sábado, 19 de abril de 2014

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, DIALOGAR SIN DOGMATISMOS

Si algo afecta de manera significativa el proceso de diálogo político en Venezuela y estimula su inviabilidad y, en consecuencia, la irresolución de la profunda crisis que vivimos, es que se siga aplicando un modelo político de intolerancia y agresión contrario al sistema democrático previsto en la Constitución y en virtud del cual se desconocen de hecho sus principios, sus reglas y sus procedimientos. 

De la misma manera resulta indispensable asumir con carácter prioritario la recuperación del institucionalismo en el país; el reconocimiento pleno de los derechos ciudadanos; la corrección sustancial de actos, políticas, decisiones y conductas antidemocráticas; asegurar el cumplimiento de los objetivos del Estado y desarrollar justas y equilibradas relaciones políticas entre el gobierno y el resto del país, entendido siempre a aquel como órgano subordinado y dependiente de la sociedad y al servicio integral de la Nación.

No cumplir el deber de dialogar en condiciones adecuadas y no corregir la apreciación sesgada se observa, exhibiendo un indebido dogmatismo ajeno al carácter de nuestro sistema político, sería perder la oportunidad de asumir el sentido cabal de la democracia tal y como lo ordena la Constitución.

Tan grave es la situación venezolana que el diálogo que en esencia representa el eje de la democracia  para que se materialice el deber del gobierno de dirigir y el derecho de la oposición de controlar y vigilar la gestión del Estado, roles necesarios que se complementan y son parte de los derechos políticos, no existe en el país y debe ser influido por otros.

Venezuela no es un Estado socialista y menos aún un Estado comunista, si nos acogemos  al expreso mandato de la Constitución. Venezuela  es y debe ser un Estado Democrático (artículo 2 de la CRBV) lo cual demanda un comportamiento político conforme a lo que esto representa como mecanismo de ejercicio del poder, en medio de la diversidad y la pluralidad, para establecer equilibrio de intereses y reconocimiento de derechos propios y ajenos.

Aquella inicial declaración del comunismo del año 1920 y siguientes, en virtud de la cual se proclamaba como una ideología destinada a la: "destrucción radical del régimen capitalista" y a la: "toma de posesión de todos los medios de producción e intercambio", evidenciaba un radical e irreconciliable antagonismo con la concepción liberal de la democracia y del Estado, tal y como se estableció en las Repúblicas durante el siglo XIX y ha subsistido hasta el presente. Además, proclamaba acabar con el: "régimen parlamentario y la democracia burguesa", con sus representantes, entre ellos: "los partidos socialistas que han hecho causa común", señalando la necesidad de establecer la dictadura del proletariado y la propiedad comunista que era: "el fundamento único de la libertad individual". Igualmente, la forma de reconocer la soberanía popular era otorgando: "todo el poder a los soviet", uniformando la actuación política, planificando y concentrando la economía, acabando la iniciativa privada y desapareciendo cualquier otra ideología, agrupación, comportamiento político y social opuesto a sus ideas.

Esa doctrina demostró su inviabilidad al pretender sustituir a la sociedad libre y democrática, que  requiere el debate y la crítica, privilegia la diversidad, el parlamentarismo, la libertad de consciencia, de opinión, de expresión y de manifestación,  la división de los poderes y garantiza la alternabilidad política como forma de renovación social, prerrogativa y derecho incuestionable del pueblo.

Cualquier ideología que limite o destruya como lo hizo el comunismo, el fascismo, el totalitarismo y hasta algunas supuestas democracias, el desenvolvimiento libre de la sociedad, pierde en el mundo actual su capacidad de representación y dirección.

Si el diálogo político no interpreta la aspiración social de cambio, la naturaleza del régimen político, la necesidad de rectificaciones esenciales, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y del Estado de Derecho, el acatamiento de la voluntad mayoritaria de la nación, se acentuará la desconfianza, la división y el enfrentamiento que ha gestado la incapacidad del liderazgo, la incomprensión de las realidades nacionales y el incumplimiento de los fines superiores del país, entre ellos: "el ejercicio democrático de la voluntad general", que supone  convivencia, equilibrio, reconocimiento, para admitir el derecho y la razón de otro y cumplir el imperativo de alcanzar la prosperidad y el bienestar del pueblo, tal y como lo ordena sin excepciones la Constitución.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599

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