domingo, 16 de marzo de 2014

JORGE RAMÍREZ FERNÁNDEZ, LA NUEVA VENEZUELA

     Estamos viviendo momentos trascendentales en Venezuela. Una importante porción del país tomó la decisión indeclinable de sacudirse definitivamente, sin pararse en las consecuencias, a un régimen genocida, delincuente y sin escrúpulos, pero también de pasarle por encima a una dirigencia rendida, entregada al enemigo y traidora a los intereses del pueblo. Pareciera que ese numeroso grupo de venezolanos insurrectos, con los jóvenes universitarios a la cabeza y con sus padres en la plena arena de la lucha, han internalizado aquellas terribles palabras de Louis Madelín, el biógrafo de la revolución francesa, cuando dice que: 

“A una nación le está permitido arrojar de su seno a los que sólo permanecen en ella para destrozarla.”

    
Se sabe que hablando no se aprende, que se aprende escuchando y observando a los que saben. A Nicolás Maduro le encanta hablar hasta por los codos y sobre todo oírse, tanto que se cita a sí mismo con frecuencia. Le fascina rodearse de gente mediocre y cretina. Allí están las claves de su brutalidad.

     Los Castro le dan un guion que, para remate, entiende mal e implementa peor. Sin embargo, debemos agradecerle a Dios que dentro del mismo gobierno, los cuatro o cinco grupos que se reparten el poder se espían entre ellos y se conocen al detalle sus “pecados y “debilidades”, y en razón de ello no permiten que ninguno saque ventajas u obtenga cuotas de poder por sobre los demás. Pero la historia a través de los tiempos nos enseña que a nadie le gusta compartir el poder, y mucho menos en regímenes despóticos, autoritarios o tiránicos. Caín no lo pensó dos veces para asestarle un mortal carajazo a su hermano Abel, ni Rómulo para deshacerse de Remo. Así ha sido, así es y así será. Lo que está por explotar, explotará irremediablemente. Y a nadie le gusta hundirse si existe una posibilidad mínima de salvarse.

     Venezuela no merece seguir siendo mancillada por una casta de delincuentes privilegiados en exceso. Su condición delincuencial es reiterada cada día que pasa, y los vemos con el cinismo con el que quieren imponer un “diálogo” usando malsanamente una palabra cuyo significado desconocen: “Paz” 

Para dialogar con quienes hablan con la lengua de la falsedad y la boca del engaño mientras siguen reprimiendo y maltratando con brutalidad y desparpajo se requiere una falta de personalidad y un nivel extremo de sinverguenzura extremo. Sabemos que dentro del “liderazgo opositor” sobran personas con esas características.

     Cuando ese tipo de políticos cochinos, vendidos y traidores reciban el desprecio lapidario de la juventud y la población venezolana nacerá, de sus cenizas, una nueva Venezuela.

Jorge Ramírez Fernández
jorgeramirezfernandez@hotmail.com
@jorgeramfer

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