Había una vez un país que tuvo la desgracia
de caer en las garras del comunismo. Llegó a cultivar el culto a la
personalidad de sus gobernantes y a pelearse con la Iglesia. Tuvo una reducción
drástica de los artículos de primera necesidad, restricciones severas a la
libertad y empezaron manifestaciones en muchas de sus ciudades importantes. El
régimen, finalmente, perdió el apoyo y se constituyó un Frente de Salvación
Nacional. Fue el inicio de un duro período de transición desde una economía
dirigida y controlada por el Estado a una de libre mercado. Pero su democracia,
libertades y economía se fueron consolidando y mejorando y hoy es un país de
gran futuro.
Vlad Tsepesh, el verdadero Conde Drácula. |
Este cuento es absolutamente real. Se parece
mucho a lo que pasa en Venezuela con la
escasez, las limitaciones a las libertades y las protestas que van en aumento.
El país del cuento se llama Rumania, situado
en Europa tocando al Mar Negro. Fue territorio romano y de allí su nombre. Como
otros cercanos a la antigua URSS se infectó de la dominación totalitaria
comunista y llegó al colapso inevitable de su economía. Sus ciudadanos, al
igual que nosotros, se cansaron de tanta pendejada y formaron unas protestas
inmensas por todo el territorio. El régimen se derrumbó y desde hace años
Rumania es miembro de la Unión Europea y su progreso es evidente.
Además de lo mencionado, nos une su idioma
heredero, como el nuestro, de las llamadas lenguas romances por lo que, para
nosotros, aprender a hablar rumano es más fácil que pelar mandarina.
Y como
si eso fuese poco a Venezuela el mundo la conoce por sobre simplificación a dos cosas, el
petróleo y sus bellas mujeres. Pues igual, a Rumania la conocen más por la
ficción del Conde Drácula y por la mejor gimnasta de todos los tiempos Nadia
Comaneci.
Por supuesto las diferencias entre el proceso
político social de Rumania tiene miles de diferencias con el nuestro y nada
garantiza que al final los resultados sean similares, pero hay varios
aprendizajes. El primero es que la instalación de los sistemas comunistas ha
existido en muchos países y nos tocó ahora a nosotros. El segundo es que con el
cuento de eliminar las diferencias de “clases”, se establece un sistema
económico controlado por el Estado que asfixia la iniciativa privada y genera
en pocos años un nivel de pobreza traducido principalmente en la escasez de
todo. El tercero es que el reclamo social aparece y usualmente es muy duro y el
cuarto es que la posibilidad de que se genere un cambio de rumbo existe.
Los rumanos crearon un gobierno de transición
y en él participaron también personeros del antiguo régimen. Tal vez sea una
buena idea para nuestro caso y podría facilitar el proceso.
No tenemos otra opción que convivir como hermanos y construir un bonito país. Rumania lo hizo y hasta convirtió a su pavoroso y sanguinario Conde Drácula en una de sus mejores fuentes de ingresos por el turismo.
Vamos bien.
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
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