jueves, 6 de marzo de 2014

GUSTAVO LINARES BENZO, EL SAQUEO BONITO

El 27F la población no atacó ningún edificio gubernamental... fue un saqueo y así lo vieron todos.

Qué paradoja que veinticinco años después del 27 de febrero de 1989 Venezuela esté llena de disturbios. Qué contraste entre ambos eventos, también. A pesar de cinco lustros de propaganda por parte de quienes ese día fueron tan sorprendidos como todos por la reacción de ciertos sectores de Caracas al aumento del pasaje urbano, y que sin embargo inmediatamente comenzaron a hacer suyo un evento en que nada tenían que ver. Hasta con fiebre y en cama estaba alguno por esos días.

Hasta el líder del movimiento conspirador y golpista que hacía vida en las Fuerzas Armadas fue asesinado esos días por las mismas fuerzas que hoy en día se reivindican como angélicas. En otras palabras, los hechos del 27 de febrero fueron asombrosamente espontáneos y solamente, y en el mejor de los casos para quienes ahora dicen que fueron ellos los jefes, azuzado sin mucho éxito por algunos factores también asombrosamente desorganizados.

Tan desorganizados como el propio gobierno, entre otras cosas porque no tenía ni un mes en el poder y hubo de enfrentarse a un estallido social sin precedentes. Desorganización y falta de capacidad para controlar el orden público de una manera democrática. Las muchas e injustificables muertes de esos días son sin duda un baldón para esa democracia, pero nadie ha pretendido tampoco justificarlas. Más aún, el movimiento de derechos humanos en Venezuela, que cuando se escriba su historia podrá verse que llegó a su mayoría de edad defendiendo a las víctimas de esos días, hoy es visto por el chavismo como enemigo y representante de los más oscuros intereses que existen en el mundo.

Parte de la leyenda dorada del 27 de febrero que se ha construido en estos años, resumida en pocos párrafos en el decreto que declaró feriado estos días, es el ritornello de que los saqueos fueron una protesta de izquierda, casi un Foro de Sao Paulo en acción. Tan falsa es esa lectura que la carta de intención con el Fondo Monetario Internacional no se había firmado cuando empezaron los saqueos y la única medida que se había implementado y que ciertamente generó el estallido fue el aumento del pasaje interurbano (de hecho los desórdenes comenzaron en Guarenas), pésimamente puesto en práctica a fines de la quincena. El ajuste fortísimo vino después del 27F y el evento no se repitió.

Este gobierno está haciendo un ajuste brutal y no nos damos cuenta. Las devaluaciones acumuladas en los últimos meses son varias veces mayores que la de 1989 y sobre todo la escasez actual es infinitamente más hambreadora que la de finales de 1988, que sólo pudo corregirse con el ajuste económico. Por cierto, el gobierno debe recordar que a pesar de esa escasez, el presidente Lusinchi era muy popular, más del 80% de la población aprobaba su gestión, cota que ni el mismo Gigante Eterno jamás soñó.

Devaluación e inflación, igual que en 1989, pero sin productos esenciales. Como dijo Antonio Ledezma, Maduro está vendiendo pasajes a la luna a bajos precios, es decir, el aceite barato no existe, no hay. Estamos sufriendo mucho más que hace veinticinco años, pero es el dolor de la enfermedad, no de la curación. Y lo que es más importante, la enfermedad moral que cogió el país el 27F sólo ha empeorado y nos postra.

El 27 de febrero la población no atacó ningún edificio gubernamental, ninguna casa de AD o Copei. Se dirigió principalmente a comercios pequeños, sobre todo en la Avenida Sucre de Catia. No fue la toma de La Bastilla, fue un saqueo y así lo vieron todos, pobres y ricos. Ese evento salvaje se ve ahora como un acto consciente y dirigido, un mensaje político del pueblo. Saquear es bueno, es noble, es bello. Al igual que dar un golpe de Estado a un gobierno democrático, el del 4F, es épico, glorioso, hermoso.

Qué difícil es llamar a la paz sobre un ideario así. Por qué aquellos saqueos son buenos y las protestas de hoy malas. Cómo explicar que hay golpes buenos y golpes malos. Por qué la devaluación del 89 fue mala y la del 2014 es buena. Esta visión maniquea del país y de su historia, tan fácil de vender a las masas por demagogos consumados, se regresa contra sus autores. Demasiadas contradicciones.

El 27 de febrero fue un evento triste y desgraciado, primero por la represión brutal y las muertes que provocó, pero también por la destrucción del tejido social que dejó. Gracias a la historia oficial, su legado es el sedimento sucio en el alma del común de que saquear es bonito, es heroico, una batalla de Carabobo urbana.

glinares@cjlegal.net
@glinaresbenzo

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