"Coraje no es la ausencia de temor sino considerar que algo es más importante que el temor" Ambrose Redmoon
Nos habíamos hecho la
idea de que eso que llaman "colectivos" eran unos grupos de fanáticos
ideologizados, espontáneos seguidores de la idea chavista. Que eran tan solo
unos malandros malvivientes pagados por el gobierno para usarlos contra la
oposición en momentos puntuales o de manera regular contra los universitarios;
y si se animaban a emplearse en alguna industria, empresa o comercio se
dejarían de esas andanzas y se diluirían.
Esa imagen se nos formó por aquellas
turbas que en los sucesos de abril de 2002, cuando José Vicente Rangel urgido
recomendó que las llamaran y armaran con palos y cuchillos para echarlas a los
manifestantes que acosaban a Chávez desde El Silencio, porque "eso los
caga", según su florida expresión; y que, por lo tanto, eran manadas
ocasionales estimuladas por un pago a destajo, según la tarea del momento.
No obstante, los sucesos
de estos dos meses, que se iniciaron el 6 de febrero en San Cristóbal con la
protesta estudiantil contra un intento de violación a una estudiante y han
marcado de violencia y muerte a la ciudadanía en toda la extensión de nuestra
geografía: desde Puerto Ordaz hasta Maracaibo, y desde Porlamar y Cumaná hasta
San Cristóbal y Mérida, con acento destacado en Barcelona, Caracas, Maracay,
Valencia y Barquisimeto, han develado otra verdad.
Desde los primeros muertos,
al final de la marcha pacífica que concluyó en la Fiscalía General el 12 de
febrero, inicialmente achacados a los dirigentes de manifestación con el
escandaloso intento de sumar el cargo de homicidio a los tantos que le han
inventado a Leopoldo López para encarcelarlo, quedó en evidencia la actuación
de funcionarios públicos, entrenados y acreditados por organismos de seguridad
o miembros de éstos, que dispararon a matar apuntando sus armas de reglamento
con cuidado y acierto. Así ha ocurrido en todos los actos violentos, con el
triste saldo de estudiantes, empleados, periodistas, modelos y hasta militares
asesinados. Hoy van 40.
Se han visto, y
filmado, grupos bien dirigidos atacando personas, viviendas y vehículos con
saña y sevicia, y en la mayoría de los casos, acompañados y protegidos por la fuerza
pública. Paciano Padrón, en un excelente artículo puesto a circular semanas
atrás, asociaba a estos organizados grupos de esbirros con aquel cuerpo de
asesinos que montó Duvalier en la sufrida Haití, los "tontons
macoutes"; o los llamados "batallones de la dignidad" del tirano
Noriega en Panamá. Luego Paciano, los asimiló a las "camisas pardas"
nazis y a las "fascio di combattimento" o camisas negras del fascismo
de Mussolini, con la diferencia que estas últimas, al igual que las escuadras
de la Falange española, iniciaron sus acciones desde la oposición y no como
cuerpos del gobierno como son los casos de Haití y Panamá, y eso es importante,
como veremos abajo.
En nuestro terrible
caso esos llamados "colectivos" son cuerpos regulares armados y
controlados por el régimen de Maduro, aunque vestidos de civil -palabra
inadecuada, lo siento- para confundirlos con espontáneos. Son cuerpos de
esbirros integrados por funcionarios públicos en nóminas de policías,
ministerios y gobernaciones, todo lo cual tiene consecuencias políticas y
legales muy concretas, pues lejos de ser vándalos de ataques a civiles
indefensos o asesinos descubiertos en cada homicidio de un estudiante, una
modelo o un periodista y por ende convertidos en los casi anónimos responsables
de esos crímenes, sus actos son obra del gobierno de Maduro y responsabilidad
directa de los ejecutores de la represión oficial como lo son el ministro del
interior, general Rodríguez Torres, el comandante de la GN, general Justo
Noguera Pietri, el comandante de la Guardia del Pueblo, general Sergio Rivero,
el comandante de la PNB, general Pérez Urdaneta, el director del DIM, general
Iván Hernández Dalla, el director del Sebín, general Manuel Gregorio Bernal
Martínez y todos los gobernadores y
jefes de Cores a cargo de los ataques a la población. Aquí no hay
violencia desbordada, aquí hay represión dirigida por expertos militares
cubanos y ejecutada por venezolanos cipayos; sus responsables en Venezuela
tienen nombre y apellido, y no podrán escapar de la Justicia, sin importar
dónde se escondan, salvo por el tiempo en que se refugien en el "mar de la
felicidad", cueva de chulos y asesinos: la Cuba de Fidel y Raúl.
Mientras tanto, la
resistencia persistirá, las protestas se agudizarán, y extenderán por el mapa
nacional, y los venezolanos seguirán indefensos
ante la agresión premeditada del chavismo, bajo órdenes cubanas, porque
no hay fuerza que los proteja ¡Qué vergüenza!
Luis Betancourt Oteyza
betaluis@gmail.com
@betaluis
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