ALERTA
TEMPRANA.
En el diálogo El Menón, Sócrates demuestra
que también un joven esclavo sin instrucción ninguna, puede llegar por sus
propias deducciones a avanzar en el campo de la geometría. La razón no exige nada especial para
funcionar, ni fe ni preparación espiritual, ni pureza de alma o de
sentimientos, ni pertenecer a un determinado linaje o a determinada etnia: solo
pide ser usada.
Si no queremos que sean los dioses o ciertos
hombres privilegiados los que usurpen la autoridad social (es decir, quienes
decidan cuál es la verdad que conviene a la comunidad) no queda otra
alternativa que someternos a la autoridad de la razón como vía hacia la
verdad. Pero la razón no está situada
como un árbitro semidivino por encima de nosotros para zanjar nuestras disputas
sino que funciona dentro de nosotros y entre nosotros. No sólo tenemos que ser capaces de ejercer la
razón en nuestras argumentaciones sino también y esto es muy importante y quizá
aún más difícil debemos desarrollar la capacidad de ser convencidos por las
mejores razones vengan de quien vengan.
No acata la autoridad democrática de la razón quien solo sabe manejarla a favor de sus tesis pero considera humillante ser persuadido por razones opuestas. No basta con ser racional, es decir aplicar argumentos racionales a cosas o hechos. Sino resulta no menos imprescindible ser razonable, o sea acoger en nuestros razonamientos el peso argumental de otras subjetividades que también se expresan racionalmente.
Desde la perspectiva
racionalista, la verdad buscada es siempre resultado, no punto de partida: y
esa búsqueda incluye la conversación entre iguales, la polémica, el debate la
controversia. No como afirmación de la
propia subjetividad sino como vía para alcanzar una verdad objetiva a través de
las múltiples subjetividades. Si sabemos argumentar pero no sabemos dejarnos
persuadir hará falta un jefe, un Dios o un gran experto que finalmente decida
que es lo verdadero para todos. La
revelación elige a unos cuantos; la razón puede ser elegida por cualquiera, por
todos. Es lo común de la condición
humana. Se puede fingir una revelación
sublime o una intuición emotiva. Pero no se puede repetirlo con nosotros o en
nuestro lugar; no hay conclusión racional si otro (cualquier otro con voluntad
de razonar) no esta facultado para seguir nuestro razonamiento y compartirlo o
señalar errores. Frente a tantos vehículos privados, supuestamente velocísimos
pero que quizás no se mueven de donde están, la razón es un servicio público
intelectual: un ómnibus. (El nacimiento de la filosofía. Giorgio Collí,
Tusquets, Barcelona).
Ubicando algunas pistas…
Don Mario Briceño Iragorry, con su vigorosa
pluma de narrador impenitente, en “El Regente Heredia o la Piedad Heroica”, nos
traza el perfil de lo que fue América, y especialmente en la Venezuela de la
liberación, esa heterogénea constelación de las constituciones: “La
Constitución de una nación no es una mera serie de principios incluidos en el
cuerpo de un código. Constitución es estructura, vertebración, unidad, genio,
sistema de vida producido por el propio pueblo en el curso de los siglos. Constitución más que un enunciado teórico
hecho por unos hombres, es labor realizada por la historia en el corazón de la
varias sociedades humanas; sin que se enuncie, existe; sin necesidad de
llevarla a declaraciones escritas, es realidad operante en la misma sociedad
que la produce”.
Bolívar llevo a Angostura el proyecto
político, síntesis de su intelecto, de su mundo circundante, de sus reflexiones
políticas, de sus profundas lecturas y, ante todo, encarnó en la producción de
su obra jurídica y en la elaboración de su doctrina, la propia fuerza telúrica
de su entrañable ser americano… el hijo de Caracas, dejó explicito en el
mensaje la influencia de una maduración indiscutible y la impronta de un
equilibrio desconcertante para quienes, gratuitos enemigos, le endilgaban a sus
espaldas debilidades y vicios contrario a su vertical conducta ética. El Documento esta allí, sembrado en los
siglos y para la posteridad y la historia que ha sabido reconocer su
fundamental obra literaria.
Bolívar alterno la moral y los principios
éticos, sin más como guía de su conducta, por que creía firmemente que “la
felicidad consiste en la práctica firme de la virtud” (1.818).
Cultivó la autocrítica, enaltecedora y
fecunda, para todas las tareas de gobierno y Estado. Por su formación fue naturalista cuando
abrazó la libertad roussoneana, pero tomó el timón del Historicismo hacia otros
horizontes cuando olfateo tempestades.
“No seamos presuntuosos, legisladores; seamos
moderados en nuestras pretensiones. No es probable conseguir con facilidad lo
que no han alcanzado las más avanzadas naciones”.
