jueves, 20 de marzo de 2014

PEDRO R GARCÍA M, ¿HA SURGIDO EN EL PAÍS UN NUEVO LENGUAJE POLÍTICO?, PUNTO DE QUIEBRE

"El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve."
Antonio Machado

Ubicando algunas pistas…

La introducción de nuevos términos y conceptos, tal como hace Kuhn en la filosofía de la ciencia, no sólo hará que las teorías rivales sean “inconmensurables” entre sí, esto es, intraducibles a un lenguaje común, sino que las mismas tampoco podrán ser testadas de acuerdo a los hechos y esto, porque según Kuhn, ni los conceptos se prueban ni los hechos constituyen algo independiente de los conceptos. 

Para Kuhn, carece de interés, seguir hablando de “contexto de justificación”, de “confirmación de teorías”, de acuerdo a que los enunciados se adecuen no a los hechos, donde por “extraordinario”, sobra la prueba lógico matemática y experimental. Por último el mismo Kuhn insiste en que abordar el problema de las ciencias naturales y la elección de teorías como sistemas de lenguaje, donde cambian los términos y las categorías que se interconectarán entre sí para dar una mejor respuesta a los problemas, hace que se borre, realmente la línea divisoria que hasta hace poco se mantenía entre las ciencias naturales y ciencias humanas o sociales. “Como en las revoluciones políticas sentencia Kuhn, sucede que en el tema paradigmático: no hay ninguna norma más elevada que la aceptación de la comunidad”. En este sentido son los propios paradigmas o los esquemas conceptuales los que originan sus propios y particularísimos métodos de evaluación, lo que les procura cierta inmunidad y hasta autosuficiencia, ya que no hay una instancia superior, independiente de las teorías o paradigmas en liza, a la que recurrir. De ahí que Kuhn insista que la elección de paradigmas no puede resolverse de manera inequívoca sólo mediante la lógica y la experimentación, en los periodos “extraordinarios” o “revolucionarios” tiene lugar no sólo una ruptura conceptual, si no que se hace uso de términos que nos remiten a nuevos referentes (caso la palabra “revolución” en ciertas revoluciones), Kuhn deja entrever, en claro recuerdo de Quine, que las teorías políticas en los “momentos extraordinarios” no son refutables ni falsables; y que no hay instancia superior que pueda dirimir si son verdaderas o aparentes, como no sea la sociedad y la comunidad en su conjunto al adoptarlas o rechazarlas. Cuando en los noventa Kuhn termina de delinear su Teoría de Cambio Científico, la misma acaba concediéndole a las revoluciones y cambios, caracteres eminentemente lingüísticos. De esta manera los cambios científicos se verán limitados por los cambios conceptuales (son ellos los que impiden el avance de las ciencias). De esta manera para Kuhn, las teorías, arquetípicas o marcos conceptuales, terminan siendo estructuras holísticas, no simples enunciados empíricos. Pero si esto sucede en las ciencias naturales, ¿qué nos prohíbe suponer que no ocurre lo mismo en las ciencias sociales? Si esto sucede cuando se supone que estudiamos una realidad “fija”, ¿no podríamos inferir que acontece lo mismo cuando el objeto de estudio son las acciones humanas? En el plano de la realidad social podríamos decir, por ejemplo, que es un hecho incontrastable que debe haber libertad e igualdad política ante La Ley, pero sin una teoría sobre la democracia, representativa, liberal o participativa, los hechos a los que nos referiríamos serían otros. Igualmente, podríamos considerar que es un acontecimiento donde existen diferentes clases sociales en pugna, que derivan de lo que entendemos por propiedad privada y plusvalía, pero sin una Teoría Marxista es casi seguro que los hechos fueran otros. En este sentido, no sólo la Teoría Marxista será infaltable porque no asevera nada en concreto y se vale de recursos ad hoc al ser cuestionada, como sostuviera alguna vez Popper, sino que su falsación nunca podrá proceder de una teoría diferente, ya que es ella la que produce su propia evaluación, pues como dice Habermas, las pretensiones de verdad de una teoría nunca se resuelven en la experiencia. Nada como lo percibió acertadamente Kuhn, en su artículo “Ciencias Naturales y Ciencias Humanas”, que impide considerar los cambios sociales profundos como cambios de teorías políticas y a éstas como cambios o rupturas conceptuales. Pues, ¿qué son al fin y al cabo los conceptos? Tal y como lo afirmó en su oportunidad Nietzsche: “toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto, en tanto que justamente no ha de servir por la experiencia singular sino que debe encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias, por así decirlo, más o menos similares, jamás idénticas estrictamente hablando”.

