Ya he explicado suficientemente cómo el
socialismo ha sido un sistema político que, desde sus inicios, se ha vestido
con las causas más justas y nobles de la humanidad para, finalmente, una vez
con el control del poder político, darle un zarpazo a las libertades
fundamentales del ser humano y esclavizar a la sociedad a la sombra de un
estado omnipresente e interventor.
He escuchado por la radio a nuestros
socialistas endógenos, en un estado tal de delirio, que ahora les ha dado por
comparar al socialismo con el amor maternal, en cuanto a que se trata de una
entrega total; ya el desespero es evidente, la formación de sus cuadros ha entrado
en una etapa de fanatismo y su prédica se ha convertido en un peligroso
fundamentalismo, financiado por PDVSA, no se sabe con qué infames propósitos.
Está sucediendo en nuestro país; Venezuela,
bajo la hegemonía del socialismo se está convirtiendo en un inmenso campo de
concentración, las facciones más ultrosas reclaman la inmediata destrucción de
lo que queda del aparato productivo nacional para lanzar al país en una
catástrofe ambiental; ya hay sitios en el interior del país donde la comida
escasea de manera importante, al punto que se teme un éxodo de la población
hacia las capitales donde aún hay provisiones.
Pero vamos ahora a sumergirnos en sus
mecanismos ocultos e internos, para ver cómo hacen el fraude ideológico, porque
son las ideas, las malas ideas, las que nos trajeron a esta aventura, vamos a
desmontar algunas de sus mentiras fundamentales, y tenemos que empezar por un
hecho cardinal, al contrario del capitalismo, que ha sido una construcción de
muchas personas y pueblos, cuyas prácticas devienen de las costumbres a través
de un largo periodo de tiempo y suman errores y éxitos de una manera de hacer
las cosas, de una forma de vida que necesitó de la participación de toda la
sociedad para evolucionar, el socialismo, es la obra de un solo hombre, de Karl
Marx, quien creyó haber descubierto unas leyes históricas que trabajan sobre el
hombre y la sociedad y con las cuales profetizó el destino de la humanidad; si
probamos que la obra de este hombre está equivocada, podremos cantar el fraude.
Pero antes de avanzar en las entelequias
marxistas, debemos aclarar, antes de Marx existía el comunismo y formas
utópicas del socialismo, eran prácticas sociales que existían en las tribus más
primitivas y que luego fueron incorporadas en sectas, como en el cristianismo
primitivo, perseguidas y obligadas a vivir prácticamente bajo tierra; estas
sectas se componían de grupos pequeños, donde todos los miembros se conocían,
compartían no sólo conocimientos sagrados sino una vida en común, y por ello el
comunismo funcionaba, había un líder carismático y vínculos afectivos y de fe
muy fuertes, que hacían posible la sobrevivencia en medio de los enemigos.
Varios estudios de antropología sugieren que
el modelo tribal funciona en grupos humanos de reducido número y abarcando un
territorio pequeño, pero suficiente para permitir la autonomía de cada miembro,
el antropólogo Joseph Birdsell, que estudió a los bosquimanos en Australia, nos
reporta que la tribu no pasaba de 500 individuos y estaba compuesta por bandas
más pequeñas, de entre quince y cincuenta individuos, en control de
aproximadamente 80 kilómetros cuadrados de territorio. Similares magnitudes
encontraron los antropólogos Chang entre los Yanomamis en el Amazonas y Epel
con los Shoshone en el medio oeste norteamericano.
Cuando el grupo desborda estos límites de
sustentabilidad, el modelo tribal deja de funcionar, la tribu se convierte en
“nación” o reinado, como el caso de los Cherokee o de los Zulú en África, un
conjunto de tribus, unidas por vínculos de sangre y cultura, donde la práctica
del comunismo es sustituida por la del intercambio comercial libre entre
tribus, el trueque da a lugar a un sistema de precios muy básico y a una
especialización del trabajo por regiones.
Por ello la insistencia de los comunistas en
grupos pequeños, en comunas, que es la vuelta a la forma de la tribu como
célula fundamental de su sistema; más que un ideal “progresista” es, en
realidad, un retroceso a formas arcaicas de asociación.
La igualdad en las comunas sólo puede ser
lograda por un reconocimiento personal entre miembros del grupo, la practica
altruista de compartir se basa en que la propiedad es de la tribu, administrada
por el jefe, quien reparte y asigna; la historia de las comunas que han logrado
mayores éxitos demuestra que esos grupos se sostienen mientras vivan sus
líderes carismáticos, al ellos desparecer, las comunas se disuelven. Todas las
experiencias societarias del socialismo utópico han tenido esas
características, que fueron las que tomó Marx, y les dio un giro histórico.
Marx estaba muy al tanto de los experimentos
societarios de Robert Owen, amigo personal de Engels, su socio y camarada;
conoció de testigos presenciales la experiencia de la comuna de París y trató
de manipularla para sus fines políticos, pero la misma fracasó antes de que
pudiera lograr metas concretas; finalmente, fueron esas experiencias grupales
las que privaron en su intento por conformar las primeras organizaciones
obreras y artesanales, tanto en Alemania como en Inglaterra.
Marx era un economista, y él más que nadie
estaba enterado del problema que surgía al aplicar el comunismo a los grandes
números, a sociedades completas, por ello su insistencia en la dictadura del
proletariado, sabía que, sin el elemento autoritario y violento del ejercicio
del poder, no podría ordenar el reparto equitativo de bienes y servicios en una
nación. La libertad resultaba ser un lujo inaceptable en el comunismo, sólo
cuando apareciera el Nuevo Hombre y quedaran abolidas las clases sociales se
aceptaría de buen grado este nuevo orden.
Cuando tuvo lugar el experimento de la Unión
Soviética, nunca mantuvo el comunismo a tantos técnicos y expertos resolviendo
el problema de aplicar la igualdad en una población tan grande, el problema de
la producción y el consumo se convirtió en un dolor de cabeza, la planificación
de la economía centralizada fracasaba una y otra vez en proveer a todos lo más
básico y de manera oportuna, no menos de veinte millones de personas perdieron
la vida por hambre y frío, mientras los burócratas en Moscú buscaban cómo
resolverle los problemas, expropiaban de todo lo que se producía, los hacían
mudarse a nuevos asentamientos para producir lo que el plan indicaba, nunca
llegaban los insumos a tiempo y completos, la escasez era la regla; la felicidad
y la prosperidad del pueblo fueron pospuestas para un futuro lejano que nunca
llegaba, mientras el pueblo ruso vivió entre la miseria, el terror y la
desinformación.
Vistos estos antecedentes, hagamos nuestro
primer señalamiento: el socialismo es una ideología, al contrario, el
capitalismo se constituye como un conjunto de observaciones sobre unas
prácticas productivas y de organización de los mercados; al ser una ideología,
el socialismo está basado en una teoría, en unos conceptos previos a la experiencia,
además ha devenido en dogma, en una serie de preceptos morales concebidos en la
ilusión de resolver todos los problemas y ambicionando construir una sociedad
perfecta.
Los socialistas y comunistas pretenden ver al
capitalismo como una ideología, cuando éste jamás ha tenido como fin la
práctica de recetas infalibles, ni el remedio para todos los problemas
sociales; el capitalismo promueve, y esta es la gran diferencia entre ambos,
los valores de la libertad en el individuo y propicia los medios para que el
hombre se desarrolle a plenitud y así alcanzar el avance de toda la sociedad.
En los próximos artículos veremos en donde
falló el pensamiento marxista y por qué el socialismo es una ideología con pies
de barro –
Saul Godoy s
aulgodoy@gmail.com
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