martes, 13 de mayo de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, PURO CACAREO DE CORRIDO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

Apartados del contexto bajo el cual sucumben las realidades políticas, económicas y sociales, los agentes del populismo vociferan promesas huecas aprovechándose del empleo de términos políticos de forma grosera y además  uivocada. Antonio José Monagas

PURO CACAREO DE CORRIDO

Cuando la incertidumbre arrecia, no debe haber cabida para la imprecisión. Menos en política. Sobre todo, en situaciones en que la política pueda entenderse como “el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible” (Antonio Cánovas del Castillo). Sin embargo, los politiqueros en las coyunturas que anteceden los dilemas como antesala de las discrepancias, siguen confundiendo condiciones para la tregua con condiciones para la perversión. Y es ahí, justamente, cuando sus peroratas discurren sin advertir que la alternativa de cambio es inequívoca. Que lo único estable es el cambio, razón por la cual queda poco o ningún espacio para la improvisación. Pero nada de eso, es tomado en cuenta para insistir en mantener el aparato populista y la organización populachera que dieron vida a las apetencias de poder político.

En el fragor de lo que tan patética realidad induce y anima, estos mismos politiqueros siguen creyendo en premisas que, escasamente, sirvieron en tiempos del oscurantismo para someter a incautos y atontados a la peor de las represalias. Sólo, por el egoísmo en tanto que actitud capaz de disfrazar las virtudes con el desenfreno que estos personajes viven por tomar del otro lo que no tienen sin que importe la forma utilizada para proceder al arrebato. Es así como estos funcionarios, enfrascados en proyectos personalistas, no se interesan por el interés del prójimo por lo que sus actos y decisiones de gobierno se ven regidas de acuerdo a su absoluta conveniencia.

Es cuando éstos, embebidos en su propia trampa, olvidan lo que prometen cada vez que se dirigen públicamente a través de los medios de comunicación. Así que embelesados en sus egoístas pensamientos, hablan por hablar sin cuidar el significado de las palabras emitidas lo cual arroja como consecuencia el hecho no sólo de maltratar el lenguaje. Esto, como resultado del agobio y desfachatez que caracteriza la demagogia que envuelve cada frase o concepto pronunciado. Más aún, cuando no existen límites constitucionales que pongan término a las sandeces que cualquier representante gubernamental se atreve a declarar en nombre de una pretendida ideología planteada como parte de un forzado ordenamiento jurídico-legal.

Apartados del contexto bajo el cual sucumben las realidades políticas, económicas y sociales, estos agentes del populismo vociferan promesas huecas aprovechándose del empleo de términos políticos de forma grosera y además equivocada. Además de vaciarlos de contenido, buscan con ellas manipular la opinión a favor de su causa político-partidista. Pero esto sucede no sólo por la falta del conocimiento real de sus significados. También, por el cinismo que identifica su mezquino proceder en política. Al utilizar palabras como fascismo, comunismo, dictadura, golpe de Estado, entre otras, pretenden revestir mentiras que achacan al adversario con el retorcido propósito de acusarlos con la alevosía propia de la peor calumnia. Así, estos populistas estructuran discursos que no dicen nada pues conceptualmente carecen del sentido y de la consistencia que merece el hecho de invocar fundamentos de las ciencias políticas, económicas y sociales. Por consiguiente, todo cuanto puede escucharse en la voz de estos acomodados gobierneros, suena a puro cacareo de corrido.

VENTANA DE PAPEL

DE ODIOS Y RESENTIDOS

Preguntarse la razón de la terrible situación que actualmente vive Venezuela, conduciría a una única respuesta cuya argumentación pareciera estar justificada. Al menos, a juicio de quienes han estudiado el caso que representa la patria de Bolívar toda vez que se halla sumida en una crisis política de graves dimensiones. El problema tiene relación con el estilo autoritario impulsado por el extinto presidente Chávez quien supuestamente apeló a su acumulado resentimiento para tergiversar la idiosincrasia de un pueblo que, antes de su mandato y a pesar de los reveses políticos que el país pudo experimentar, nunca se vio confrontado internamente como en realidad viene sucediendo luego de casi quince años de este gobierno con ínfulas militaristas.