Todo concepto, nos los dice él, se forma por paralelo de casos no iguales. La naturaleza, pues no conoce conceptos y ante la imposibilidad que tienen los objetos de autoidentificarse nosotros utilizamos ciertos términos que cumplen esa función. Creemos saber algo de las cosas mismas dice este autor, cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos,  sin embargo mas que metáforas de las cosas. Derrida nos deja ver que el lenguaje no es un vehículo transparente y neutro de la representación sino que el mismo es la representación. 

El lenguaje no es inocente y se convierte él mismo en el productor de espaciamientos y temporalizaciones. Como señalara él en su libro, De la Gramatología, para significar el poder de la metáfora: “no hay nada fuera del texto”. La metaforización engendra así espacio, tiempo y verdad en su movimiento mismo. El lenguaje es el medio espeso de la metaforización, no el vehículo transparente, neutro y neutral de la representación, que quería cierta mitología. El lenguaje dejará siempre restos en su labor de mediación, y esos restos son los que la tarea deconstructiva deberá recorrer para subrayar el hecho de esa mediación, para luchar contra el engaño de su transparencia, su inocencia y su ingenuidad.  El lenguaje es pues la metáfora, la representación y como tal el conocimiento mismo. Es decir toda palabra, como (él sostuviera en la obra de 1873, publicada póstumamente, (“Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral”), es ya un prejuicio. Pero entonces, tal y como nos pregunta, desde sus trincheras el ciudadano de a pie: ¿Cómo saber qué discurso político elegir?, ¿cómo saber cuáles de los discursos en pugna son verdaderos y cuáles no lo son? Creemos que lo único que se puede decir sobre el lenguaje y de esos discursos en disputa es lo que venimos reiteradamente llamando “momentos extraordinarios” o “revolucionarios”, es que el único criterio que podemos utilizar, es el que la comunidad los llegue a considerar racionales, es decir argumentativamente correctos, pero además, como diría Putnan, razonables, sensatos o convenientes, y esta última cualidad, como se puede ver fácilmente, depende del momento que nos ha tocado vivir, del aquí y el ahora. Pues se podría decir que la verdad, como dijo alguna vez el mismo autor (Ibídem), es: “una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que  son: metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que 
han perdido su troquelado y no sin ahora consideradas como monedas de metal”. Para concluir, nos permitimos decir que lo relatado aquí son sólo algunas ideas sueltas sobre el rol que juega el lenguaje en los momentos políticos, más propiamente llamados revoluciones políticas, y cómo éste puede y de hecho transforma nuestra cultura política. Como dijera alguna vez Ortega y Gasset, en las épocas de crisis no sabemos los que nos pasa. Lo que sí es evidente es que el presidente Hugo Chávez introdujo un nuevo lenguaje en el debate político del país, señalando otro tipo de realidad que ha conmovido a la sociedad democrática venezolana, hasta tal extremo que dicha conmoción ha cruzado las fronteras del país y se ha alojado en otras naciones con crisis similares a la que vive el nuestro. Por ejemplo, mientras para los sectores adversos el régimen es una “realidad” el papel que juegan los medios de comunicación a favor de la libertad de expresión y de pensamiento, para el gobierno es una “realidad” que éstos forman parte de una campaña mediática y desestabilizadora. De igual manera, donde antes existía una “real” producción agrícola ahora se señala una mala distribución de la tierra y una evidente injusticia social. De este modo la adjetivación de “escuálido” por ejemplo no identifica ya en la Venezuela actual a una persona macilenta y esquelética, sino a un oligarca y opositor radical al régimen. El espectro de los referentes que este concepto pretende señalar se ha ampliado de tal forma que ya existen carros escuálidos, comidas escuálidas, ropas escuálidas y hasta licores escuálidos, otro tanto podríamos decir del termino “bolivariano”, existen infinidad de actitudes, proyectos, y planes bolivarianos, que no tienen nada que ver con las ideas originarias del Libertador, pero que, sin embargo, la mayoría no tiene problemas para identificar como tales, con curiosidad observamos igualmente que Majunche después de haberla utilizado Chávez para adjetivar a su contendor llego a convertirse en la segunda palabra mas buscada en el diccionario de la Real Academia Española.

En este mismo sentido, Ortega y Gasset, en 1923, en su obra, “El Tema de Nuestro Tiempo, ya hacia la distinción entre épocas acumulativas”, como aquellas donde no se ponía en cuestionamiento la visión imperante del mundo y “épocas eliminativas y polémicas”. Donde los cánones impuestos eran barridos por los nuevos actores. En todo caso lo que sí podemos estar seguros es de que actualmente no pasamos por un momento que podríamos calificar precisamente de “normal” que ha habido un radical cambio en el lenguaje utilizado en la árida arena política, y que hoy tenemos una realidad nacional incontrastable de la que teníamos años atrás, la palabra se ha trivializado y banalizado tanto que paradójicamente parece haberse vuelto revolucionaria”…

Pedro Rafael Garcia Molina
pgpgarcia@5gmail.com
@pgpgarcia5

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