“Después de este recorrido es natural
preguntarse hoy, en el umbral del siglo XXI, qué se puede hacer ante la
barbarie, y no creo que haya respuesta definitiva. Hay quienes creen que es posible un cambio de
mentalidad que no se quede en la superficie, en el nivel de las ideas. Lo que hemos vivido en esta época basta para
desengañarnos. Ya sabemos que el hombre nuevo que se ufanaba del país comunista el modelo no era tal, seguía
siendo el hombre de siempre con el agravante de estar privado de libertad, aterrado
por el Big Brothers, aplastado por el Leviatán totalitario, luego el partido y
su líder, el nuevo Dios quien había decidido que representaba al pueblo, la
revolución, la historia, el futuro, la verdad, el paraíso, y era el único que
en realidad hablaba; a los demás solo les correspondía oír porque habían
perdido el idioma. Semejantes
encarnaciones son funestas. El hombre nuevo, era pues, un ser mutilado que ni
podía sacar del pecho su voz.
Es evidente que todas las revoluciones han
sido un fracaso, además con un costo incalculable de sangre, pero todavía hay
personas, casi siempre generosas, que creen en la de nuestro tiempo. Tal vez piensan que la
próxima será distinta, que la libertad será preservada, que se evitaran los
errores cometidos por los anteriores, y por fin las mañanas cantaran, pero de
hecho lo que hacen es perder el presente, el otro nombre de la vida,
sacrificándolo en nombre de una fantasmagórica tierra. Podrían optar por la
evolución, pero ella no es espectacular, no posee rebrillos alucinantes, no se
presta para el lucimiento del yo, no brinda muchas ocasiones para los discursos
excesivos, no alienta esa hybris que los dioses castigan. Es modesta, es prudente, es cívica”… Cadenas
Rafael (2001) “Sobre la barbarie” libro 2. – Pág. 575-576.
Ubicando algunas pístas…
La democracia esta basada, en las actuales
sociedades masivas, en una concepción abierta, en la consolidación de las
instituciones, en el pluralismo y el estado de derecho, así como en el
desarrollo de nuevos mecanismos, instrumentos o canales de participación
ciudadana, además de los partidos políticos, por ejemplo las asociaciones
vecinales, comunitarias, académicas, corporativas, las diversas organizaciones
no gubernamentales y especialmente la promoción del acceso ciudadano a los
medios masivos de Comunicación Social, Internet, facebook, twitter y demás.
La globalización, igualmente, ha propiciado
el desarrollo de una concepción de la democracia, mas que como un sistema
político, como una postura ética, un modo de vida que transciende los limites
nacionales e implica un conjunto de principios y valores de alcance universal
(un bien “no negociable”), entre los cuales la libertad y dignidad de todas las
personas constituyen derechos humanos inalienables siguiendo a Robert Dahl. es
inherente a la Democracia la existencia de seis instituciones que la
garanticen, entre las cuales hay tres que son claves, desde el punto de vista
de la opinión publica: libertad de expresión, acceso a fuentes alternativas de
información y ciudadanía inclusiva. La
primera implica el derecho, sin temor a un castigo severo, de pronunciarse
sobre los asuntos políticos, en sentido amplio, que incluyen crítica del
Gobierno, de los cargos públicos, del orden socioeconómico, del régimen
político y de la ideología predominante. La segunda consiste en contar con
fuentes independientes y alternativas de información de otros ciudadanos,
expertos, libros, revistas, telecomunicaciones en general que no estén bajo el
control del gobierno de turno ni de otro grupo político en particular y estén
efectivamente protegidas por la Ley. La tercera significa que todo adulto,
residente permanente de un país y sujeto a sus leyes, tenga todos los derechos
de los que otros disfruten, a fin de que las otras cinco instituciones
políticas necesarias para una democracia efectiva y a gran escala se cumplan.
En esta dirección Sartori acota: “El nexo
entre opinión pública y democracia es constitutivo: la primera es el fundamento
sustantivo y operativo de la segunda”.
