lunes, 3 de marzo de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿CRISIS DE CONFIANZA? PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Mientras que las desavenencias políticas sigan apostando a soluciones desde la perspectiva de cada quien, las razones conducentes al inminente arreglo serán en vano  pues cada actor político defenderá a plenitud su postura.

¿CRISIS DE CONFIANZA?

En política, luce difícil pensar en la confianza como una cualidad. Más, pareciera ser la excepción de aquella regla ante la cual dos factores de la política, actúan según las disposiciones que mejor consideran en un todo al margen de lo que el contrincante pueda sugerir. Esto deja ver la distancia que existe entre actores políticos con ideología propia. Es decir, la desconfianza se interpone como condición que regula todo acercamiento entre posiciones políticas. Y en verdad, así si infiere luego de escuchar decir que “la política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra se muere una vez” (W. Churchill). Mientras que en política, la insidia es capaz de aniquilar al contrario tantas veces como la saña lo permita. Entonces no es fácil pensar en afinidad entre la política y la moral. Sobre todo, cuando las realidades se debaten por razones que incitan a defender lo propio por encima de intereses  ajenos. Y ante la necesidad de defenderse, el ataque se convierte en la forma más inmediata de tomar las mejores ventajas de la situación. Por eso en política, todo o casi todo se vale a la hora de perpetuar o persistir ante las ideas que más convengan ante la coyuntura.
 
La denominada Conferencia Nacional por la Paz, ha sido una significativa muestra de lo que acontece en el marco de una profunda crisis de confianza. Desconfianza ésta que se traduce en  la negación ante la posibilidad de permitir que otro sea quien trace el camino hacia el futuro. En el fragor de tan convulsionada realidad, opera la inseguridad desde la cual la incertidumbre se exhibe desmesurada y es cuando violenta toda situación que pueda aproximarse por defecto o por exceso a determinar condiciones por las que habrían de regirse procesos sociales, políticos o económicos. Tal es el caso de Venezuela.

Los problemas de desabastecimiento, inflación, agitación social, desempleo, inseguridad física, virulencia política, aparte de las dificultades que ha confrontado una economía al borde del riesgo fiscal o de la quiebra en sus niveles de reserva y productividad, o de la marginalidad social, la ocupación irracional del espacio y de la degradación del ambiente, configuran un cuadro de angustia generalizada a partir del cual se acució el descontento popular cuya vía de expresión invocó las crudas reacciones sociales y políticas vividas des-de los inicios de otro febrero aciago. Tan aciago como el Febrero de 1992, o el que correspondió a 1989.

Esta situación, a su vez, arrastra una indiscutible incapacidad de la sociedad de establecer la mejor estrategia capaz de resolver los problemas que más acosan la calidad de vida del ciudadano. Y esto sólo puede alcanzarse a través de la conjugación entre los agentes representativos del gobierno, de la educación y de las organizaciones asociadas al devenir social y económico. Para esto, es fundamental, activar mecanismos que funcionen como correlato y contraste del poder a fin de influir en la motivación del conjunto para ajustar las condiciones a las propuestas analizadas con base en las necesidades aducidas y demostradas. Pero para lograr tan importante objetivo, deben reconocerse los problemas que limitan la movilidad de la sociedad en términos de su desarrollo. Sin embargo, esto no es de fácil consecución pues pasa por acudir a la figura del árbitro. De un árbitro a quien pueda delegarse la última palabra mediante la cual sea posible asentir los procesos que han de requerirse a continuación de las decisiones a tomarse por parte de quienes tienen la responsabilidad de darle forma a la gran política. Mientras que las desavenencias políticas sigan apostando a soluciones desde la perspectiva de cada quien, a desdén de una institución que, en su propósito tenga a bien arbitrar equilibrada y justicieramente los problemas suscitados, las razones conducentes al inminente arreglo serán en vano pues cada actor político defenderá a plenitud su postura. En otras palabras, esta situación representa el vivo testimonio de lo que apesadumbra y desvergonzadamente constituye una abismal y terrible crisis de confianza.

VENTANA DE PAPEL

¿CUÁL PAZ?

