Los empresarios no resuelven el problema
existencial del gobierno.
Nadie en sus cabales podría decir que en los
últimos 16 años ha habido diálogo efectivo entre el gobierno venezolano y otros
sectores. Nunca, porque el gobierno
habría tenido que renunciar a su estrategia truculenta y dejar resquicios al
sistema democrático, en el cual jamás ha creído y menos se ha interesado.
¿En unas pocas horas se pueden borrar 15 años de insultos, abusos, expropiaci |
Hasta ahora esa estrategia de “diálogo” ha
servido sólo a los intereses chavistas. Y en esta ocasión, cuando la mayoría de
la población está harta de promesas incumplidas, engaños, corrupción,
inseguridad, inflación galopante, pisoteos a las leyes y flagrantes atropellos
a los derechos humanos, la dirigencia opositora rechazó la invitación a otro
“diálogo”. Y, hay que repetirlo, las masas
desbordaron el liderazgo y se lanzaron a las calles.
Pero, aunque la Mesa de Unidad Democrática
cambió su línea, es obvio que entre los venezolanos no chavistas persisten
enormes diferencias que los hacen frágiles.
No de otra manera se explica la presencia de representantes del
empresariado en el palacio presidencial y, de manera especial, del dueño del
conglomerado Polar, Lorenzo Mendoza.
¿Qué pensar? ¿El Ejecutivo les
devolverá lo expropiado, los respetará, escuchará y tomará como buenas sus
críticas? Pues no, pero queda en evidencia que el capital es débil y hasta
enamoradizo ante el poder.
Los empresarios, y sobre todo Lorenzo
Mendoza, enviaron la clara señal de que la oposición les importa un bledo.
Además, es obvio que la mayoría de la población está hastiada, pero no por eso
estamos ante el inminente derrumbe del binomio Nicolás Maduro-Diosdado Cabello.
El ambiente que ayer se vio en televisión
daba la sensación de que son hombres de negocios ingenuos frente a la sonrisa
de muchacho bueno que a veces exhibe el mandamás, sin que se desvaneciera esa
pregunta pegajosa, desagradable, que para los avezados en política comienza a
tener los asomos de una respuesta digerible: ¿Maduro saldrá indemne con la
ayuda empresarial?
¡No! Nicolás Maduro no se sostendrá porque
apenas está pegado con alfileres y saliva de loro. Él baila y se sacude
mientras el país gotea sangre. Los encapuchados pagados por nóminas secretas de
los ministerios de Interior y Justicia, Defensa y la Secretaría, todas las
mañanas salen en sus motos a sembrar el pánico a toda costa. Maduro y su equipo han esquilmado los
recursos nacionales. A pesar del billón de dólares que ha entrado desde el
comienzo de la administración de Chávez, todo ha sido insuficiente para atender
planes y programas serios y, por lo mismo, las importaciones están paralizadas.
No hay dólares para cubrir las necesidades de alimentos (porque ya nada se
produce en el país), medicinas, insumos industriales, repuestos y, como si
fuera poco, las posibles fuentes de financiamiento externas ven a Venezuela con
recelo. La industria petrolera es maula y deficiente.
El país arde por los cuatro costados. La
carga burocrática es irresistible porque la insensatez de Hugo Chávez la elevó
a niveles nunca antes vistos. Cientos de
empresas grandes, medianas y pequeñas fueron expropiadas sin razón alguna, con
el sólo propósito de establecer un régimen de control férreo de la sociedad y,
en esa misma medida, los trabajadores eran absorbidos por el aparato del
Estado. El resultado, por supuesto, no
podía ser distinto al previsible: La mayoría de esas empresas han cerrado sus
puertas pero sus nóminas se mantienen.
Las haciendas que abastecían de carnes y
vegetales el mercado nacional, ahora son monte y culebras, o fueron vendidas
por partes, con lo cual ciertos funcionarios se ganaron la lotería sin haber
comprado un solo ticket. Se hicieron
millonarios, mientras el ingreso petrolero no ha podido disfrazar la
ineficiencia y la deshonestidad. Eso
ocurrió con tomateras, empresas lecheras, cementeras, plantas químicas,
fábricas de cartón y papel, líneas aéreas nacionales, periódicos, emisoras de
radio y más.
En Venezuela hay hambre. Es verdad que la violación de una joven fue
la chispa que incendió la pradera en el Táchira -uno de los estados más
golpeados por el gobierno-, pero echar gasolina en esa zona significa hacer
colas de tres y cuatro horas y, como si fuera poco, a veces no hay combustibles
durante dos o tres días. Los mercados y
automercados están vacíos porque todo va a parar a Colombia.
Por eso, y aunque haya venezolanos flojos de
cascos frente al poder, la mayoría quedó curada con la dolorosa experiencia de
abril de 2002 y sabe lo que espera al chivo que se devuelve.
@opinionricardo
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