El odio que Chávez arrastró desde la infancia no sólo hizo mella en la sociedad venezolana la cual se fragmentó arrastrando violencia y desmoralización. Sino que también se potenció al convertirse ese odio en resentimiento que después se hizo criterio de gobierno para así desmoronar la institucionalidad que habría marcado el sistema político democrático. Gregorio Marañón, analista político, ante esto explica que “al triunfar, el resentido, lejos de curar empeora porque el triunfo es para él como una consagración solemne de que estaba justificado su resentimiento. Y esta justificación, aumenta la vieja acritud. Esta es otra de las razones de la violencia vengativa de los resentidos cuando alcanzan el poder. Llegado al poder, el resentido es capaz de todo”.

Esta consideración, hace ver hacia dónde puede llevar un resentido cualquier proceso político-social. Particularmente, cuando el odio se utiliza para sustentar las decisiones que se toman desde el poder en perjuicio de la población. Aunque en beneficio del objetivo de asirse obstinadamente al poder. No hay duda de que quien odia, siempre busca infringirle el mayor daño a quien tenga por delante. Pero cuando el odio se hace colectivo, casi siempre azuzado desde el poder totalitario, como de alguna manera y con tristeza ha venido ocurriendo en Venezuela, puede alcanzar inmensos y trágicos efectos de prolongada convalecencia.

Sin embargo, este mal tampoco es irremediable. Sólo el tiempo sabrá enmendar sus secuelas y la condición de confraternización del venezolano contribuirá a evitar que se intensifique más de lo posible. No obstante, mientras tanto, debe saberse que el país vive en medio de odios y resentidos.

¿EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA?

Las realidades educacionales, no admiten interpretaciones de segunda mano. Los signos de agotamiento que están viéndose en el modelo educativo pretendido por la revolución bolivariana, llegaron al paroxismo en el marco de sus posibilidades y necesidades para adecuarse a las exigencias del desarrollo científico, tecnológico, humanístico y artístico que dicta el entorno. La educación venezolana entró en un medio de tanta turbulencia, que sus efectos han comenzado a demostrar el grado de equivocación con el cual se determinaron los criterios para impulsarla. La impotencia que ha evidenciado la puesta en marcha de un modelo educativo, contaminado por el alcance de un socialismo cubanizado, ha llevado a enrarecer más aún el ambiente social y cultural a partir del cual deberían depararse objetivos de crecimiento y de progreso que comprometen el futuro nacional.

Sin embargo, todo se ha dado a la inversa. Particularmente, al verse la incapacidad del gobernante para validar a la educación como la fuente desde la cual se construye conciencia de ciudadanía. Es decir, individuos con sentido de lo que son, pueden y deben ser. Lejos de establecerse una educación según los principios de excelencia académica y de inclusión social, el modelo vigente ha retrocedido “a paso de vencedor” al lograr una educación de avezada inferioridad y de una cruenta facultad excluyente.

Los indicadores de UNESCO dan cuenta de lo desfasada de la educación venezolana toda vez que los presuntos resultados a los cuales tanto alarde hizo el régimen, no convencieron. Ahora, el actual ministro de Educación ha planteado lo más absurdo que pueda ocurrírsele a alguien medianamente conocedor del tema educacional. Se ha empeñado en imponer criterios dirigidos a acentuar la pobreza del venezolano para evitar que éste advierta el despeñadero por el cual intenta enrumbarse al país para así mantenerlo sometido a los desafueros de tan torcida revolución.

La idea de mantener pobre a alguien para que no se convierta en escuálido, tal como lo expresara este funcionario, revela el nivel de atraso hacia el cual apuntan las respectivas decisiones gubernamentales. O sea, la manera como debe concebirse al país en el marco del socialismo. O acaso es así como debe entenderse la ¿educación revolucionaria?

“El lenguaje de la política además de necesitar de la moderación propia de un orador competente y honorable, también requiere de términos sencillos que, sin sacrificar sus contenidos, posean la fuerza moral y ética para concienciar actitudes de soberanía y de pueblo digno”  AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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