Un
país se puede calificar de rentista cuando el bienestar de la sociedad depende
de manera importante de un ingreso no trabajado (una renta). Ciertamente
depender de un ingreso no trabajado puede desincentivar el esfuerzo y fomentar
la indolencia. Sobre esta observación se sustentan los golpes de pecho que nos
damos los venezolanos al darnos cuenta que somos el prototipo de la sociedad
rentista, y seguidamente proclamamos, con cierto grado de escepticismo, nuestro
compromiso con superar el rentismo.
Sin
embargo, el problema con el rentismo, no es que desincentive el esfuerzo o nos
haga a los venezolanos dependientes de un ingreso no trabajado. El problema
está en el poder que le otorga al que controla la distribución de la renta, en
nuestro caso al Estado. En efecto, quien controla el Estado decide
discrecionalmente quién gana y quién pierde en esta lotería, quién debe
esforzarse más y quién debe esforzarse menos o quién simplemente no debe
esforzarse. Ante tales incentivos, el sector privado, en vez de servirle de
contrapeso al Estado, se torna parasitario,
mientras que los ciudadanos, en lugar de ser contralores del Estado, se
convierten en dependientes. Nace así el rentismo, aunque rentismo discrecional
sería un término más apropiado. La corrupción, la ausencia de políticas de
largo alcance, la inestabilidad macroeconómica son todas consecuencias del
rentismo discrecional, no sus causas.
Ciertamente,
desde el Estado se puede promover un uso del ingreso consistente con una visión
productiva, focalizando el uso de la renta en bienes públicos como lo pueden
ser educación, salud e infraestructura, así como ahorrar los recursos
necesarios para alcanzar la tan anhelada estabilidad macroeconómica. Sin
embargo, ¿por qué hacer tanto esfuerzo si distribuyendo renta y, en particular,
a las personas correctas, brinda mayor garantía de éxito político? En efecto,
para nuestro infortunio, el rentismo discrecional es políticamente rentable
pero, a la vez, es altamente corrosivo para la productividad y, peor aún, para
la libertad.
Rentismo
y Democracia. La democracia, potencial remediofrente a un Estado prepotente y
autoritario, queda desguarnecida ante el rentismo discrecional. La democracia
parte de la concepción que el antídoto al poder absoluto, es la dispersión del
poder político, empoderando a los ciudadanos mediante el voto universal e,
igualmente importante, poniendo en vigencia un estado de derecho que consagra
la independencia de los poderes, las libertades individuales y el respeto a la
disidencia. El rentismo discrecional, sin embargo, atenta contra la democracia
en cuanto que concentra el poder real en
aquellos que controlan la distribución de la renta. Esto a su vez tiende a
aumentar la pugnacidad del enfrentamiento político, ya que lo que está en juego
es mucho más que una simple alternancia en el poder entre partidos con poderes
limitados y compartidos.
Claramente,
la efectividad política del rentismo discrecional no es independiente del entorno
petrolero. En un contexto de renta creciente (por precios o producción), la
distribución es un juego de suma positiva, todos pueden ganar, aunque es de
esperarse que unos ganen más que otros. Es el mundo de lo posible, dónde
políticas contrapuestas pueden coexistir, generándose así una “ilusión de
armonía”. Sin embargo, en un entorno de renta decreciente,el cualen algún
momento se materializará, el juego se torna de suma negativa e inevitablemente,
aunque todos pierden, unos pierden más que otros, usualmente los que menos
ganaron, deslegitimando gradual o abruptamente el sistema establecido como
consecuencia de expectativas frustradas. Así el rentismo discrecional nos
expone a ciclos de inestabilidad política cada vez que una distribución de
renta tienda a excluir a un sector importante de la población o frustre las
expectativas creadas.
Instituciones
como Antídoto. Debe ser ya evidente, pero amerita resaltarlo reiteradamente,
que el problema no es la integridad moral, o el nivel de educación de quién
distribuye la renta, aunque ambos atributos sean deseables.El problema está en
el marco de incentivos que enfrentan. ¿Por qué Noruega no es rentista? Algunos
arguyen, de manera algo contraproducente y producto de la flojera mental, que
se debe a que son noruegos. Sin embargo, Noruega no es rentista por una razón
muy sencilla, existe un marco institucional que limita de manera efectiva la
discrecionalidad con la que se administra la renta petrolera. Los incentivos
son claros y conocidos por todos: el que actúe de manera incorrecta pagará un
precio elevado.
Llegamos
así al aparente antídoto al rentismo: instituciones, entendidas como
mecanismos, ya sean formales o informales, que limitan el uso discrecional del
poder. Ante esta afirmación algunos lectores acertarán en resaltar que estamos
yendo en círculos: la respuesta al rentismo es instituciones fuertes pero el
rentismo, como vimos, es factor determinante de la persistente debilidad
institucional. Al parecer, estamos entrampados. ¿Cómo, partiendo de ser un país
rentista, alcanzamos una senda de institucionalización? Más difícil aún: ¿cómo
logramos no desviarnos y ceder ante las tentaciones del rentismo?
