El Gobierno, rehén de sus propios excesos y
desaciertos, trata de ganar tiempo para que el descontento popular por la
inseguridad personal, la inflación, la escasez, el desabastecimiento y la
corrupción generalizada, no desaten el tsunami que lo barrería. En busca de
oxígeno propuso la Conferencia Nacional de Paz. Intenta construir una
plataforma que permita el diálogo demandado por distintos actores que han
reaparecido con fuerza en el escenario nacional: la Iglesia Católica, los
empresarios, las víctimas de la violencia.
Maduro pensó que podía escaparse por la tangente proponiendo un parlamento desabrido, como si viviésemos en Bambilandia, en el que se hable de paz, concordia y reconciliación en abstracto, obviando las causas que han originado la enorme polarización y fractura que dividen al país. Quiere maquillar el rostro de dictador que le ha dejado un mes de protestas populares. La respuesta de los líderes políticos, estudiantiles, eclesiásticos y empresariales más importantes, fue categórica: diálogo, desde luego, pero a partir de una agenda que contemple los puntos álgidos; esos que han convertido a Venezuela en una sociedad erizada, convulsa, inviable.
Los
temas más resaltantes que han aparecido los resumo a continuación. 1. Amnistía:
libertad inmediata de todos los presos políticos, incluidos Iván Simonovis,
Leopoldo López y los estudiantes encarcelados durante las protestas; castigo a
los responsables de la feroz represión y los asesinatos cometidos durante las
recientes semanas; retorno al país de los exiliados políticos. 2.
Restablecimiento pleno del Estado de Derecho: nombramiento de un CNE
independiente de las órdenes de Miraflores; designación de un Fiscal, un
Contralor y un Defensor del Pueblo, autónomos del Poder central; escogencia de
una Corte Suprema soberana; respeto a los derechos de propiedad y desmontaje
progresivo del andamiaje legal y de los controles punitivos que coartan y
asfixian la actividad económica privada y la libre iniciativa. 3.
Despolitización y descubanización de la Fuerza Armada Nacional, y desarme
inmediato de los grupos paramilitares que actúan como fuerzas ilegales de
choque del Gobierno nacional. 4. Castigo para los responsables de las “empresas
fantasmas” que se apoderaron, según cifras del propio Gobierno, de más de
25.000 millones dólares, monto superior a las reservas internacionales de la
nación. 5. Reconocimiento de la oposición, incluidos los estudiantes y jóvenes
en general, como sector que debe ser respetado y consultado porque representa,
al menos, la mitad del país; esa aceptación incluye a la bancada opositora en
la Asamblea Nacional, agredida y maltratada de forma permanente por el
oficialismo, a pesar de que en las elecciones legislativas de 2010 obtuvo la
mayoría de los votos populares.
En
ese apretado inventario se incluyen los asuntos inaplazables, sin los cuales
resulta imposible pensar en un intercambio de iniciativas honesto y creador, y
en la paz y estabilidad del país. La resolución de esos nudos críticos crearía
la atmósfera para que puedan resolverse las dificultades en las demás áreas.
Ni
siquiera Reinaldo Do Santos sabe cuál será el destino de las protestas que
sacuden a gran parte del país. Sin
embargo, sí podemos tener la certeza de que esa agitación no se origina en los
desvaríos de una juventud descarriada. Los jóvenes expresan el malestar global
de una población cansada del saqueo de las finanzas públicas en medio de la
mayor bonanza petrolera de la historia, la incompetencia de un Estado
hipertrofiado, la cubanización progresiva de la nación, la ineficacia
generalizada, el deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura,
la escalada de precios que pulverizó el poder adquisitivo, la escasez, el
desabastecimiento y la inseguridad jurídica y personal.
Estos problemas, entre otros, han sacudido de
la modorra a los venezolanos. El Gobierno ha demostrado incompetencia para
resolverlos o, peor aún, su directa
intervención con el fin de generarlos.
El encuentro entre el Gobierno y el país
obliga a enfrentar las dificultades y las causas que las general de manera
conjunta. Un “diálogo” que no trate de explorar la fuente de los males servirá
para acompañar al régimen en su rodada hacia el abismo, pero no para corregir
el rumbo. A los dialogantes opositores los convertiría en cómplices de la desgracia o, en el mejor de los casos,
en comparsas, jamás en protagonistas de los cambios que el país reclama.
@trinomarquezc
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