martes, 8 de abril de 2014

LUIS BETANCOURT OTEYZA, LOS FALSOS COLECTIVOS

"Coraje no es la ausencia de temor sino considerar que algo es más importante que el temor" Ambrose Redmoon
Nos habíamos hecho la idea de que eso que llaman "colectivos" eran unos grupos de fanáticos ideologizados, espontáneos seguidores de la idea chavista. Que eran tan solo unos malandros malvivientes pagados por el gobierno para usarlos contra la oposición en momentos puntuales o de manera regular contra los universitarios; y si se animaban a emplearse en alguna industria, empresa o comercio se dejarían de esas andanzas y se diluirían. 


Esa imagen se nos formó por aquellas turbas que en los sucesos de abril de 2002, cuando José Vicente Rangel urgido recomendó que las llamaran y armaran con palos y cuchillos para echarlas a los manifestantes que acosaban a Chávez desde El Silencio, porque "eso los caga", según su florida expresión; y que, por lo tanto, eran manadas ocasionales estimuladas por un pago a destajo, según la tarea del momento.

No obstante, los sucesos de estos dos meses, que se iniciaron el 6 de febrero en San Cristóbal con la protesta estudiantil contra un intento de violación a una estudiante y han marcado de violencia y muerte a la ciudadanía en toda la extensión de nuestra geografía: desde Puerto Ordaz hasta Maracaibo, y desde Porlamar y Cumaná hasta San Cristóbal y Mérida, con acento destacado en Barcelona, Caracas, Maracay, Valencia y Barquisimeto, han develado otra verdad. 
Desde los primeros muertos, al final de la marcha pacífica que concluyó en la Fiscalía General el 12 de febrero, inicialmente achacados a los dirigentes de manifestación con el escandaloso intento de sumar el cargo de homicidio a los tantos que le han inventado a Leopoldo López para encarcelarlo, quedó en evidencia la actuación de funcionarios públicos, entrenados y acreditados por organismos de seguridad o miembros de éstos, que dispararon a matar apuntando sus armas de reglamento con cuidado y acierto. Así ha ocurrido en todos los actos violentos, con el triste saldo de estudiantes, empleados, periodistas, modelos y hasta militares asesinados. Hoy van 40.
Se han visto, y filmado, grupos bien dirigidos atacando personas, viviendas y vehículos con saña y sevicia, y en la mayoría de los casos, acompañados y protegidos por la fuerza pública. Paciano Padrón, en un excelente artículo puesto a circular semanas atrás, asociaba a estos organizados grupos de esbirros con aquel cuerpo de asesinos que montó Duvalier en la sufrida Haití, los "tontons macoutes"; o los llamados "batallones de la dignidad" del tirano Noriega en Panamá. Luego Paciano, los asimiló a las "camisas pardas" nazis y a las "fascio di combattimento" o camisas negras del fascismo de Mussolini, con la diferencia que estas últimas, al igual que las escuadras de la Falange española, iniciaron sus acciones desde la oposición y no como cuerpos del gobierno como son los casos de Haití y Panamá, y eso es importante, como veremos abajo.
En nuestro terrible caso esos llamados "colectivos" son cuerpos regulares armados y controlados por el régimen de Maduro, aunque vestidos de civil -palabra inadecuada, lo siento- para confundirlos con espontáneos. Son cuerpos de esbirros integrados por funcionarios públicos en nóminas de policías, ministerios y gobernaciones, todo lo cual tiene consecuencias políticas y legales muy concretas, pues lejos de ser vándalos de ataques a civiles indefensos o asesinos descubiertos en cada homicidio de un estudiante, una modelo o un periodista y por ende convertidos en los casi anónimos responsables de esos crímenes, sus actos son obra del gobierno de Maduro y responsabilidad directa de los ejecutores de la represión oficial como lo son el ministro del interior, general Rodríguez Torres, el comandante de la GN, general Justo Noguera Pietri, el comandante de la Guardia del Pueblo, general Sergio Rivero, el comandante de la PNB, general Pérez Urdaneta, el director del DIM, general Iván Hernández Dalla, el director del Sebín, general Manuel Gregorio Bernal Martínez y todos los gobernadores y  jefes de Cores a cargo de los ataques a la población. Aquí no hay violencia desbordada, aquí hay represión dirigida por expertos militares cubanos y ejecutada por venezolanos cipayos; sus responsables en Venezuela tienen nombre y apellido, y no podrán escapar de la Justicia, sin importar dónde se escondan, salvo por el tiempo en que se refugien en el "mar de la felicidad", cueva de chulos y asesinos: la Cuba de Fidel y Raúl.
Mientras tanto, la resistencia persistirá, las protestas se agudizarán, y extenderán por el mapa nacional, y los venezolanos seguirán indefensos  ante la agresión premeditada del chavismo, bajo órdenes cubanas, porque no hay fuerza que los proteja ¡Qué vergüenza!
Luis Betancourt Oteyza
betaluis@gmail.com
@betaluis

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