La
actual crisis de Venezuela se encuentra en lo que muchos negociadores
internacionales se refieren a la "Trampa 22". Concepto que evolucionó
en la paradójica situación cuando individuos, países, organizaciones no pueden
escapar de contradicciones legales o personales que resulta de regulaciones,
procedimientos y hasta estructuras mentales a las que están sometidos y no
puedes controlar.
Una de las características de la "Trampa 22" es que se crean reglas formales o emocionales arbitrarias para poder garantizar el abuso del poder.
El término fue acuñado en
una novela de Joseph Heller "Catch 22", en donde describe las
regulaciones absurdas que se imponían a soldados americanos durante la Segunda
Guerra Mundial. Invoca el término para referirse a los pilotos que durante la
conflagración pedían ser examinados por el departamento de siquiatría para
demostrar que no estaban en capacidad de volar misiones peligrosas y al
resultar sanos, ellos mismos quedaban entrampados y al final eran enviados a
combatir.
En Venezuela, tanto el Gobierno como la oposición están enredados en dar un paso que es fundamental en esta coyuntura de crisis que ha costado hasta la fecha que escribo 31 muertos y miles de heridos, sumado a la distracción que produce en el curso normal de una nación que debe atender un sinnúmero de haberes de la cotidianidad.
Sin ánimos de hacer un recuento de las causas objetivas de la
crisis y a las responsabilidades de
ambas partes, es claramente visible que el "pater familias", que es
el responsable de dirigir los destinos de la nación, tiene una altísima cuota
de responsabilidad al no prender las alarmas a tiempo y haber tomado las
decisiones apropiadas que minimizaran la presión social que se les venía
encima. Como diría el politólogo David Easton, no abrieron suficientes válvulas
de escape en la caja negra que contenía millones de personas con demandas,
expectativas y necesidades, dejando que la presión hiciera explotar parte del
contenido social.
Es
por ello que en la actual circunstancia, independientemente de los llamados a
diálogo, conferencias de paz o propuestas
fracasadas como la comisión de la verdad en la Asamblea Nacional, la
única salida que tienen ambas partes es negociar. Entendemos que deben buscar
como objetivo llegar a un acuerdo para solventar la crisis y mantener la
gobernabilidad de la nación dentro del marco de la Constitución. Para que el
proceso se produzca, ambos sectores tienen que demostrar que están dispuestos a
entender las demandas de cada uno y a ceder en bien de alcanzar un acuerdo
beneficioso para ambas partes en la negociación.
Para los escépticos, radicales o aquellos que les conviene mantener el "status quo", es importante recordarles que de este conflicto salimos es negociando, no es dialogando o con mesas de paz. Podemos estar entrampados en el mayor de los peligros, el inicio de una guerra civil. Recordemos el conflicto de El Salvador entre 1980 y 1992, guerra que la origina la crisis política y social de la década de los setenta y que nunca fue atajada a tiempo. Un saldo de 75.000 muertos para llegar a un acuerdo de paz que pudo ser evitado si las fuerzas en conflicto hubiesen buscado una salida apropiada.
Un
proceso de negociación requiere una serie de condiciones y peticiones de ambas
partes, interlocutores apropiados, demandas claras, tiempo y espacio. No hay
mejor opción para el país. Del procedimiento escribiré en la próxima entrega
--
Oscar
Hernandez Bernalette
oscarhernandezbernalette@gmail.com
@bernalette1
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