales son Estados Unidos, Europa, Centro y Sur América. Pero ¿qué está pasando en esos mercados?

Estados Unidos, a pasos agigantados, va camino a convertirse en exportador de energía y sus vecinos inmediatos y suplidores naturales y confiables, Canadá y México, (que por fin logró deslastrarse de su nacionalismo retrógrado e improductivo en petróleo) crecen en su capacidad de exportar y conforman con los "americanos" un mercado común. Europa tiene el Mar del Norte, el Medio Oriente, los ahora productores de la antigua Unión Soviética,  Rusia y los países del Norte de África como suplidores sin limitaciones naturales y con ventajas en cuanto a cercanía y calidad de crudos y productos. Asia, tiene como suplidores naturales con crudos de primera y con confiabilidad de suministro al Medio Oriente y África, entre otros. Los grandes productores de crudo, presentes y futuros, son Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita. A corto plazo, Estados Unidos no necesitará crudos ni productos importados, Brasil confronta la autosuficiencia, Bolivia exporta y Colombia y Argentina crecen como países petroleros. Nuestros otros mercados de Centro y Sur América son mínimos.

Realidad es dramática. Tenemos una producción en descenso, una calidad de crudos mayoritariamente mala, con insuficientes medianos y livianos que son los que pueden ir a nuestras refinerías; un mercado interno creciente que ahora requiere importación de productos y crudos; una capacidad de refinación estancada en su crecimiento y malograda en su mantenimiento y manejo; requerimiento de grandes inversiones por la necesidad de refinar parcialmente nuestros crudos de la faja para hacerlos comercializables y manejables; un historial de inconfiabilidad como suplidor en nuestro reciente pero ahora único pasado; una propiedad mayoritaria de la actividad petrolera en manos de un estado gerencial, técnica y financieramente incapaz, que le pide prestado a los socios minoritarios y a los suplidores de servicios; un país destruido y en proceso de quiebra que requiere inmensas inversiones y un Estado que es dueño de todo pero que no dispone ni dispondrá de los recursos humanos y financieros necesarios para la tarea que tiene que acometer; una imposibilidad de atraer a los inversionistas nacionales y extranjeros para que vengan a producir nuestro petróleo costoso y de mala calidad y que será difícil vender o venderlo a precio más bajo, porque nuestros mercados naturales estarán copados y los otros tendrán alternativas de mejores crudos. Agreguemos las limitaciones y la inflexibilidad de toda índole en materia petrolera desde el punto de vista ideológico y legislativo. Y esta es solo una muestra de nuestra realidad petrolera de la que ahora dependemos exclusivamente.

La pregunta: ¿estamos preparados para hacer los cambios a todas luces indispensables en nuestras políticas y estrategias para adaptarnos a nuestra nueva y triste pero cierta realidad?

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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