La
búsqueda de los mecanismos apropiados para implementar el diálogo
(oposición-gobierno) está entre los temas más importantes de la agenda política
nacional.
Ello es así, porque se entiende que este procedimiento es el
apropiado para intentar solventar la crisis política y económica que sufre el
país.
Desde luego, este instrumento es percibido de forma distinta por los
actores en pugna.
Los primeros, desean de buena fe obtener algunas
reivindicaciones que permitan desmontar el conflicto en ciernes (liberación de
Iván Simonovis, presos políticos y estudiantes detenidos; instalación de una
comisión de la verdad independiente; desmovilización de los colectivos, entre
otras demandas).
El oficialismo, por su parte, intenta ganar tiempo y evitar
una crisis al interior de su bloque de poder para así implementar algunas
medidas que enfrenten el deterioro del modelo del socialismo del siglo XXI,
Vemos, pues, que adelantar el diálogo es una actividad harto compleja y se
requiere de unos pre requisitos de orden simbólico y políticos que, por ahora,
se encuentran ausentes en el clima dentro del cual se despliega esta actividad.
A
propósito de este tema me parece interesante traer a colisión algunos
desarrollos recientes en el ámbito de las neurociencias. Avances que han
permitido desarrollar una mirada inédita en este ámbito y cuestionar algunos
paradigmas tradicionales dentro de la disciplina política. Quizás, esta nueva
perspectiva arroje luz para disipar las tinieblas que obstaculizan los
reconocimientos mutuos en el plano de una controversia de naturaleza política.
El descubrimiento de las llamadas "neuronas espejo" han permitido tener una visión distinta de las bases sobre la cuales se asienta nuestra condición moral. Se les denomina de esta manera porque se activan cuando una persona desarrolla la misma acción que se encuentra observando en otra persona. Estas neuronas constituyen el asiento neural de la empatía, es decir la capacidad de ponernos en los zapatos de otros. "Comprender el dolor, el sufrimiento o la felicidad de otros. Sentimos tristeza si mi interlocutor se ve triste o llora y reímos si el otro se ve alegre o ríe. Estas neuronas tienen conexión con el sistema límbico que activa nuestra parte emocional".
Desde
un punto de vista antropológico en la empatía, entonces, se encontraría la base
de la sociabilidad humana. Esta condición, de asiento biológico, serviría para
borrar la separación entre el yo y el Otro. Desde luego, no solo permitiría
aproximarse al otro, sino también juzgar sus intenciones. Es bueno recalcarlo,
empatía no implica simpatía. En política, por otra parte, es fundamental la
empatía en los electores. Para suscitarla se hace uso de mensajes, discursos e
imágenes que despierten sentimientos, entusiasmo, optimismo.
Ahora
bien, ¿cómo utilizar estos desarrollos para la construcción de una alternativa
que supere la conflictividad actual? La respuesta a esta interrogante es
compleja. Salta a la vista que el actual entorno no favorece el desarrollo de
esta capacidad de naturaleza biológica. Sin embargo, pareciera factible diseñar
una política capaz de ver al "otro" como parte de un nosotros. Para
ello sería necesario que los sectores democráticos generaran y practicaran una
ética de la empatía que los impulsara, sin embages, ir al encuentro del “otro”.
La desastroza situación económica y la inestabilidad política favorecerían una
política de este signo. Así se podría vencer la polarización.
El
diálogo, entonces, no puede ser asumido exclusivamente como un dispositivo
racional. Al “otro” hay que verlo como parte de nosotros. Aquí reside la clave
para el diseño de una apuesta política que restituya la vida democrática en el
país.
A
lo mejor se requeriría que la MUD activará, aún más, sus "neuronas
espejo".
Nelson
Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
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