No fue el desborde de un caudal lírico lo que
trajo a Bolívar a los muros de Angostura para implorar la augusta autoridad
“del pueblo” en la formación de una base constitucional que a sectores
importante les pareció apropiada pero a otros los condujo a la duda. Resultaría antihistórico juzgar los
postulados Constitucionales del Libertador, expuestos, tomando su pensamiento y
su visión doctrinal reducidos a una expresión fragmentaria.
La morigeración se sintetiza en esta frase
del Libertador “solo un gobierno temperado puede ser libre”.
La pureza de su ideal revolucionario, de
talante genuinamente republicano, se resume en la siguiente frase: “nada es tan
peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano en el
poder. El pueblo se acostumbra a
obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo, de donde se originan la usurpación y
la tiranía”.
Tal ves, uno de los fragmentos de su
histórica misiva, que desde San Cristóbal envió a Guillermo White, el 26 de
marzo de 1.820, para contestar las severas criticas a su proyecto político esta
en las siguientes invocaciones históricas: “Dracón dio leyes de sangre a Atenas
y Atenas las sufrió y aún las observó hasta que Solón quiso reformarlas.
Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no se hubiese atrevido a soñar en su
República si no hubiese tenido por modelo al legislador de Esparta… si hay
alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos
y… a honrar a la humanidad”.
En fin de cuentas, para la evaluación de su
obra emancipadora basada no solo en la eficacia de su puño guerrero sino en su
portentosa imaginación y en la sabia experiencia en la Ciencia Jurídica, que
demostró poseer en su periplo histórico.
La historia tiene su disciplina pero admite parangones y similitudes,
aún si se trata de juzgar actitudes y conductas de sus protagonistas más
resaltantes, el Discurso de Angostura, debe calibrase en su justo valor
histórico.
Los exégetas del Libertador, tendrán que
encontrar, en su ontológico pensamiento, la vertebración de la República en más
amplio sentido espartano, pero al mismo tiempo, la estructuración de una
República aristotélica de virtudes ciudadanas.
“Al trasmitir a los representantes del pueblo
el poder supremo que se me había confiado, colmo los votos de mi corazón los de
mis conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones, que todo lo esperan
de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia “ (1.819).
Esa Santa violencia de la cual hablaba el
Libertador, para justificar el derecho de la dignidad del hombre y la
protección de sus derechos inmanentes, está expresada con dramático sentimiento
(1.819) cuando dirige sus dardos contra la esclavitud y la alienación de los
pueblos:
“¿A qué no se han sometido los hombres y a
qué no están sometidos aún? Si hay alguna violencia justa, es aquella que se
emplea en hacer a los hombres buenos y por consiguiente felices y no hay
libertad legitima sino cuando ésta se dirige a honrar a la humanidad”.
El maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, uno
de los más destacados diseñadores, redactores y cultores de nuestro código
político, en pasado cercano, nos ofrenda con la humildad de su talante, algunas
de las imágenes de la Venezuela de aquellos tiempos, recostada a la orilla del
majestuoso río que sintió tan cerca el trepidar las conciencias en la forma de
la nacionalidad.
“Errante, la República iba de campamento en campamento,
la sostenían las lanzas levantadas como un bosque sobre la ardida tierra de los
llanos. La mantenía en vigilia la espada de Bolívar, hasta que este llegó un
día cabalgando sobre el lomo de nuestro gran río Orinoco. Se desmonto en la
orilla y se sentó a soñar en la victoria: se puso diligente a legislar para la
libertad y le creció el anhelo de traspasar montañas para sembrarse alto… con
los mares por limites… más allá del horizonte que alcanzaban sus ojos o que
podían medir la largura del paso de sus bestias… y otra vez Guayana esplendida
ofrece al héroe su promisoria protección…tenia a su lado la justicia y combatía
por la libertad contra la opresión… mientras Bolívar buscaba formar con los
retazos multicolores de las patriecitas, el paño entero de la patria grande que
los cubriese a todos”.
Esa inmensa cantera de riqueza y de valor,
que resume la acción emancipadora, ha sido y será en la eternidad del tiempo,
la más infranqueable muralla contra la cual estrellaran su rostro sombrío sus
detractores e hipócritas seguidores.
Tenia razón el combativo soldado del Valle de Caracas al afirmar en su
permanente angustia existencia, caviloso sentenció: “cuán difícil es dirigir
por simples Leyes a los hombres” (1.819).
Hoy día, la formulación política ética y
económica forman “una unidad indisoluble en la sociedad democrática cierta… sin
duda desde Angostura, El Libertador dio señales claras como un militante de la
modernidad. Bolívar anhelaba un pueblo
que, además de libre y fuerte, fuera virtuoso.
