En una conocido restaurante de Las Mercedes
escuché las sandeces de un santo barón, que se encontraba en la mesa contigua
(lo de barón así, con b, porque presume de aristócrata, y santo, porque
pretende ser honesto, honrado y transparente. Perdón, transparente no, porque
entonces veríamos, como en una placa de rayos X, todas sus lacerías morales),
jactarse entre quienes compartían con él, de manejar su entorno político y de
amistades, a su real antojo y voluntad. ¡Al más claro estilo de los mafiosos de
oficio!
El personaje sin disimulo alguno se mostraba
dominante y altivo. Exhibía sin
escrúpulo su prepotencia pues afirmaba – sin tapujo y en voz alta - que hasta
tirones de oreja les había dado a sus camaradas enquistados en el poder, como
si se tratara de los equinos de su Cortijo o del rebaño de ovejas de su finca,
pero sólo aparentaba, porque en el fondo -y esto deduzco por algunos de los
pasajes que refirió -siente que un hilo caliente de líquido le desciende por
sus muslos.
Estoy casi seguro que probablemente sonreía y asentía a todos los
rugidos del hijo de Barinas, cuando lo tenía frente a sí. Acomodaticio y
maestro en el manejo del oportunismo, no dudo que tuvo que disimular su
adhesión a Chávez cuando habitaba este mundo terrenal, pero hábil en el
dis-cursi, creo que también coquetea con la oposición, por si acaso el nuevo
inquilino de Miraflores, sea dado de baja y cambien las riendas del poder.
Mi intención es dibujar la semblanza del
fulano, zutano o perencejo que se cree la última pepsi c--- en el desierto. Y
no debe ser el único, pues en el lado del oficialismo muchos disimulan su total
adhesión a la causa roja, pues otrora vistieron ropaje de los partidos Acción
Democrática, COPEI, PCV, por citar algunos, y les cuesta mucho digerir las
monsergas populistas y demagógicas de sus protagonistas principales, hoy
transmutados en revolucionarios.
Si, pero revolucionarios de nuevo cuño, salvo
pocas excepciones como Rodríguez Araque, entre otros. No confían en el PSUV en
un Aristóbulo Isturiz que militó en varios partidos –suman más de cinco – y
ahora es más chavista que el propio finado, a quien en cierta ocasión lo mandó
a “fumarse una lumpìa”. Y todo esto preocupa al inquilino de Miraflores, porque
unos cuantos plebeyos están amenazando sus espacios de poder, tanto en el
Tribunal Supremo de Justicia, Contraloría General de la República, Consejo
Nacional Electoral, Fiscalía General, como en el propio cenáculo parlamentario.
Maduro, el hijo putativo de Chávez sabe que
no las tiene consigo en su propio partido y mucho menos en la oposición, a la
que convocó para la llamada mesa del diálogo suspendida en varias ocasiones,
debido a su táctica dilatoria, lo cual ha dado pie para conjeturas sobre sus
perversas maniobras, que no son otra cosa que malintencionados propósitos para
pretender hacer creer a la gente, que quienes no muestran interés en la
búsqueda de los problemas del país, son los representantes de la oposición.
Su doble discurso así como el de Cabello y
otros jerarcas del socialismo bolivariano, marxista y por ende comunista, como
lo afirmara en cierta ocasión Fidel Castro en una entrevista concedida a VTV
hace algún tiempo, es una evidente demostración de que no priva en ellos
interés alguno, en que el país encuentre el camino que haga posible la
concreción y anhelo de millones de venezolanos que claman por una verdadera
justicia, seguridad, empleo, abastecimiento alimentario y de medicinas,
optimización de los servicios públicos, libertad de los presos políticos, fin a
la represión contra los estudiantes y sociedad civil, sanciones legales a los
corruptos y la sana administración del erario nacional.
