“Cuando la tiranía se derrumba procuremos no darle tiempo para que se levante.” Maximilien de Robespierre (1758 – 1794), abogado, escritor, orador y político, uno de los líderes de la Revolución francesa. Terminó guillotinado.
A quienes todavía se impresionan cuando, con
faz tan inexpresiva como la de un pez, el canciller Elías Jaua asegura en la
ONU que la protesta en Venezuela “es política con la intención de derrocar al
gobierno y no por malestar social”; cuando todavía nadie entiende por qué
gobiernos democráticos de Latinoamérica no se pronuncian en defensa de la
democracia venezolana; cuando se preguntan qué pasa con la Carta Democrática
Interamericana de la OEA; a los que esperan con ansia una declaración
contundente de Obama en persona; a quienes creen que van a venir los cascos
azules a imponer la paz en el país.
También a quienes juran que el comandante
“está sembrado” y no muerto; que Diosdado es un ángel y Maduro un elegido; que
esto no es más que ganas de jod… de la “burguesía parasitaria”, que tiene una
guerra económica contra el gobierno y que mejor se ponen a trabajar; que esta
protesta la van a matar con la rumba de carnaval y que la semana entrante el
país va a estar igualito haciendo cola y resollando por lo bajo para evitar
retaliaciones. A todos ellos, permítanme explicarles dónde estamos parados.
En estas casi tres semanas de protestas, la
máscara de democracia del régimen se cayó, con agresiones mortales, capturadas
en imágenes y videos rodados por todas las redes sociales y transmitidos por
cadenas internacionales de televisión, resaltando así el “black out” de las
televisoras venezolanas. Dos pájaros de un tiro: represión desproporcionada
(balas contra manifestantes desarmados) lo cual configura delitos
imprescriptibles de lesa humanidad; y supresión de la libertad de expresión,
protegida por todas las convenciones internacionales de derechos humanos, de
las cuales es firmante Venezuela.
El gobierno ha quedado internacionalmente
como un infractor abusivo que atropella a quienes intenten oponérsele. Flaco
favor a la imagen de la revolución le ha hecho el ordenar públicamente sacar de
la parrilla de las cableras al canal colombiano NTN24, imagen ya golpeada por
el asunto RCTV y las continuas denuncias de presiones, legislaciones y
sanciones contra los medios, aunado a la tácita negativa de otorgar dólares
para comprar papel periódico lo cual ha obligado a dejar de circular o reducir
drásticamente el número de páginas a todos los diarios independientes del país.
El presidente, cada vez más enredado en la
explicación pública de la anarquía en Venezuela ha fracasado en validar sus
teorías sobre la violencia de la oposición, cuando se ha demostrado la
presencia de colectivos armados asociados al oficialismo y a los militares,
para dispersar y agredir las protestas ciudadanas. El hecho de que la mayoría
de los muertos y heridos sean jóvenes, la mayoría estudiantes, ha colocado al
régimen en una posición agresora que ha logrado hacer mella en la opinión
pública internacional, que hoy por hoy está convencida de que los venezolanos
enfrentan un gobierno que no duda en disparar contra sus gobernados.
Y fíjense qué es lo que realmente enfurece a
este gobierno. No que haya jóvenes vilmente asesinados, pues eso ni les importa
y así lo demuestra el presidente con su rumba bailable en Miraflores, con la
declaratoria de carnaval cuando el país está de luto. Lo que les importa es
quedar mal ante el público internacional, no aceptan la crítica, niega
cualquier evidencia de abuso así la prueba esté a la vista. Alegan montajes,
tratan de voltear la tortilla para calificar de violenta a la oposición,
descalifican a los periodistas que presentan las evidencias. La rueda de prensa
de la Ministra del Minci, Delcy Rodríguez, donde con una sonrisita intentó
“desmontar” la verdad reportada por periodistas nacionales y extranjeros sobre
la rudeza con que el gobierno ha enfrentado la protesta de los estudiantes y la
sociedad civil, demuestra lo que dice un amigo mío: “La genética es perversa”.
Mientras las redes sociales del mundo se
estremecen con información en tiempo real de las barbaridades de una Guardia
Nacional que atropella sin miramientos, utilizando armas prohibidas contra
civiles, de la delincuencia motorizada y armada defensora del oficialismo, el
gobierno trata de desmontar la protesta utilizando decretos, chantajes y sobre
todo el poder que tiene como Estado para decir a otros gobiernos y a organismos
internacionales que factores golpistas tratan de derrocarlo. Pero también hay
que hacer notar que los únicos en apoyar al gobierno venezolano son sus socios
del Alba o de Petrocaribe. Venezuela es vista cada vez con mayor desconfianza
en el seno de organizaciones como la OEA, donde Roy Chaderton es el embajador
más detestado por su vocabulario plagado de descalificaciones hacia quienes
intentan una investigación a las múltiples denuncias por violación de derechos
humanos y políticos contra Venezuela. Ni siquiera la patraña del diálogo le ha
salido bien al gobierno. El país está claro que quienes acudieron a Miraflores,
no representan a quienes protestan en las calles. Nada de lo que se diga allí
será acatado por una colectividad que no ve signos en el gobierno de que
escucha o entiende lo que le están diciendo. Solo se justifica la presencia del
sector económico porque su única salida es llegar a acuerdos con el gobierno.