Por eso soñó con la “cuarta potestad” “poder moral” (El poder Moral) fue
inhumano en la tierra estéril que los parlamentarios agregaron, a la
Constitución de Angostura” (Sánchez Negrón, OB. Pág. 62) de dar a la República además de compromiso
publicó, las buenas costumbres y la moral republicana.
Defendió, como noción esencial de la
democracia, la libertad en el Iusnaturalismo más depurado, pero decodifico, en
las entrañas mismas del pueblo, su esencia condición humana y los alcances de
sus atributos sociales y de los logros políticos (“que los hombres nacen todos
con derechos iguales a los bienes de la Sociedad, lo esta sancionado por la
pluralidad de los sabios”), pero fue historicista al afirmar que “no todos los
hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rasgos, pues, deben
practicar la virtud y no todos la practican”.
Añadiendo: “todos deben poseer talentos y todos no los poseen”, para
admitir más adelante la existencia de la desigualdad física y moral que surge
como imperativo del tiempo, del espacio y del hábitat, para generar diferencias
a las que se refiere con teorética firmeza:
“La naturaleza hace a los hombres desiguales
en genio, temperamento, fuerzas y caracteres, las Leyes corrigen esta
diferencia porque colocan al individuo en la Sociedad para que la educación,
las industrias, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad
ficticia, propiamente llamada política y social”.
Desprendiéndose de esa manera valiente y
sincera de sus afirmaciones referentes a los riesgos a que se expone el modelo
democrático si restringe el valor programático y el contenido ético que ella
encarna:
“Nuestras manos están ya libres y todavía
nuestros corazones padecen las dolencias de la servidumbre” (1.819).
“¿De qué sirve la libertad política si
todavía estamos a las cadenas de la ignorancia?”
Era lógico que el Libertador, conocedor
profundo de pueblos y naciones, se formulara constantemente esas interrogantes,
porque él, como arquetipo humano, había nacido en el conflicto, dominaba las
raíces. Por eso diseña con impresionante
realismo los perfiles del diagnostico, psicológico, humanístico y social que el
registro histórico hubo de constatar después: “en el orden de las vicisitudes
humanas, no es siempre la mayoría de la masa física la que decide sino que es
la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza
política”.
De este modo explicito, ideológica e
intelectualmente, el agónico mensaje del Libertador reclamando un cambio
definitivo en el árido sendero de la formación republicana, para sembrar
profundamente conciencia de valores humanos, éticos y morales y al fin de
lograr lo que ha sido secularmente tan caro a la humanidad: el enraizamiento de
la virtud ciudadana.
En el hoy y el ahora. Señores parlamentarios, hay una forma de
servir a los ideales, del Libertador. Hay una forma más de cumplir los mandatos
del Libertador “extractos de el discurso de Bolívar en Angostura”.
“Roma y la Gran Bretaña son las naciones que
más han sobresalido entre las antiguas y modernas; ambas nacieron para mandar y
ser libres; pero, ambas se constituyeron no con brillantes formas de libertad,
sino con establecimientos sólidos.
Así, os recomiendo, representantes, el
estudio del modelo político democrático Británico que es el que parece
destinado a operar el mayor bien posible
a los pueblos que lo adoptan; pero por perfecto que sea, estoy muy lejos de
proponeros su imitación servil”.
“Los gritos del genero humano en los campos
de batalla, o en los campos tumultuarios claman el cielo contra los
inconsiderados y ciegos Legisladores, que han pensado que se pueden hacer
impunemente ensayos de quiméricas instituciones. Todos los pueblos del mundo han pretendido la
libertad; los unos por las armas, los otros por las Leyes, pasando
alternativamente del despotismo a la anarquía o de la anarquía al despotismo:
muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas”.
Señor Presidente Nicolás Maduros Moros, señores diputados miembros del Poder constituido, Jóvenes estudiantes que con fragor contienden en las calles de nuestras ciudades, señores empresarios, señores representantes de la oposición, expresada en sus individuales factores, señores venezolanos todos, retengamos la riqueza de nuestro patrimonio histórico, ¡no lo dejemos perecer!; hagamos de nuestra Constitución Biblia de la conducta democrática de este tiempo: la fuente por excelencia del deber ser; el caudal de pedagogía que jamás dejará de hacernos falta, enseñando a nuestros jóvenes, sus deberes, sus derechos, su tradición a fin de incorporar al ejercicio de la carta fundamental el racional y consciente cumplimiento del deber para con nosotros mismos, para con nuestra familia, para con la sociedad especialmente con los más débiles, para con nuestros valores religiosos, para con la patria, para que aprendamos a saber vivir a plenitud a fines de no fracasar como sujetos humanos, articulados en el orden social pleno que como país queremos alcanzar, este desiderátum debe ser inescapable de las derivaciones de cuanto seamos capaces de realizar…
“Es de noche, hace calor y algunos jóvenes
mañana no nos acompañaran”
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