martes, 4 de marzo de 2014

FELIPE GUERRERO, ¡AQUÍ ESTOY!

Narra el libro del Génesis que al atardecer Dios se paseaba por el Edén. Cuando el hombre y la mujer oyeron los pasos del creador «Se escondieron de su vista entre los árboles del huerto. Pero el Señor Dios llamo al hombre diciendo: ¿Dónde estás? (Genesis 3,8-9).

En estos días, he visto el rostro de Dios en las millonarias marchas de excluidos que son atropellados por los poderosos con contingentes armados de fusiles y de odio, pero también he visto a muchos que tratan de esconderse y de alejarse de la vista de Dios. En esta estación, Dios nos está buscando por todos los rincones de Venezuela para que nos coloquemos al lado de los marginados que son golpeados y asesinados. En este momento, a los seguidores del crucificado, no les está permitido esconderse.

La  experiencia que estamos viviendo como cristianos permite  restablecer la relación entre fe y vida, derrumbando los mecanismos falsificadores del lenguaje y reconquistando un punto de partida para la reflexión. Veredas, calles y avenidas,  pero también hospitales, funerarias y cementerios han sido escenarios que nos han permitido  reencontrarnos con centenares de hermanos bautizados o no con los cuales  hemos reflexionado  sobre la fe, que parte del compromiso concreto liberador y regresa al mismo compromiso.

Las hermosas jornadas en las cuales hemos sentido la compañía del Cristo liberador han estado marcadas por el manifiesto  conflicto que toca la identidad cristiana: mientras los más humildes están viviendo un calvario de atropellos y de sufrimiento, los que detentan el poder de la estructura jerárquica de esta iglesia aparecen lejanos en una clara aproximación a los verdugos.

En estos espacios del estado Táchira que es visto desde el poder como el solar lejano de la patria es donde se ha sentido con mayor intensidad el reclamo de justicia, por eso me causó profunda tristeza cuando un deshumanizado analista afirmó que los estudiantes caídos eran «Unos muchachos que murieron por exceso de idealismo», cuando lo más grande que nos enseñó el  Galileo fue la pureza de ese idealismo que manifiesta su solidaridad con los explotados, ese idealismo que se expresa en el inmenso amor por los humildes. Con cada uno de los estudiantes muertos, Venezuela no está enterrando cadáveres sino semilla porque como lo anunció el maestro,  el grano de trigo que muere generosamente produce mucho fruto.

¿Dónde estás? Pregunta el Dios liberador a sus discípulos en esta tierra. Frente a la interrogante, los tachirenses más humildes dan una lección de autenticidad y ofrendan sus vidas. Por otro lado una hemorragia silenciosa del poder religioso se torna complaciente con los que tienen el dominio rector y coactivo del gobierno,  haciendo que el «Pueblo de Dios» camine a la intemperie. Con razón el Abate Pierre, asegura que desde el púlpito se han «olvidado las más hermosas páginas del Evangelio»

En estos días, nos corresponde responder Aquí Estoy. Es el ¡Aquí estoy! de Abrahám, quien contra toda esperanza creyó, asumió valientemente su tarea y no vaciló a pesar de las dificultades. El ¡Aquí estoy! de Moises, quien sale del refugio en el que se encuentra y pone su vida en juego para salvar a otros de la esclavitud y de la muerte.

El ¡Aquí estoy! de María, la madre del revolucionario canto del Magnificat. Dice el Papa Francisco que «María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia... Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño... Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque derribó de su trono a los poderosos y despidió vacíos a los ricos es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia».

Frente al silencio cómplice y la falta de sensibilidad social de algunos que son refractarios al mensaje de justicia y de amor del cristianismo, la juventud venezolana está abriendo una trocha por la cual han de caminar muchos idealistas que buscan la justicia.

Ojala y todos puedan proclamar: ¡Aquí Estoy!

felipeguerrero11@gmail.com

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