Tuve ocasión de
visitar algunos países comunistas europeos unos diez años después de la
liberación de su yugo opresor. La diferencia con los naciones occidentales
capitalistas era abismal. Quizás donde aún se hace más patética la comparación
es en las dos Alemania, las dos Corea, los dos Vietnam. Hoy en día, Alemania
Oriental es una especie de rémora para la exitosa hermana occidental, como
también están resultando ser los últimos países excomunistas que se han
incorporado a la Unión Europea. Cuando se pasa por tierra de Escandinavia a
Rusia enseguida se nota el subdesarrollo, con carreteras con huecos,
descuidadas y alcabalas tipo Venezuela.
Cuando cayó el muro
de la vergüenza, los dueños originales de los locales, casas o apartamentos que
habían sido confiscados en Berlín Oriental, les dieron la oportunidad de
rescatar sus inmuebles. Sin embargo, al comprobar el estado de descuido, pero
sobre todo, de hacinamiento y pobreza de sus ocupantes ninguno procedió. En una
casa donde vivía una familia acomodada de cuatro personas, ahora estaba ocupada
por cinco familias completas, como en Cuba.
Lo que más llamaba la
atención de estos países es la falta de estímulo al progreso. Para el tiempo de
mi viaje los gobiernos trataban de devolver a los particulares todos los
negocios propiedad del gobierno comunista. Pero se topaban con la apatía de sus
conciudadanos y con la desconfianza de que los pusieran presos si fracasaban en
sus negocios. Los préstamos oficiales con bajos intereses y años muertos eran
vistos con cierta suspicacia, amén de que no existía experiencia previa en este
tipo de transacción capitalista.
Años de dependencia y
paternalismo de Estado habían mermado las ansias de superación. El conformismo
se convirtió en la regla. ¿Para qué matarse trabajando si de todas maneras vas
a ganar igual?
Todos los países
comunistas abandonaron esa fracasada teoría económica. Hasta China y la misma
Cuba están tratando de salir del foso, en cambio Venezuela con el chavismo
quiere entrar de lleno en él. No me canso de decirlo. Haber sido comunista fue
un error, seguirlo siendo es una tremenda estupidez. Que oiga quien tiene
oídos…
Ernesto
García Mac Gregor,
garciamacgregor@gmail.com
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