lunes, 21 de abril de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, LAS SIETE PALABRAS EN POLÍTICA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

En política pudiera calcarse lo que el Catolicismo hace a través del sermón de las Siete  Palabras apostando así a convertir tan significativo momento  en oportunidad para aprender el ejercicio de una sana política.

LAS SIETE PALABRAS EN POLÍTICA

La religión, decanta parte de su praxis en simbolismos adoptados para afianzar compromisos de vida espiritual. El catolicismo recurre a ceremoniales que igualmente buscan exhortar sentimientos que consagren el recuerdo de Jesús de Nazareno. Uno de ellos, por demás de suma trascendencia, lo constituye Las Siete Palabras que se realiza cada Viernes Santo a manera de evocar las siete últimas frases que pronunció Jesús durante su crucifixión, antes de morir, tal como se recogen de los Evangelios canónicos. Por considerarse propio de un momento devocionario de excepcional importancia, la Iglesia Católica dedica una liturgia que no sólo conmemora tan conmovedora situación. También para interpretarlas desde la perspectiva de las realidades vigentes. Ello se ha dado por llamar: el Sermón de las Siete Palabras.

En política pudiera calcarse tan significativo hecho apostando a convertirlo en oportunidad para aprender el ejercicio de una sana política. De aquella política que puede enseñar a ganar a los hombres con la buena fe, antes que someterlos a una ideología con amenazas disfrazadas e inspiradas en la demagogia del populismo. Ya decía Francois-René de Chateaubriand, diplomático y político francés, que “la verdad política, cualquiera que sean sus formas, no es más que el orden y la libertad”. Sólo que las tinieblas bajo las cuales se manipula la política de ocasión, sobre todo cuando se hace del poder, justifican cualquier excusa para no reconocer que la política sensata es capaz de aplicar en cada tiempo aquellos ideales que las circunstancias hacen posible alcanzar. Desde luego que pensar que sólo siete palabras podrían servir para abordar la complejidad de la política en el marco de desviaciones que caracterizan su cuestionada práctica actualmente, es una absoluta equivocación. Sin embargo, pudiera hacerse un primer ejercicio basado en el método de prueba y error a fin de llegar a un estado del arte más propositivo que indicativo por cuanto el problema de reflexionar sobre política toca antes la espiritualidad que la corteza cerebral de quienes chantajean en nombre de la política.

Así se predicarían siete palabras que exalten la dignidad de la política.

Primera Palabra: La humildad nace de la confianza que el político debe animar en los demás hacia su persona a través de demostrar un liderazgo verdadero. Un liderazgo ausente de razones que inciten a actuar con fanfarronería y petulancia.

Segunda Palabra: Publio Siro, escritor latino de la antigua Roma, dijo que “Dios mira las manos limpias, no las llenas” lo cual era una forma de aducir la honradez como virtud o el valor de actuar siempre con la verdad de por medio, ser decente, recatado, razonable y probo. O sea, honesto.

Tercera Palabra: La tolerancia entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, resume una actitud de aceptación del legítimo pluralismo lo cual destaca la capacidad de un político de saber ceder en un conflicto de intereses justos.

Cuarta Palabra: Quien se precie de vivir la política desde el poder, no debe dejar de ser persona solidaria. De la solidaridad comprendida como aquel sentimiento que basado en la unidad, busca conseguir metas, objetivos o intereses en común. Ya Émile Durkheim explicaba la solidaridad como un “valor requerido para unir los miembros de una sociedad”. Un gobierno que tenga sentido de sus responsabilidades, tiene igual sentido del concepto de solidaridad.

Quinta Palabra: Libertad. El político debe jugárselas todas por incitar las mayores libertades posibles pues del hecho de contar con una sociedad libre, depende ganar un pueblo con pensamiento autónomo y de actitud soberana.

Sexta Palabra: Un político responsable es quien a conciencia sabe hacerse cargo de sus decisiones asumiéndolas en un contexto de enriquecimiento espiritual donde no se maltrate a nadie. Arrogándose no sólo sus derechos, sino además sus deberes ciudadanos. Sabiendo que ser responsable compromete la sabiduría necesaria para cumplir con las obligaciones de ley.

Séptima Palabra: Ser demócrata no es decirlo para llenar un mero espacio de algún formulario. Es doblegarse cuando las necesidades lo exijan, o cuando se precise de exhortar el valor igualdad como razón de vida de una nación. Porque ser demócrata es una actitud asumida de cara a la vida. Con esta última, quizás la más importante, puede decirse que ha concluido el ejercicio de animar esta reflexión sobre las Siete Palabras en Política.

