La protesta estudiantil, ahora convertida en social, ha generado
llamados al diálogo para establecer la paz y permitir la convivencia; el dilema
de tales llamados radica en los radicalismos existentes y en las falsas
promesas por mejorar la situación presente.
La exigencia de la protesta no ha evidenciado muestras reales por parte
del sector gubernamental para acordar, revisar y solucionar. Ante las cadenas
de radio y Televisión se habla de paz, y en esos mismos minutos se ataca con
“gas del bueno” a los manifestantes, encendiendo aún más el disgusto, cortando
la posibilidad de diálogo sincero.
El diálogo debe servir en tiempos civilizados para buscar alternativas a
la problemática presente; si el gobierno no da un giro de 180 grados en lo
económico y respeta lo establecido en la Constitución Nacional, simplemente se
perderá el tiempo y a corto plazo la explosión social será de pronóstico
reservado. La escasez, inseguridad, corrupción, impunidad, intolerancia y
anarquía aceleraran el estallido social.
El desespero de los actores gubernamentales por imponer el sistema de
gobierno colectivista, ha provocado las reacciones de la sociedad; la lectura
dada a la protesta será fructífera si hay disposición a entender que quebrar el
aparato productivo para no producir nada e importarlo todo; meter a la cárcel a
dirigentes opositores para evitarse molestias o criminalizar la protesta es
dañino para el ejercicio de la gobernabilidad, lo contrario es regar gasolina
sobre el fuego ardiendo.
Es falso que la sociedad voto para la
profundización del sistema colectivista, los números de las elecciones
presidenciales así lo demuestran; también es falso que las elecciones
municipales fueron el visto bueno de la sociedad a tal deseo; en cada comunidad
se voto por los dirigentes para solventar problemas locales, no para imponer
caprichos.
La juventud desea tener oportunidades en su tierra; eso lo está negando
el gobierno; las inversiones no se ven, y los dólares se han regalado. La pretensión
de establecer la burocracia gubernamental como solución al desempleo es un
absurdo. Arrodillar a la gente con dadivas tiene su límite, y este llega al
entrar la sequia de los ingresos. En consecuencia ¿diálogo para qué?
Josue
Arturo Molina Suarez
jarturomolina@gmail.com
@jarturoms1
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