sábado, 24 de mayo de 2014

ALBERTO JIMÉNEZ URE, LA «LIBRE DETERMINACIÓN DE GOBERNANTES BÁRBAROS»

«Ni en nombre de la república ni por la autoridad que le confiere una írrita ley que pidió para legitimar sus atrocidades. Ni en el nuestro, soberanos impedidos de materializar nuestra voluntad, Ni virtud al Mito del Comandante Supremo que los parió. El caos reina sobre las ruinas de una república, pero ninguna calamidad es tan inmensa que desafíe a la Inteligencia y logre suspenderla»

Ocurre en diversos lugares del mundo, ante la indiferencia de muchas naciones. Innumerables personas son criminadas: perseguidas, confinadas en hospicios, torturadas, condenadas a morir a causa de su disidencia política, creencias religiosas o renuncia a ellas (apostasía). Hechos que prueban la vigencia de la libre determinación de gobernantes bárbaros, que no de los pueblos víctimas. Esas y esos bestias tienen preponderancia sobre las y los defensores del Ser Humano. Por ello, no extraña la solidaridad incondicional entre esos sujetos a los cuales llaman (cortésmente) «dignatarios».
¿Por qué a quien recibe la investidura de «Presidente Constitucional» se le llama igual «dignatario» y a sus empleadores nos dan trato de esclavos? ¿Cuándo inició esa mala saña que convierte a los gobernantes en peligrosos enemigos de los ciudadanos que acudimos, con más esperanza y sentimentalismo que razonamientos, a votar para escogerlos? ¿Qué impulsa a personas que fueron elegidas para gobernar países a emplear sus fuerzas armadas nacionales contra gente que expresa su legítima protesta y malestar? No somos, los electores, ¿constitucionalmente ciudadanos con autoridad para ejercer eso que se infiere como soberanía?
En la calle, recintos educativos, en la vejatoria y tortuosa espera para comprar alimentos, siempre se oyen amargas quejas. Algunas en voz alta porque la frustración se manifiesta y, rabiosa, prorrumpe. El caos favorece a los antisociales del coliseo institucional, quienes buscan y logran ventajas en perjuicio de los apacibles. Resignados, todos sufrimos el martirio. Pero el soberbio gobernante, conforme a su predecible «libre determinación», nos condena a escucharle sus infamias e idioteces y también la de un funcionariado cómplice que insensibiliza a la población mediante su infinita perversidad. A un Fiscal General parece no importarle que se le llame Fecal, a una magistrada vileza, a un diputado eructo de tuberculoso. Son felices en «Pustulandia», disfrutan interactuando para destruir a una nación que no los merece.
En «Pustulandia» los  de mayor o menor jerarquía hablan, visten y caminan idénticamente. Pero, es más doloroso escuchar a sus despreciados «adeptos de perrería» propagar la fétida Mitología del Comandante Supremo. La estupidez e ignorancia los hace cometer perjurio cuando, con infundios, acusan de todos los males a opositores de la tiranía mientras afirman que «[…] antes del advenimiento del supremo que les dio patria sólo comían galletas para perros y desechos de carnicerías […]», Con una mueca horrenda encaran las quejas de quienes, como ellos, padecemos al momento de buscar productos del consumo diario.
Los «adeptos de perrería» y quienes enfrentamos la hostilidad del funcionariado de gobierno estamos en la misma periferia. Pero, a diferencia de quienes defino «falaciegos», nosotros somos víctimas conscientes de estar bajo asedio. Nada de cuanto experimentamos responde a nuestra «libre y soberana determinación», porque hay un gobierno agresor que la ejerce flanqueado por una mercenaria fuerza armada que algún día tendrá que ser condenada y abolida.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

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