El
debate escenificado en cadena nacional en el Palacio de Miraflores por los
dirigentes del PSUV y de la MUD constituyó un evento político de enorme
importancia cualitativa que con probabilidad sumará unos cuantos gramos de más
en torno a la percepción general de la crisis nacional que se expande con
velocidad entre toda la población.
El evento, propuesto a los venezolanos en calidad de “diálogo”, terminó constituyendo una rotunda acta de acusación en contra del oficialismo en virtud del manejo irresponsable de la mayoría de los problemas nacionales y su mortificante agravamiento de los últimos años. La Unidad obtuvo una victoria política clarísima y superó con holgura los monocordes argumentos del chavismo, casi todos invocados para recrear situaciones políticas que tuvieron lugar hace diez o doce años atrás
Las
colas para consumir alimentos, los estragos del hampa y los secuestros, la
ruina del aparato productivo nacional, las cuatro devaluaciones de la moneda,
la crisis cambiaria, la escasez de divisas, el fracaso de las expropiaciones.
Fueron contenidos vaciados antes los venezolanos en calidad de argumentos con
notable calidad expositiva, por Julio Borges, Simón Calzadilla, Juan José
Molina, Henry Ramos Allup y Roberto Henríquez, entre otros.
Esta
sola circunstancia desnuda de nuevo cuan equivocados suelen estar quienes hacen
aproximaciones tan rígidas y geométricas de las ciencias sociales.
Especialmente precaria luce, en este momento, aquella oración colocada en las
redes en calidad de mantra, según la cual “el diálogo le lava la cara al
régimen”, puesto que “los principios no se negocian”. Ni el gobierno se lavó la
cara, ni salió fortalecido, ni se negociaron principios algunos, ni
desmovilizará protesta alguna en el futuro.
Lo que estamos debatiendo en esta coyuntura son los contenidos que se escudan detrás de los dos modelos que se disputan el poder en el país. Uno de esos modelos, el socialista, ha arruinado por completo a Venezuela y eso era necesario denunciarlo en un escenario en cadena. La política moderna se alimenta en muy buena medida de precepciones. No hubo esa noche un solo orador del chavismo capaz de rebatir con propiedad las reiteradas acusaciones hechas por la Oposición. Con un panorama mediático secuestrado y hermético, en el cual la censura y la autocensura están la orden del día, perder la oportunidad de dirigirse al país para hacer gala de otra inútil exhibición de principismo habría constituido una auténtica tontería. Nadie debe olvidar que una buena parte de nuestros compatriotas tiene al canal estatal como única fuente de información. El chavismo quedó desenmascarado.
También
se equivocan aquellos que insisten en menospreciar y ridiculizar lo hecho hasta
ahora en las jornadas de protesta que comenzaron el 12 de febrero, y
evidencian, todavía, una inexplicable reserva
hacia la presencia de los ciudadanos en la calle como terreno natural de
este problema. Afirmar que lo que ha sucedido desde esa fecha para acá
constituye “un fracaso”, en virtud de los presos, los heridos y los desmanes
registrados, es, cuando menos, una mezquindad.
La sola escenificación del debate lo delata. Muy mal, muy nervioso, muy consciente de su debilidad, tiene que estar un gobierno que prácticamente tiene que implorar a sus enemigos que asistan a Miraflores para tener que escuchar aquella reláfica de agravios y acusaciones frente a todo el país y parte de la comunidad internacional. Todo eso ha sido posible gracias al asedio democrático y a la indignación ciudadana. Por muy antipática que algunos les luzca la consigna de “La Salida”.
No
se puede afirmar sin simplificar las cosas excesivamente que lo único que se ha
hecho en estas semanas es trancar las urbanizaciones de clase media con
guarimbas. Eso no es cierto. Afirmarlo, por cierto, es opacar por completo el
papel del movimiento estudiantil en este trance. En el país ha tenido lugar un
despertar ciudadano en el cual se han escrito capítulos importantes, con
victorias políticas claras, en contra de un gobierno que ha evidenciado muy
poco interés en escuchar a sus adversarios y que no cree en la democracia. Si
este gobierno no es democrático, como se afirma, ha llegado la hora de las
terapias combinadas. Necesitamos más
flexibilidad en las posturas. La agitación política que los partidos estaban
llamados a comandar, y cuya tarea no ejecutaron, se derramó de forma no
planificada en clave de asambleas, protestas con toda suerte de ardides
inteligentes y multitudinarias marchas que han estremecido a la nación.
Las
dos estrategias han sido válidas, y una es aproximadamente consecuencia de la
otra. No afirmo esto, “para estar seguro de no equivocarme”, como se podría
estar pensando de forma pueril. No estamos armando una quiniela; quién acierta
o quién se equivoca acá es lo de menos. Estamos analizando los hechos. Ha
ocurrido en otros entornos igualmente conflictivos: así como es importante
salir a la calle y no dejarse pisotear cuando toca plantarse frente a
autocracias como ésta, también lo es meterse en las aguas de la retórica para
dar la batalla necesaria en el terreno conceptual. Mucho más frente a todo el país.
La victoria política y comunicacional obtenida por la MUD en el debate del pasado jueves ha sido tan contundente que no ha dejado de sorprender a la opinión pública y a la misma oposición. Ha dejado sin argumentos al inmovilismo amante de soluciones exclusivamente electorales, que acusa de “antipolítico” a todo aquello que se sale de cierta ortodoxia, y al eternamente miope costado radical de la disidencia. Se ha dado un enorme paso al momento de enviarle mensajes políticos concretos al país nacional, buena parte del cual no nos escucha porque la disidencia democrática ha pedido la televisión.
Puede
que sea cierto que, en sí mismo, el dialogo planteado no ofrezca demasiadas
posibilidades y no comprometa al gobierno a aplicar las rectificaciones que
espera el país. Pero si no lo hace, peor para ellos: el 2015 es un año que
ofrece la costa de una importante consulta electoral, la de las parlamentarias.
Esto en caso de que la Oposición no sea capaz de presentar otra propuesta
antes. Este desarrollo, espontáneo, aproximadamente anfibio, ha hecho muchísimo
para debilitar al chavismo ante el país. Vamos a aceptarlo. Es hora de ser más
flexible en los diagnósticos. Acá todo suma. Lo único que falta acá es salir a
comandar la calle con un objetivo político concreto. No estamos muy lejos. El modelo socialista ha fracasado por
completo y ninguna cantidad de spots, componendas, censuras y presiones puede
ocultar eso.
Alonso
Moleiro
alonsomoleiro@hotmail.com
@amoleiro
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