VENTANA DE PAPEL

¿OTRO VIA CRUCIS?

Azuzados por el descontento que cunde al país, la Semana Santa sirvió para desplegar actitudes que si bien siguieron correspondiéndose con las tradiciones católicas, del mismo modo dejaron ver sentimientos de protesta del venezolano. De ese venezolano de pensamiento, comportamiento y esperanzado en vivir bajo un sistema político democrático.

Así se vio que la pasión de Jesús representada mediante la escenificación de sus últimos momentos de vida, antes de morir sacrificado, fue montada bajo argumentos que revelaron la crisis política y económica que padece Venezuela. Estudiantes salieron a las calles para dramatizar el vía crucis. Aunque realmente fue otro vía crucis o sucesión de momentos que buscaron enviar un mensaje de reflexión alrededor de los problemas que afectan la salud emocional, familiar y ciudadana del venezolano.

Distintos recorridos fueron escogido por jóvenes del movimiento estudiantil para reflejar los doce problemas que más afectan al país. De esa forma, cada estación del vía crucis se prestó para condenar la censura, la corrupción, el déficit de viviendas, la pésima educación, la devaluación, la escasez, el desabastecimiento, la inseguridad y el pronunciado deterioro de la calidad de vida de los venezolanos que además ha causado luto a centenares de familias. Según Danny Ramírez, avezado dirigente político merideño, ese otro comenzó a recorrerse “la mala noche de  diciembre de 1998, en una jugada de la antipolitica, del odio partidista y de la oligarquía rancia desplazada del poder durante la era democrática”.

No hay duda de que en Venezuela ha venido transitándose una ruta de destrucción de valores de ciudadanía convirtiendo cada habitante del país “en seres llenos de miedo, chantajeados por un gobierno que ofrece ser el único medio para satisfacer necesidades básicas, sin derecho a opinar  y menos a pensar distinto”. Así como Jesús enfrentó con resistencia los latigazos, asimismo en Venezuela la democracia hace frente al azote del régimen. Ciertamente, acá se ha vivido durante casi tres lustros de mal gobierno, pésimas ejecutorias que resultan en un cruel padecimiento. O será que en verdad todo ello es ¿otro vía crucis?

PATRIA, PERO SIN SENTIDO NI FORMA

¿Por qué tanto empeño del régimen en vender la idea de que “tenemos patria”, cuando en realidad todo suena a “canto de sirena” en medio de un mar sin frontera ni posibilidad de avistar un trozo de tierra firme? A decir del historiador Luís Enrique Izaguirre , lo que viene sucediendo en Venezuela “no es un juego de política. Es una manipulación y práctica macabra, mucho más cruel e inhumana que la acontecida en otros regímenes del mundo, que copiaron el esquema filosófico comunista”. No conforme con tan dura aseveración, sigue escribiendo Izaguirre, que “la cruda verdad la vemos a diario, cuando no se respetan ni las condiciones de edad ni las ilusiones de muchos venezolanos”.

Aunque vale también ventilar el problema que padecen aquellos jóvenes que en su fuero interno llevan la antorcha encendida de la libertad, y que caen muertos en el campo de batalla en que ahora se han convertido las calles del país. Sobre todo, de aquellas que, por estratégicas, se constituyeron en sitios de choque en medio de situaciones desiguales. En medio de confrontaciones discordantes. O sea, piedras contra balas, botellas contra perdigones, gritos contra gases lacrimógenos. Pareciera que el tan cacareado “diálogo”, ha sido otra ocasión más para “arar en el mar”.

Y es que el modelo impuesto por la mal llamada “revolución bolivariana”, nunca aceptará condiciones democráticas como lo hacen los pueblos que ejercen la verdadera y justa política de libertad. El severo trazado de Luís Enrique Izaguirre, llega a asegurar que “los poderes y sobre todo el electoral, están blindados con un programa cibernético preciso que siempre dará por ganador al candidato de turno. Y ni que decir de los otros poderes, controlados por el poder de los Castro, quienes con su precisa geopolítica, hacen lo que quieren en nuestra mal herida tierra” Entonces, ¿qué decir del trillado término patria? No hay de otra. Patria, pero sin sentido ni forma.

“Toda reflexión que invite a consustanciarse con las necesidades del pueblo y sus posibles soluciones, debería ser consuetudinaria tarea de un debido ejercicio de gobierno y responsabilidad de quienes hacen de la política un oficio constructivo” AJmonagas   

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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