“Quien teme decir lo que piensa acaba por no
pensar lo que puede decir”.
Un sistema autocrático, al contrario, se
caracteriza por:
a) Organizar la información de manera mono
colora, mono céntrica, de acuerdo con
los parámetros del dogma doctrinario;
b)
todos los elementos de socialización principalmente la escuela, se
convierten en instrumentos de la
única propaganda: la del Estado y queda abolida la distinción entre propaganda
y educación;
c) se proyecta como un mundo cerrado que
rechaza parámetros externos y censura los mensajes del mundo circundante;
d) y es un mundo permanentemente movilizado,
en el cual la presión de los activistas del partido logran demoler al líder de
opinión con más eficacia, que la fuerza
policiaca.
Conclusión: Perspectivas en Venezuela
En Venezuela se disloco el modelo de Estado
paternalista, asistencialista, clientelar e interventor, así como el papel
colonizador de los partidos políticos tradicionales de la sociedad y de su
proceso de modernización, a través de la centralización estatal y de las
estructuras anacrónicas clientelares del Estado como una de las fuentes
principales de participación política.
Frente al colapso de los partidos hegemónicos y su desprestigio
creciente, frente a las demagógicas relaciones entre Sociedad y Estado, o la indiferencia, pasividad y
rechazo de la Sociedad ante el Estado, se requiere en esta circunstancia
azarosa por la que atraviesa el país, una cada vez mayor y más activa
participación de sus ciudadanos.
El esfuerzo de profundizar, como sistema político
más saludable, la democracia ha significado en el pasado reciente acentuar la
tendencia a rechazar el papel de los partidos, desprestigiados por su poca
solidaridad y escasos principios Morales de su clase dirigente, lo que los ha
invalidado para intentar cualquier
iniciativa en este difícil tramo y fortalecer la organización ciudadana e
incrementar su presencia activa en los innumerables debates públicos de interés
nacional.
En un escenario de aparente ejercicio pleno
de la Democracia, constitucionalmente definida como “participativa y
protagónica” desde 1999, en el concepto
venezolano, bajo el mandato del fallecido Presidente Chávez y en el presente
por sus sucesores el gobierno (Bifronte de el Presidente Maduro y el Capitán
del Furial), que en su arbitrario
ejercicio, se empeñan en imponer, en cambio, de manera unilateral, el
paradigma “hegemónico-subordinado”, con su correlato de intolerancia,
monocracia y exclusión del disenso. Lenguaje oficial hostil a los procesos de
integración regional, un viraje en la política exterior subordinada a los
dictados de la miope “revolución bolivariana”, tratando de forzar alianzas en
detrimento de las existentes con nuestros socios y aliados hemisféricos y a
favor del incierto mundo Islámico Fundamentalista y del fosilizado régimen
Castrista. Las repercusiones de esta
acción crecientemente aislacionista con respecto a la tendencia de apertura,
interdependencia y planetarización de los valores y principios democráticos.
En el contexto venezolano, la agonía del populismo-militarista
y la puesta en evidencia de sus límites y contradicciones no justifica la
vuelta a un agotado pacto de las elites. Tampoco significa prolongar las
características del Estado tentacular y omnipresente con sus secuelas de
ineficiencia, despilfarro, sobrecarga y nula capacidad de respuesta ante las
demandas ciudadanas. La redefinición del Estado-providencia y por lo tanto, la
vuelta a un Keynesianismo reformado o “Neokeynesianismo” pasa en Venezuela, por la estrategia de
acumulación que estimule la demanda efectiva y propenda a la creación acelerada
de empleo productivo y competitivo; fortalecimiento de las instituciones y
de la responsabilidad social del Estado.