Derechos
de Propiedad. Para responder, es necesario precisar el origen de la
discrecionalidad en el manejo de la renta: la ausencia de derechos de propiedad
claros sobre la misma. Al ser de todos no es de nadie, sino del que se la
apropie. De allí el poder que le brinda a quién controla su distribución, el
Estado. Ello sugiere que la salida pasa por aclarar los derechos de propiedad
sobre los renta petrolera.¿De quién es el petróleo? Ante esta pregunta son
pocos los que no responden: de los venezolanos. Frente a una respuesta tan
categóricamente consensuada nos preguntamos: si en efecto consideramos a los venezolanos
dueños de su petróleo ¿por qué no nos dejamos de tapujos y cristalizamos de una
vez por todas dicha afirmación?
Lo
contrario son excusas, algunas bien intencionadas, cabe decir, aunque algo
prepotentes, según las cuales el Estado, en las manos correctas por supuesto,
es el único capaz de administrar eficiente y equitativamente la renta
petrolera, asumiendo su debido papel de tutelaje sobre los ciudadanos. La
economía política y la experiencia sugieren todo lo contrario. Otras voces, no
tan bien intencionadas, sólo buscan mantener los beneficios que la actual
indefinición de derechos de propiedad les confiere, son aquellos
particularmente hábiles en su captura.
Llegamos
así a nuestra afirmación: la respuesta al rentismo pasa por el empoderamiento ciudadanoen
el manejo y contraloría de la renta petrolerahaciéndolos legítimos dueños de la
misma. Existen diferentes propuestas en esta dirección. Una alternativa sería
entregar la totalidad del ingreso petrolero a los ciudadanos en partes iguales
y luego proceder a cobrar impuestos sobre su ingreso petrolero. Sin embargo,
los costos de implementación de dicho mecanismo pueden resultar prohibitivos,
sobre todo en un país donde aún no nos acostumbramos a pagar impuestos. De allí
la propuesta del Fondo Patrimonial de los Venezolanos, según la cual se crea un
fondo de ahorro y estabilización cuyo capital estaría a nombre de los
venezolanos mediantes cuentas individuales de fideicomiso y a partir de las
cuales se deducen los impuestos correspondientes para financiar al Estado. La
propuesta se desarrolla en detalle en: Rodríguez y Rodríguez 2012.
¿Más
Rentismo? Puede sonar contradictorio pensar que la solución al rentismo pasa
pordistribuir la renta directamente a los ciudadanos de forma universal.
¿Nosería equivalente a convertir a todos los venezolanos en rentistas? Toda
propuesta de cara al futuro debe, de partida, reconocer que Venezuelapercibe
una renta, y que la seguirá percibiendo siempre y cuando nuestropetróleo sea
demandado por otros países. La pregunta, por lo tanto, no es siasignar o no la
renta. Una vez generada, la renta debe asignarse. La pregunta es: ¿cuál es el
mecanismo idóneo de asignación?EnVenezuela, por razones de índole histórica, el
Estado ha monopolizado ladistribución de la renta petrolera, brindándole al
gobierno grandiscrecionalidad en su asignación. Es esta discrecionalidad, y no
la existenciade una renta per se, la que genera los incentivos perversos
asociados alrentismo. Surge aquí la pregunta: ¿es el empoderamiento ciudadano
la mejoralternativa para limitar la discrecionalidad? Creemos que en el
contexto dedebilidad institucional en el que se encuentra actualmente Venezuela
larespuesta es afirmativa. El objetivo no es inhabilitar al Estado, es hacerlo
responder a su legítimo principal: los ciudadanos.
Transición.
Algunos se preguntarán: ¿por qué es importante impulsar esta discusión en este
momento? Logremos la transición, luego vendrá la discusión. Esto es equivocado.
Toda transición pasa por negociar las reglas del juego a seguir, no sólo entre
el chavismo y la oposición sino dentro de la misma oposición. En el caso
venezolano las reglas del juego a seguir pasan por definir las reglas en torno
al manejo de la renta petrolera.Reglas que promuevan un gran consenso nacional,
más allá de hacerlas más creíbles y duraderas, pueden facilitar enormemente la
transición.
En
definitiva, la transición de Venezuela hacia el siglo XXI ha comenzado. Ante
esta realidad evidente, y a pesar de lo difícil que nos es separarnos de los
eventos coyunturales, se hace necesario impulsar la discusión de ideas en torno
a la Venezuela que queremos y cómo lograrla. Uno de los retos más formidables
que se nos presentan es la superación definitiva del rentismo discrecional. No
es exagerado decir que, mientras no derrotemos la discrecionalidad en el
reparto de la renta, la democracia venezolana estará amenazada. Luego de 100
años sembrando el petróleo, es hora de darnos cuenta que el problema no es si
sembrar o no sembrar, o en qué sembramos y en qué no sembramos, el problema
está en quién decide, si unos pocos o muchos.
Pedro
L. Rodríguez
http://prodavinci.com/blogs/la-siembra-ciudadana-como-salida-al-rentismo-por-pedro-l-rodriguez/
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