Maduro predica a los cuatro vientos todos los
días en sus tediosas cadenas televisivas nacionales, ser amante de la paz y el
amor, pero su insinceridad brota de inmediato cuando sin reparos ni escrúpulos,
acusa de conspiradores, fascistas, oligarcas, traidores a la patria, y otros
denigrantes calificativos a quienes no comulgan con el socialismo del siglo
XXI, cuyo mentor Dieterich refiere que se ha desviado de su proyecto
fundamental, y manifiesta el despropósito del mismo, por parte de quien por
ahora ocupa la silla de Miraflores. Lo de Maduro es cosa juzgada, intenta
convencer a sus corifeos, que en medio de aplausos, bostezos y pancartas gritan
ya no la consigna de “¡Patria Socialismo o Muerte”, sino la repetitiva y
cansona frase de: así…”Así…así es que se gobierna”.
Es inconcebible desde todo punto de vista,
que el país nacional esté presenciando la más brutal represión contra los
estudiantes y la sociedad civil, con el único fin de liquidar estas acciones
que legítimamente contempla la propia Constitución Nacional. La respuesta del
régimen es cada día más atroz y jamás vista en los anales de la historia del
país. Centenares de jóvenes han sido apresados en redadas, cual vulgares
delincuentes y sometidos a salvajes golpizas y torturas, perpetradas por
quienes indignamente portan el uniforme de la Guardia Nacional y de la Policía
Nacional, mal llamada Bolivariana, las cuales con su incivilizado
comportamiento hasta han detenido a menores y personas de la tercera edad, en
franca violación de los derechos humanos, la Carta Magna y leyes como la Lopna.
La furia bestial del régimen, arroja un
trágico saldo de 42 muertos, más de dos mil y tantos detenidos, muchos de ellos
encarcelados en lugares que comparten con hombres juzgados por delitos comunes
como crímenes, violaciones, atracos, etc. Y todo el andamiaje represivo cuenta con la
celestina protección de la Fiscalía General de la República y un sistema de
jueces provisionales, que han hecho causa común en su pretensión por tronchar
el sueño y la esperanza de jóvenes anhelantes por un mejor país. Olvidan que
delitos como la brutal represión, tortura y violación de los derechos humanos,
no prescriben en el Tribunal de la Haya.
En las reuniones de la mesa del diálogo,
tantas veces diferidas por el régimen, la oposición debería hacer punto de
honor del anhelo de millones de venezolanos que confían aún en sus
representantes, exigiendo el fiel cumplimiento a los deberes constitucionales
que burlan a diario quienes detentan el poder. Exigir a quienes representan al
socialismo del Silgo XXI, que se definan los propósitos, objetivos y metas,
para que se alcance la sana convivencia verdaderamente democrática, ajena a la
intimidación que suele ser el común denominador del régimen.
Seguir solapando las argucias del
oficialismo, solo convertirá a quienes representan a la oposición, en cómplices
del desastre económico, político y social que enfrenta el país, amén de haberle
servido al régimen para que se arrope de un manto institucional ante la
comunidad internacional, la cual ya ve con intensa preocupación los
acontecimientos que desde hace tres meses están sucediendo en Venezuela. La
Comunidad Europea y varios organismos internacionales han fijado posición al
respecto.
El régimen le resta importancia a estos
hechos, y así lo demuestra, cuando estrecha el cerco económico de los medios de
comunicación, al no otorgarles las divisas para la importancia de papel
periódico, y forzarles al cierre de los mismos, además de negarles pautas
publicitarias si publican informaciones sobre la corrupción, tráfico de
influencias, negociados, etc., que a diario suceden en las esferas del poder.
Una libertad de expresión que no existe, por cuanto está sujeta al capricho de
quien se cree dueño absoluto del país, y que lejos de dedicarse a gobernar,
ocupa interminables horas en tareas de ideologización de sus huestes, en cadena
televisiva y radial diaria, con recursos del estado, cuyas cifras son
millonarias.
El país está urgido del cese de la violencia
y clama al mismo tiempo que se evite la destrucción definitiva de la disidencia
democrática. Es una tarea apremiante que exigen los sectores que abanderan la
resistencia popular en calles y avenidas de todas las ciudades de la nación. Se
trata, por último, de evitar el fortalecimiento de un sistema totalitario
comunista a todas luces, o la consolidación definitiva de un auténtico sistema
democrático, en el que las libertades públicas y los derechos ciudadanos
privilegien.
Es un reto y compromiso definitivo para
salvar a la Patria, y aún estamos a tiempo.
Carlos
E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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