Se
ha dicho de la misma:
"En
un extremo de la clasificación tenemos la competencia perfecta, atomística o
pura, que caracteriza a un mercado perfectamente competitivo.
En este caso el
número de oferentes es infinito, o prácticamente infinito, para cada uno de los
bienes que se producen, y el número de demandantes también lo es; no existe
limitación alguna para la entrada al mercado y, por lo tanto, ninguna de las
fuerzas que compiten está en condiciones de determinar los precios a los que se
llega en el mismo; tampoco hay economías de escala significativas, de modo que
ningún vendedor puede crecer para dominar o controlar el mercado. Este modelo
abstracto puede generalizarse a toda la economía, para demostrar la
interdependencia de los mercados parciales existentes y la movilidad de los
diferentes factores productivos."[1]
En
una palabra, se trata de un supuesto completamente irreal, por eso mismo es
correcto llamarla "modelo" y no "teoría" como se lo hace a
veces. Dado que el mundo real es imperfecto, carece de sentido referirse a la
"competencia perfecta" como algo que se de o pudiera darse de alguna
manera en la realidad.
Tal
como expresamos antes, otros de los problemas metodológicos en ciencias
sociales y en economía específicamente hablando, es haber centrado la atención
de los estudiosos sobre los modelos de la llamada “competencia perfecta”. “Los
supuestos de la “competencia perfecta” son que existe completo conocimiento de
todos los elementos relevantes por parte de los que actúan en el mercado, lo
cual, a su turno, implica equilibrio general. También supone que los bienes y
servicios ofrecidos son homogéneos y llevados a cabo por un gran número de
empresas “pequeñas”, ninguna de los cuales ejerce influencia sobre el precio.
Por último, la ‘competencia perfecta’ supone ausencia de restricciones y costos
en el movimiento y convertibilidad de recursos.”[2]
Analizaremos
a continuación los supuestos de la competencia perfecta y formularemos las
críticas correspondientes.
1. Conocimiento perfecto: La acción
implica ineludiblemente incertidumbre, lo que ya de por sí da con tierra con el
primer supuesto implícito del postulado de "la competencia perfecta".
Como señalan Rothbard y Mises (entre otros), en un mundo de conocimiento perfecto
la demanda por mantener dinero caería a cero. Carecería de sentido el dinero,
el cálculo económico y la economía misma. No habría empresarios ni competencia.
El conocimiento perfecto y el equilibro llevarían a la paralización de nuevos
descubrimientos.
2. Homogeneidad: contradice el sentido
mismo de la competencia. No habrá competencia si todo lo ofrecido y demandado
es de iguales características. Se acercaría a una situación donde habría un
sólo bien.
3. Ausencia de costos: es un supuesto
completamente irreal introducido en el modelo para simplificar sus ecuaciones.
En la vida real no hay nunca ausencia de costos. Por el contrario, conforme
enseñan los austriacos no hay acción sin costo, ya que el mero hecho de actuar
implica -en sí mismo- un costo: el costo de tratar de alcanzar una situación
más satisfactoria que la que se intenta abandonar.
4. Inexistencia de restricciones:
erróneamente asimilada a la situación de un mercado "libre" el
argumento de la “competencia perfecta” lleva a los que basan sus análisis en
ese equivocado modelo, a sugerir restricciones al mercado por concluir que en
el mundo real la competencia no aparece. Prebisch es uno de ellos. Ciertamente
no se advierte de qué manera puede "esperarse" que "aparezca"
la competencia –paradójicamente- restringiéndola, como postulan este último
tipo de autores.[3]
Tal
como vemos, se tratan de supuestos irreales que –extrañamente- se han adoptado
como el paradigma del mercado "libre". Volveremos nuevamente, en el
curso de estas páginas, a ocuparnos del tema de la "competencia
perfecta", señalando los problemas que la adopción de esta errónea (aunque
popular) tesis ha acarreado y sigue aun acarreando en el estudio de la
economía.
Friedrich
A. von Hayek radica en el conocimiento el concepto de competencia pero con un
sentido distinto al del convencional. Y así nos explica:
"El
conocimiento al cual me refiero consiste más bien en una capacidad para
descubrir las circunstancias especiales, lo que sólo será efectivo si los
poseedores de este conocimiento son informados por el mercado acerca de qué
clase de bienes o servicios son requeridos y cuál es la urgencia de esta
necesidad.
`Esto
debe bastar para indicar a cuál tipo de conocimiento me refiero cuando llamo a
la competencia “un método de descubrimiento”. Habría mucho que agregar para
revestir con carne concreta los huesos desnudos de esta afirmación, y, de este
modo, poder demostrar toda su importancia práctica. Pero debo contentarme con
indicar brevemente, en esta forma, lo absurdo que es el procedimiento usual de
iniciar el análisis con una situación en que todos los hechos son supuestamente
conocidos. Esta es una situación que la teoría económica, curiosamente,
denomina “la competencia perfecta”. Esta no deja lugar, en parte alguna, a la
actividad llamada competencia, la que se supone que ya ha ejecutado su
tarea."[4]
*Fragmento
tomado de nuestro libro La ciencia económica. Ediciones Libertad. 2010.
[1]
Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas.
Venezuela, 1991. Voz "competencia".
[2]
Alberto Benegas Lynch (h). Fundamentos de análisis económico. Editorial
Abeledo-Perrot. 11º edición. Pág. 50
[3]Ampliar
en Benegas Lynch (h) Fundamentos...p. 43 a 54. v. Ludwig von Mises, La acción
humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición, p. 537-567.
[4]Friedrich
A. von Hayek. "La competencia como proceso de descubrimiento". Esta
conferencia, fue pronunciada originalmente en una reunión de la Philadelphia
Society, en Chicago, el 29 de marzo de 1968; luego fue repetida, en alemán, el
5 de julio de 1968, ante el Institut für Weltwirtschaft de la Universidad de
Kiel. Primeramente se publicó la versión en alemán, en “Kieler Vorträge”, N. S.
56, Kiel, 1968, y luego en los ensayos completos del autor, bajo el título de
Freiburger Studien (Tübingen, 1969). La versión en inglés, con la segunda
sección incluida, se publicó en New Studies in Philosophy, Politics, Economics
and the History of Ideas (Londres: Routledge & Kegan Paul, Ltd., 1978).
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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