domingo, 9 de marzo de 2014

POLÍTICA CAMBIARIA: EJE DE LA INESTABILIDAD ECONÓMICA.

La estabilidad económica, entendida como una situación en la cual no se registran variaciones negativas en la producción, renta, empleo y precios es procurada  mediante la instrumentación de tres ramas que se desprenden de la Política Económica, las cuales son: la Política Fiscal (variaciones en los ingresos y gastos del Sector Público a la luz de la decisión unilateral del Gobierno Nacional); la Política Monetaria (medidas tomadas por el Banco Central para aumentar o disminuir la cantidad de dinero en circulación); y la Política Cambiaria (medidas instrumentadas por el Gobierno en aras de regular el tipo de cambio). 
Estas tres políticas conforman la cadena de causalidad económica, siendo las dos (02) primeras las que influyen notoriamente sobre la tasa de inflación, la cual a su vez afecta la determinación del tipo de cambio (precio del bolívar expresado en una moneda extranjera o divisa) que es fijado por el Gobierno Nacional teniendo en paralelo una restricción en el flujo de divisas; todo ello para intentar reducir la tasa de inflación a corto plazo mediante los precios bajos de productos importados (acción muy  difícil de mantener por mucho tiempo).
En el presente artículo centramos el análisis en la Política Cambiaria, habida cuenta del efecto directo que tiene el tipo de cambio sobre la inflación, las exportaciones, las importaciones, el empleo y el crecimiento económico. Es conocido que el tipo de cambio refleja el comportamiento del mercado de divisas (oferta y demanda), donde la oferta proviene de las exportaciones (petroleras en nuestro caso) y de los flujos de entradas de capitales (inversiones extranjeras) de poca presencia en Venezuela; mientras que la demanda responde a la necesidad de importar bienes y servicios y para preservar el patrimonio monetario en economías altamente inflacionarias. De igual modo, el tipo de cambio está altamente condicionado por las tasas de inflación interna entre países, en razón a que un incremento de los precios nacionales (característico hoy día en nuestro país) superior al aumento de precios en los países con relaciones de comercio, torna las exportaciones venezolanas no tradicionales menos competitivas y sus importaciones gubernamentales más atractivas; lo cual obviamente disminuirá la oferta futura de divisas ante el estrangulamiento del aparato productivo nacional, induciendo que el tipo de cambio se deprecie (pérdida del valor de una moneda con relación a otra moneda) para mantener la “paridad del poder adquisitivo” (PPA); acelerando aún más la inflación interna.
Desde otro ángulo complementario, es de resaltar que el uso reiterativo y descontextualizado de la devaluación como un impuesto cambiario para aumentar los ingresos de la Tesorería Nacional en pro de nutrir el Presupuesto Nacional en aras de aumentar el gasto público, encarece de igual modo las importaciones y eleva la tasa de inflación al inducir un aumento de la liquidez monetaria con recursos no provenientes de la estructura productiva nacional (dinero inorgánico) que evidentemente entra al torrente de inversión social como estrategia para intentar una redistribución de la renta a través del consumo, con nulo impacto sobre la movilidad social y una negativa  visión a futuro en cuanto a la potencial  contribución de los ciudadanos hacia su propio progreso y hacia el crecimiento económico nacional (¿perpetuación de la pobreza?). Ese aumento de la liquidez monetaria, sin la contrapartida de una equilibrada oferta interna (sólo posible en lo inmediato mediante un aumento de las importaciones) impactará de nuevo sobre la inflación, ante la existencia de un modelo socio-económico-ideológico generador de  rigideces en el aparato productivo nacional que actualmente le impide reaccionar de manera ortodoxa y oportuna ante un  tipo de cambio permanentemente o ante una  devaluación monetaria,  como sería un aumento de las exportaciones no petroleras (¿cuáles?) y una sustitución de importaciones con producción doméstica (¿con cuál producción?).
En tal contexto, la pretensión(y terquedad) del Gobierno Nacional de mantener una política antiinflacionaria apuntalada por un anclaje fijo (paridad oficial congelada por largo tiempo) a un tipo de cambio sobrevaluado de 6,30 Bs/$ para nuestro caso  (en contraste a los más de 60 Bs/$ que resulta de dividir la masa monetaria por las reservas internacionales), condujo al   desastre económico,  al extremo de haber inducido, entre otras realidades, un enanismo estructural del aparato productivo nacional que ha propiciado una marcada tendencia decreciente del flujo de divisas, una sistemática caída de las reservas internacionales e impulsó  una refundación magnificada del rentismo petrolero bajo la figura de un totalitarismo económico.
Nos permitimos una reflexión final: La ingenuidad (¿?) del Gobierno, al sostener que en Sicad II (compra-venta de dólares a precios prefijados manteniendo un rígido control de cambio) a mayor oferta de divisas provendrá de vías privadas que mantienen fuertes cantidades de recursos plácidamente colocados en el sistema financiero internacional sin ningún tipo de riesgo y que estarían dispuestos (¿?) a traerlos para invertirlos en una economía cargada de incertidumbres; y por otro lado de los más de USD 30.000 millones que fueron obtenidos indebidamente por personas naturales y jurídicas (aparentemente identificadas)en buen resguardo de la banca internacional, reflejando la obviedad de una complicidad pasiva a nivel nacional e internacional. Esta hipótesis de funcionamiento del Sicad II es, a nuestro parecer, una cortina de humo para esconder la verdad subyacente: los grandes proveedores serán PDVSA y el BCV por intermedio de los bonos de la República que poseen  (y marginalmente otros entes del sector público). De tener éxito la hipótesis anterior (lo cual dudamos), induciría la cercana eliminación del Sicad I (dado un mayor volumen de oferta del II)  propiciando otra devaluación no menor al 217% (6.30Bs/$--20Bs/$); mientras que el mercado paralelo (el único no controlado) pudiere seguir funcionando (a pesar de la brecha con relación a la paridad oficial superior al 1.000%) como reacción ante una oferta restringida de divisas por intermedio del Sicad II. Este posible escenario marcadamente inflacionario (puede alcanzar una tasa 2014 de más del 80%) hará recrudecer la escasez y el desabastecimiento que intentarán controlar artificialmente mediante la Ley Orgánica de Precios Justos.

Economista Jesús Alexis González
jagp611@gmail.com
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