El
27F la población no atacó ningún edificio gubernamental... fue un saqueo y así
lo vieron todos.
Qué
paradoja que veinticinco años después del 27 de febrero de 1989 Venezuela esté
llena de disturbios. Qué contraste entre ambos eventos, también. A pesar de
cinco lustros de propaganda por parte de quienes ese día fueron tan sorprendidos
como todos por la reacción de ciertos sectores de Caracas al aumento del pasaje
urbano, y que sin embargo inmediatamente comenzaron a hacer suyo un evento en
que nada tenían que ver. Hasta con fiebre y en cama estaba alguno por esos
días.
Hasta
el líder del movimiento conspirador y golpista que hacía vida en las Fuerzas
Armadas fue asesinado esos días por las mismas fuerzas que hoy en día se
reivindican como angélicas. En otras palabras, los hechos del 27 de febrero
fueron asombrosamente espontáneos y solamente, y en el mejor de los casos para
quienes ahora dicen que fueron ellos los jefes, azuzado sin mucho éxito por
algunos factores también asombrosamente desorganizados.
Tan
desorganizados como el propio gobierno, entre otras cosas porque no tenía ni un
mes en el poder y hubo de enfrentarse a un estallido social sin precedentes.
Desorganización y falta de capacidad para controlar el orden público de una
manera democrática. Las muchas e injustificables muertes de esos días son sin
duda un baldón para esa democracia, pero nadie ha pretendido tampoco
justificarlas. Más aún, el movimiento de derechos humanos en Venezuela, que
cuando se escriba su historia podrá verse que llegó a su mayoría de edad
defendiendo a las víctimas de esos días, hoy es visto por el chavismo como
enemigo y representante de los más oscuros intereses que existen en el mundo.
Parte
de la leyenda dorada del 27 de febrero que se ha construido en estos años,
resumida en pocos párrafos en el decreto que declaró feriado estos días, es el
ritornello de que los saqueos fueron una protesta de izquierda, casi un Foro de
Sao Paulo en acción. Tan falsa es esa lectura que la carta de intención con el
Fondo Monetario Internacional no se había firmado cuando empezaron los saqueos
y la única medida que se había implementado y que ciertamente generó el
estallido fue el aumento del pasaje interurbano (de hecho los desórdenes
comenzaron en Guarenas), pésimamente puesto en práctica a fines de la quincena.
El ajuste fortísimo vino después del 27F y el evento no se repitió.
Este
gobierno está haciendo un ajuste brutal y no nos damos cuenta. Las
devaluaciones acumuladas en los últimos meses son varias veces mayores que la
de 1989 y sobre todo la escasez actual es infinitamente más hambreadora que la
de finales de 1988, que sólo pudo corregirse con el ajuste económico. Por
cierto, el gobierno debe recordar que a pesar de esa escasez, el presidente
Lusinchi era muy popular, más del 80% de la población aprobaba su gestión, cota
que ni el mismo Gigante Eterno jamás soñó.
Devaluación
e inflación, igual que en 1989, pero sin productos esenciales. Como dijo
Antonio Ledezma, Maduro está vendiendo pasajes a la luna a bajos precios, es
decir, el aceite barato no existe, no hay. Estamos sufriendo mucho más que hace
veinticinco años, pero es el dolor de la enfermedad, no de la curación. Y lo
que es más importante, la enfermedad moral que cogió el país el 27F sólo ha
empeorado y nos postra.
El
27 de febrero la población no atacó ningún edificio gubernamental, ninguna casa
de AD o Copei. Se dirigió principalmente a comercios pequeños, sobre todo en la
Avenida Sucre de Catia. No fue la toma de La Bastilla, fue un saqueo y así lo
vieron todos, pobres y ricos. Ese evento salvaje se ve ahora como un acto
consciente y dirigido, un mensaje político del pueblo. Saquear es bueno, es
noble, es bello. Al igual que dar un golpe de Estado a un gobierno democrático,
el del 4F, es épico, glorioso, hermoso.
Qué difícil es llamar a la paz sobre un ideario así. Por qué aquellos saqueos son buenos y las protestas de hoy malas. Cómo explicar que hay golpes buenos y golpes malos. Por qué la devaluación del 89 fue mala y la del 2014 es buena. Esta visión maniquea del país y de su historia, tan fácil de vender a las masas por demagogos consumados, se regresa contra sus autores. Demasiadas contradicciones.
El
27 de febrero fue un evento triste y desgraciado, primero por la represión
brutal y las muertes que provocó, pero también por la destrucción del tejido
social que dejó. Gracias a la historia oficial, su legado es el sedimento sucio
en el alma del común de que saquear es bonito, es heroico, una batalla de
Carabobo urbana.
glinares@cjlegal.net
@glinaresbenzo
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