UNASUR acordó en días pasados designar una comisión de cancilleres que vendría a Venezuela en la primera semana de abril próximo con el propósito de contribuir a un diálogo político entre dos sectores enfrentados.
Dicha organización suramericana ha considerado conveniente poner en práctica sus buenos oficios en el sentido de propiciar “un acuerdo que contribuya al entendimiento y la paz social” en nuestro país.
Como se sabe, el saldo de las protestas legítimas que han tenido lugar en varias ciudades es el de 30 asesinados, miles de heridos y detenidos.
Las violaciones a los derechos humanos durante el curso de estos eventos han sido notorias y bien documentadas. Pocas veces se había visto en nuestra historia patria tanta crueldad de parte de los cuerpos represivos. Cosas espantosas han sido reseñadas en los medios que no se doblegan ante las presiones del gobierno.
La participación de grupos paramilitares llamados “colectivos”, creados y financiados por el gobierno militar, ha sido evidente.
Este cuadro brutalmente opresivo y antidemocrático, no puede ser dejado de lado o ignorado por los representantes de organismos internacionales que imparcial y objetivamente quisieran comprender lo que está sucediendo.
Si los gobiernos que participan en esos entes internacionales, de manera sincera y más allá de los intereses materiales, ideológicos o geopolíticos, desean contribuir con la estabilidad y la paz de nuestro país y la región, no pueden soslayar los graves hechos denunciados, cuyos autores son las fuerzas represivas del gobierno. Y reconocerlos tiene consecuencias claras en las normativas internacionales existentes.
Hacer lo contrario significaría el descrédito no solo de los representantes de esos gobiernos, sino también de las organizaciones supraestatales y sus reglas.
Pero también el ideal democrático también se demerita cuando sus principios y valores son devaluados o pisoteados por quienes deberían garantizarlos y defenderlos por encima de conceptos anacrónicos como el de soberanía absoluta de los Estados, no injerencia y otras zarandajas demodés.
UNASUR viene a Venezuela, y llama la atención que no se imprima la urgencia debida a esa visita, tal y como ha ocurrido en otros casos muy conocidos en la región. ¿Ya olvidamos a los cancilleres de la época, Maduro entre ellos, en los casos de Honduras y Paraguay? ¿Por qué entonces tanta displicencia ahora?
¿Es que acaso no es tan grave lo que ocurre en nuestro país? ¿El número de muertos y de violaciones a los DDHH no son aún suficientes para que los señores cancilleres de UNASUR apresuren su viaje? ¿A qué se juega?
En Venezuela, las fuerzas en pugna deben dialogar. La alternativa es el caos político-económico, la anomia, el hambre y más muerte. En las guerras más cruentas, las partes se han sentado a una mesa a negociar. Es un espacio en el que ellas se reconocen, respetan y se hacen concesiones. Allí se llega a acuerdos que no todos nos gustan, pero que son necesarios para avanzar. Esa es la política. Cuando ésta no está presente, lo que queda es la salida suma cero, la eliminación del contrario por la violencia.
Mientras no exista un poder político y social que de manera abrumadora imponga un curso determinado a los acontecimientos, de conformidad con las reglas democráticas y constitucionales que nos hemos dado para dirimir las diferencias, no quedará más que acordarse.
Los señores de UNASUR que vengan (si es que vienen) deben estar conscientes de la realidad compleja que van a enfrentar. Decidir venir ya es un reconocimiento tácito de que hay problemas muy serios en nuestro país, aunque en su declaración oficial no registraron las arbitrariedades y atropellos cometidos por el gobierno militar que sufrimos los venezolanos. Que evalúen, que bajo las condiciones del país, todo apunta a que se profundizaran las confrontaciones presentes de no llegarse a un modus vivendi en que se respete la Constitución y las leyes, aceptable para las partes.
Ojalá, a la hora de valorar la situación venezolana, tengan presente en la memoria, por un lado, las atrocidades perpetradas por las dictaduras militares que largamente asolaron a sus países en otras épocas, y por otro, a las muchas víctimas que encontraron en esta patria apoyo, cobijo y trabajo.
Y que también asuman de manera consecuente que la democracia y la libertad están en juego en Venezuela, y que podrían hacer mucho para evitar que se entronice una dictadura totalitaria.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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