Mucho se ha hablado de paz. No sólo como resultado de la situación de miedo que vive el régimen luego de comprender el tamaño de equivocación que cometió en medio de un proceso electoral que asumió sin la debida legitimidad. Igualmente, a consecuencia de la retahíla de decisiones que condujeron a vivir más problemas que soluciones. Desde entonces, el término “Paz” ha servido para engrosar páginas de declaraciones gubernamentales sin la argumentación necesaria para validar los propósitos aludidos a nivel de discurso.

Asimismo, ha sido utilizado para animar actitudes políticas que tienden a confundirse con meras iniciativas de Sosiego. Pero que en el fondo de todo, se solapan intenciones con tentaciones, preocupaciones con ocupaciones, lo cual redunda en perjuicio del clima de armonía que merece la sociedad venezolana toda vez que su historia de lucha reivindicativa habla de los derechos y libertades que con esfuerzo alcanzó. Sin embargo, el concepto de “Paz” se ha visto manoseado al extremo que pareciera haber sido estropeado de tanto maltrato por la manipulación recibida. Actualmente, el régimen lo esgrime como bandera para darle el color “blanco” a situaciones que se tiñeron de “rojo-sangre y negro-violencia” sin terminar de entender que sus métodos no funcionan para matizar realidades que se tornaron difusas y resbaladizas en contra del equilibrio a partir del cual es posible lograr realidades colmadas de tolerancia, solidaridad y respeto.

No hay duda de que el país cayó en un trance político que ha trastornado el sentido de ecuanimidad que debe dominar sobre la faz de una nación como la venezolana, dado el desarrollo social alcanzado aunque con sumo valor. Las recientes circunstancias vividas, han abonado el terreno para desgastar el significado de “Paz“. Pues no es razonable que la paz se utilice para formalizar una gestión de gobierno que escasamente alcance a una minoría. Mientras que el resto de la población se encuentre sometido al escarnio por causa  de la perversa polarización a la que animó el régimen por aquello de “divide y vencerás”.

Así que ante la necesidad mal calculada y peor observada por parte de un régimen indolente y corrupto, se ha tenido la necesidad de mitigar en lo posible el desbarajuste y anacronismo que su mismo anarquía y desgobierno ha causado. Entonces, el régimen ha hablado de paz. Pero de ¿cuál paz?

A FALTA DE PRENSA IMPRESA…….


La difusión de los hechos noticiosos, es un derecho de razón universal. La misma Constitución de la República lo declara como principio, cuando describe que “toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin censura (…)así como a la réplica y rectificación cuando se vea afectada directamente por informaciones inexactas o agraviantes” (Art. 58). Sin embargo, el régimen ha creído que resguardar la información que evidencia las dificultades sostenidas para adelantar su gestión gubernamental, se convierte en una amenaza para su estabilidad en el poder. Tan absurdo temor ha hecho que se tome la irracional y antidemocrática decisión de anular o evitar el derecho a que el venezolano se informe. Aún peor, a amordazar el derecho que tiene todo ser humano a expresar libremente sus pensamientos, ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. Así lo expone la Norma Suprema en el artículo 57. Pero, ni modo.

El régimen hace caso omiso de ello incumpliendo la letra constitucional. A pesar de vociferar que es respetuoso del orden jurídico venezolano. ¡Crasa mentira! Lo disimula groseramente. Por consiguiente, conmina, amenaza mediante insolencia, populachos armados y apoyados. Pero sobre todo, con controles legalizados de Conatel aunque irrespetuosos de los preceptos invocados por la Constitución. Al final de tan patética realidad, los medios que sobreviven tienden a asumir mecanismos de autocensura, reducir al máximo sus tirajes o simplemente callar ante la opresión cruda y abierta del fascismo oficial. Surge la interrogante: ¿Qué le queda al venezolano, a pesar del continuo bloqueo de medios de prensa?

Apelar a los contenidos multimedia. Es decir, a los nuevos medios puestos a disposición por las nuevas tecnologías de comunicación e información. O sea, la Internet a través de sus diversas aplicaciones. El reto ahora es enfrentar el obstáculo, aprender a sortearlo y continuar adelante. Así que como dice el adagio popular: a falta de pan, buenas son las tortas. Acá habrá que decir que a falta de prensa impresa, buenas son las redes sociales. O mejor, imprescindibles.

“Mientras la política siga ejerciéndose con base en intenciones egoístas, los procesos de conducción social se verán cada vez más azotados pues los valores que deben primarlos estarán confinados por la perceptible mano de la intolerancia. Y por supuesto, de la desconfianza”. AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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