lunes, 7 de abril de 2014

CARLOS BLANCO, "PARA EL RETORNO A LA DEMOCRACIA SERÁ INDISPENSABLE DEJEN DE REPRIMIR COMO LO HACEN", TIEMPO DE PALABRA

¿SALIDA MILITAR?

Para criticar la propuesta de "la salida" hay quienes dicen que implica "la llegada de un Pinochet" a través de inevitable violencia. La opción, frente a la interesada versión que se arguye, habría sido -o es- un proceso de acumulación de fuerzas para uno de dos resultados: una crisis económica tan severa que obligara al régimen a pedir cacao -¿cambiar? ¿Renunciar?- o avanzar hasta las elecciones parlamentarias de 2015, el referéndum revocatorio presidencial o, al final, en las elecciones presidenciales de 2019. Según esa visión las opciones serían "Pinochet" ahora, o elecciones el año 2015, 2016 o 2019.

Los promotores de "la salida" tendrían dos culpas combinadas. Una, de no haber explicado con qué se come eso; dos, haber promovido la violencia que se extiende ya por más de dos meses en el país. Conviene analizar estos dos elementos, constitutivos ambos de falacias destinadas a corear las acusaciones en contra de Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma, como instigadores de la conmoción que se ha desplegado por más de sesenta imprevisibles días.

Ya se ha dicho con suficiencia que los planteamientos del 23 de enero y del 2 de febrero formulados por los dirigentes mencionados fueron para iniciar una discusión sobre los mecanismos constitucionales de reemplazo del régimen de Maduro; hay quienes argumentan, sin embargo, que esa fue la fachada, que lo que estaba en el fondo era la provocación del caos, tal como sostiene el Gobierno. Les atribuyen una capacidad de adivinación que cualquier brujo o curioso desearía para sí. La verdad es que nadie sabía, ni ellos ni nadie, el grado de furia y desesperación existente, que emergió no por un llamado que a la luz de hoy parece modesto, sino por la represión y los asesinatos cometidos por las fuerzas policiales, militares y paramilitares del régimen. Hasta el Gobierno tuvo que conceder que los asesinatos del 12 de febrero, con motivo de la inmensa manifestación convocada por los estudiantes, fueron directa responsabilidad de sus fuerzas.

Resulta extraño que la propuesta de "la salida" (no menos precisa que la de esperar elecciones en las que hipotéticamente se ganaría) reciba los denuestos de quienes la consideran abstracta. Desde luego que hay temas más subalternos, como sobre quiénes son los líderes y cuál es su autonomía de vuelo. Hoy los líderes son los dirigentes de la calle, los estudiantes, los jóvenes, y sin duda los mencionados dirigentes políticos. Expresan el momento, así como Henrique Capriles expresó el momento electoral de 2012 y 2013. Nadie está en un lugar definitivo, porque el liderazgo es líquido y no depende de lo que se ha hecho, sino de lo que se hace. Nadie es jefe definitivo. Desde esta esquina se ha insistido en lo que son los líderes, cómo dejan de serlo, y cómo algunos "caídos" retornan. Nada está escrito y están para testimoniarlo: Carlos Ortega, Pedro Carmona, Enrique Mendoza, Manuel Cova, Julio Borges, Teodoro Petkoff, Carlos Fernández, Juan Fernández, Manuel Rosales, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Leopoldo López, María Corina, para nombrar algunos de los más relevantes. Sólo la interpretación cabal de una situación compleja permite el ejercicio del liderazgo y es lo que ha ocurrido con la multitud de dirigentes estudiantiles y juveniles, así como los portavoces de "la salida". Son dirigentes en la medida en que interpretan y -hasta cierto punto- canalizan la energía inmensa que hoy se despliega, pero no tienen -ni quieren, ni podrían tener- la capacidad de domesticar la calle.

LOS MILITARES.


 Qué ueden venir los militares? ¡Por favor! Para quienes no lo hayan advertido, los militares no sólo están acá sino que de la mano de Chávez crearon un régimen militarista, en el cual hay militares en la sopa, debajo de las alfombras, y dentro y fuera de las cajas fuertes. Hay casos históricos en los cuales civiles acompañan e incluso presiden gobiernos militares y militaristas, el civil Juan María Bordaberry en Uruguay presidió uno de los gobiernos militares más represivos de los que se tenga memoria en América Latina.

La salida del actual régimen no demanda un golpe militar, tal como el de Chávez en 1992, sólo que exitoso. El reemplazo de este bochinche requiere que todos los sectores democráticos cumplan con sus obligaciones y, deseablemente, que la Fuerza Armada cumpla con su deber constitucional, que se concreta en no acatar órdenes inconstitucionales o ilegales, que no se comporte como la guardia pretoriana de un régimen muy debilitado y que no reprima la protesta popular.

A los militares conviene que en Venezuela no exista un régimen militarista; a los militares conviene un fortalecimiento de la institución, bajo la subordinación constitucional al poder civil -no al poder de un civil militarista- , al poder republicano. Los militares pueden contribuir a la consecución de este objetivo y ya lo hicieron en 1958. El 23 de enero se explica porque la lucha ciudadana y civil fue acompañada por el desacato de órdenes inconstitucionales del dictador por parte de la mayoría de los oficiales; surgió una Junta de Gobierno presidida por un militar, Wolfgang Larrazábal, quien cumplió en forma impecable la tarea de conducir a Venezuela hacia unas elecciones libres y limpias. En ese caso, los militares cumplieron la tarea de contribuir a reemplazar un régimen que proclamaba gobernar en nombre de las Fuerzas Armadas, para transitar hacia un régimen civil. ¿Qué obtuvieron los militares? Una institución que fue sólida y confiable por muchos años, pero mucho más importante, el respeto de la República y de sus ciudadanos.

El papel de las fuerzas armadas en las transiciones es crucial. Pinochet fue derrotado por la unidad política en el referéndum pero intentó desconocer el resultado; entonces el general Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea y otros generales se le enfrentaron al dictador. Fue una decisión del generalato chileno, "la cual aceptó" el enfadado Pinochet. Igual ocurrió en Brasil que tuvo 21 años de gobiernos militares de 1964 a 1985, el general Ernesto Geisel uno de los presidentes de la serie, fue el que encabezó la idea de la "apertura" y la "descompresión" que tardó casi cinco años en dar sus frutos, hasta que apareció un poderoso movimiento por elecciones -¡Directas Ya!- que abrió camino, al principio zigzagueante, a la ahora fuerte democracia brasileña.

Hoy, en un año o en diez, para el retorno a la democracia será indispensable que los militares dejen de reprimir como hoy lo hacen, eso significará una de dos cosas: o que sectores del chavismo comprendan que tienen que abrir camino a una transición que ya va siendo estrepitosa o que los militares dejen de acatar las órdenes de reprimir a los ciudadanos, porque éstos no vencen sin armas a los armados. En todas las crisis políticas de América Latina los militares han dicho su palabra.

www.tiempodepalabra.com
@carlosblancog

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