Un Estado fuerte no significa un Estado autoritario, interventor sino con responsabilidades
bien delimitadas, con instituciones sólidas, con reglas constitucionales claras
y una sana y sincera relación de cooperación entre el Estado y la
Sociedad. Única y real salida el flagelo
de la pobreza y el subdesarrollo en el complejo escenario de la globalización
planetaria de todos los procesos, sociales, políticos, económicos y culturales
a partir de los nuevos paradigmas científicos y tecnológicos, que Venezuela y
los países latinoamericanos, afrontan por
sus características estructurales, en condiciones desventajosas.
Hay que decididamente confrontar el proyecto
anacrónico, autoritario, fragmentario y exclusivo en liza, a pesar de todas las
rimbombantes y Épicas proclamas que anuncian cambios radicales que la acción
cotidiana contradice, pero sobre todo hay que quebrarle la espina dorsal a la
torcida visión política predominante, sostenida en estereotipos conductuales
que inducen a la irresponsabilidad, el inmediatismo en repetir viejas practicas
de personalismo y caudillaje, sin rostro ético ni programático, con intentos de
conceptualizaciones llenas de tópicos marchitos, que han contribuido a forjar y
mantener a la base social de popularidad del actual régimen, con todo y los
quince años de precarios logros en todos
los ámbitos de las políticas publicas.
El desafío para la democracia eficiente o a
la que aspiramos la mayoría de venezolanos es la inclusión social. Esta implica la reducción al mínimo de las
asimetrías de poder. No se trata solo de un asunto de justicia social. La
inclusión es principalmente un reto político, sin ella está en juego la
estabilidad de la democracia misma. La otra cara de la moneda que se soma en
este momento, es la exclusión generadora de violencia que liquida toda
posibilidad de convivencia y lacera nuestro sensible tejido social. Hay que apostar por la paz, sin ella no puede
ser construido un proyecto y sin convivencia pacifica no puede serle
garantizada su viabilidad. No habrá democracia genuina. Sin justicia ni solidaridad
social, pero tampoco la habrá sin tolerancia, sin respeto a las diferencias,
sin derecho a los disensos, a las libertades y al pluralismo; sin transparencia
y sin rendición de cuentas, porque se vuelve al camino fácil de las dañinas y
viejas practicas populistas, y a el reparto nefasto de cuotas de poder y de
prebendas basadas, no a la devoción, entrega y profesionalismo al ejercer una
función determinada, sino en la viciada vinculación con las redes del poder de
turno, a la filiación partidista, al compadrazgo, y esto no apunta al interés
ciudadano inclusivo, sino al sectarismo grosero de la distribución obscena del
poder en función de intereses partidistas, fraccionales nepóticos y no al
interés de la condición de ciudadanos. Para terminar, una ultima reflexión, no debemos engañarnos. El colapso de la “democracia” de los partidos,
en la que se basó la modernización venezolana durante medio siglo y su duro
cuestionamiento por sus perversiones ultimas, no significa que en una
simplificación extrema sentenciemos la muerte de los partidos, pero que no
pueden pretender como ayer, subordinar a sus intereses a los ciudadanos, como
estos tampoco pueden desentenderse de los partidos ni de su acción política;
tienen la imperiosa necesidad de ser aliados en una perspectiva democrática,
para contrapesar la vocación concentradora de poder, o las tendencias
autoritarias de un Estado conducido sin mediaciones, (Cohen y Arato) agregan,
“Tal papel político es inevitablemente difuso e ineficaz. Por consiguiente, el
papel de la sociedad política entre la sociedad civil y el Estado es
indispensable”. Y este es precisamente, el tamaño de la responsabilidad de los
partidos políticos en su función de articuladores entre las demandas sociales y
la capacidad del Estado para darles adecuada respuesta. Siempre y cuando los partidos reconduzcan su
acción con parámetros distintos, no adscriptitos no clientelares; modernos,
humanizados, participativos eficientes con organizaciones internas, ágiles,
programáticos con un profundo sentido ético, que se planteen el ejercicio del
poder desde la perspectiva de una genuina cultura política democrática.
“Pasa el tiempo y el segundero avanza
decapitando esperanzas”
Pedro
R. Garcia M.
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