De lo contrario, quebrarán con gravísimas consecuencias para todos.
Lo que el gobierno, el PSUV, el chavismo y
sus adláteres no han entendido es que esto no se trata de una conspiración sino
de una aspiración. Lo que no ven es un movimiento social donde los estudiantes
han tomado la batuta del sentimiento de hartazgo de un pueblo azotado por la inseguridad,
el desabastecimiento, la inflación y un sinfín de problemas que hacen imposible
una mínima calidad de vida.
Se niegan a reconocer que la gente se cansó
de pasar trabajo, que no quieren emigrar del país sino recomponerlo, que han
dicho basta a tanta división y odio. Los civiles no dan golpes de estado y tal
vez eso tenga nervioso al gobierno que no cesa de darle aumentos, beneficios,
cargos y privilegios a los uniformados que son quienes realmente mandan en
Venezuela.
El movimiento de protesta es tan libre que no
acepta liderazgos de la MUD, ni de Capriles, ni de Aveledo o de ninguno de los
políticos que hasta el momento habían encabezado los avances. De vainita si
oyen a Leopoldo López o a María Corina Machado, y eso porque ellos han sabido
interpretar que esto es un movimiento social, que tanto estudiantes como
sociedad civil están exigiendo un cambio en el rumbo del gobierno. No hay una
motivación política más allá del “Maduro Vete Ya”, que pide la renuncia de un
gobierno que no sirve para solucionar los problemas de la mayoría.
Aunque el régimen quiera convertirlo en una
lucha de oficialismo contra oposición, de ricos contra pobres, de blancos
contra negros, llevando a la acostumbrada y exitosa polarización todo, lo
cierto es que esta vez no va a escapar de la realidad que lo aplasta, y es que
hasta los chavistas ya se están dando cuenta que Maduro no es Chávez, que
Diosdado es un diablo, que el Viva Cuba y Viva Fidel es más que una frase y que
a la final, ellos tienen los mismos problemas que quienes protestan.
En estos intentos de hallar culpables con
quien polarizar, el gobierno ha ido de error en error: culpar a Uribe que no
tiene ni una sola vela en este entierro, pelear con Estados Unidos para después
intentar reconciliaciones sin dejar de insultar; trucar fotos e inventar
delitos; ofender con bailes carnestolendos el luto de venezolanos; tratar de
doblegar a las zonas de protesta cortándoles la luz, el agua o el gas;
intervenir programas para controlar las redes sociales; y lo último: fingir que
quieren la paz, poniendo a Diosdado de vocero para que invite en términos que
suenan a ” Vengan pa`ca, pues, aquí los espero para darles su paz”.
Las exigencias del movimiento estudiantil
coinciden con el clamor de un pueblo que no quiere más revolución sino
progreso, oportunidades, seguridad, productividad. En el Manifiesto de Mérida,
los estudiantes dejaron claro que no creen en el diálogo con el actual sistema
político, mismo que en 2004 aceptó peticiones en la mesa de diálogo liderada
por la OEA y el Centro Carter y el finado comandante ninguna cumplió. En este
documento exigen puntualmente: 1) la retirada de toda fuerza de ocupación
militar cubana 2) restitución de las libertades económicas y políticas 3)
disolución y desarme de los grupos paramilitares (y hasta tanto esto no ocurra,
seguirán las “trincheras” o barricadas de protección de las vidas y
patrimonios) 4) liberación inmediata de todos los presos políticos, libertad
plena para los que fueron detenidos y el regreso de todos los exiliados.
Clarísimos están los estudiantes y quienes al
lado de ellos protestan que no van a dejar la calle hasta tanto no hayan
conseguido estos objetivos. Si el gobierno cree que se van a cansar o a rendir
y no trabaja como debe para satisfacer las exigencias de venezolanos que tienen
el constitucional derecho de pedirle eficiencia, el país va a caer en un estado
aún mayor de ingobernabilidad. Ya las bases chavistas no están tan seguras de
estar en el lado correcto y cuando los manifestantes les convenzan que luchan por
los derechos de todos y no para imponer ningún liderazgo político, el andamio
de anime que es el gobierno madurista colapsará en medio de un caos de
terribles proporciones. Quisiéramos creer que ante tantas evidencias, el
gobierno tendrá alguna sensatez y responsabilidad como para enderezar los
entuertos que han hecho de Venezuela un país invivible. Pero esta esperanza es
casi una fantasía cuando vemos la calidad de funcionarios que están a cargo.
Esto es cuestión de tiempo. La justicia está
de un solo lado, el derecho siempre es de los pueblos y no del gobierno de
turno. No quisiera estar en los zapatos de quienes tengan que huir en estampida
ante este pueblo furioso.
Charito
Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
Twitter:
@charitorojas
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