miércoles, 12 de febrero de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LAS CARTAS MARCADAS DEL SOCIALISMO (1 DE 3)

Ya he explicado suficientemente cómo el socialismo ha sido un sistema político que, desde sus inicios, se ha vestido con las causas más justas y nobles de la humanidad para, finalmente, una vez con el control del poder político, darle un zarpazo a las libertades fundamentales del ser humano y esclavizar a la sociedad a la sombra de un estado omnipresente e interventor.
He escuchado por la radio a nuestros socialistas endógenos, en un estado tal de delirio, que ahora les ha dado por comparar al socialismo con el amor maternal, en cuanto a que se trata de una entrega total; ya el desespero es evidente, la formación de sus cuadros ha entrado en una etapa de fanatismo y su prédica se ha convertido en un peligroso fundamentalismo, financiado por PDVSA, no se sabe con qué infames propósitos.
Está sucediendo en nuestro país; Venezuela, bajo la hegemonía del socialismo se está convirtiendo en un inmenso campo de concentración, las facciones más ultrosas reclaman la inmediata destrucción de lo que queda del aparato productivo nacional para lanzar al país en una catástrofe ambiental; ya hay sitios en el interior del país donde la comida escasea de manera importante, al punto que se teme un éxodo de la población hacia las capitales donde aún hay provisiones.
Pero vamos ahora a sumergirnos en sus mecanismos ocultos e internos, para ver cómo hacen el fraude ideológico, porque son las ideas, las malas ideas, las que nos trajeron a esta aventura, vamos a desmontar algunas de sus mentiras fundamentales, y tenemos que empezar por un hecho cardinal, al contrario del capitalismo, que ha sido una construcción de muchas personas y pueblos, cuyas prácticas devienen de las costumbres a través de un largo periodo de tiempo y suman errores y éxitos de una manera de hacer las cosas, de una forma de vida que necesitó de la participación de toda la sociedad para evolucionar, el socialismo, es la obra de un solo hombre, de Karl Marx, quien creyó haber descubierto unas leyes históricas que trabajan sobre el hombre y la sociedad y con las cuales profetizó el destino de la humanidad; si probamos que la obra de este hombre está equivocada, podremos cantar el fraude.
Pero antes de avanzar en las entelequias marxistas, debemos aclarar, antes de Marx existía el comunismo y formas utópicas del socialismo, eran prácticas sociales que existían en las tribus más primitivas y que luego fueron incorporadas en sectas, como en el cristianismo primitivo, perseguidas y obligadas a vivir prácticamente bajo tierra; estas sectas se componían de grupos pequeños, donde todos los miembros se conocían, compartían no sólo conocimientos sagrados sino una vida en común, y por ello el comunismo funcionaba, había un líder carismático y vínculos afectivos y de fe muy fuertes, que hacían posible la sobrevivencia en medio de los enemigos.
Varios estudios de antropología sugieren que el modelo tribal funciona en grupos humanos de reducido número y abarcando un territorio pequeño, pero suficiente para permitir la autonomía de cada miembro, el antropólogo Joseph Birdsell, que estudió a los bosquimanos en Australia, nos reporta que la tribu no pasaba de 500 individuos y estaba compuesta por bandas más pequeñas, de entre quince y cincuenta individuos, en control de aproximadamente 80 kilómetros cuadrados de territorio. Similares magnitudes encontraron los antropólogos Chang entre los Yanomamis en el Amazonas y Epel con los Shoshone en el medio oeste norteamericano.
Cuando el grupo desborda estos límites de sustentabilidad, el modelo tribal deja de funcionar, la tribu se convierte en “nación” o reinado, como el caso de los Cherokee o de los Zulú en África, un conjunto de tribus, unidas por vínculos de sangre y cultura, donde la práctica del comunismo es sustituida por la del intercambio comercial libre entre tribus, el trueque da a lugar a un sistema de precios muy básico y a una especialización del trabajo por regiones.
Por ello la insistencia de los comunistas en grupos pequeños, en comunas, que es la vuelta a la forma de la tribu como célula fundamental de su sistema; más que un ideal “progresista” es, en realidad, un retroceso a formas arcaicas de asociación.
La igualdad en las comunas sólo puede ser lograda por un reconocimiento personal entre miembros del grupo, la practica altruista de compartir se basa en que la propiedad es de la tribu, administrada por el jefe, quien reparte y asigna; la historia de las comunas que han logrado mayores éxitos demuestra que esos grupos se sostienen mientras vivan sus líderes carismáticos, al ellos desparecer, las comunas se disuelven. Todas las experiencias societarias del socialismo utópico han tenido esas características, que fueron las que tomó Marx, y les dio un giro histórico.
Marx estaba muy al tanto de los experimentos societarios de Robert Owen, amigo personal de Engels, su socio y camarada; conoció de testigos presenciales la experiencia de la comuna de París y trató de manipularla para sus fines políticos, pero la misma fracasó antes de que pudiera lograr metas concretas; finalmente, fueron esas experiencias grupales las que privaron en su intento por conformar las primeras organizaciones obreras y artesanales, tanto en Alemania como en Inglaterra.
Marx era un economista, y él más que nadie estaba enterado del problema que surgía al aplicar el comunismo a los grandes números, a sociedades completas, por ello su insistencia en la dictadura del proletariado, sabía que, sin el elemento autoritario y violento del ejercicio del poder, no podría ordenar el reparto equitativo de bienes y servicios en una nación. La libertad resultaba ser un lujo inaceptable en el comunismo, sólo cuando apareciera el Nuevo Hombre y quedaran abolidas las clases sociales se aceptaría de buen grado este nuevo orden.
Cuando tuvo lugar el experimento de la Unión Soviética, nunca mantuvo el comunismo a tantos técnicos y expertos resolviendo el problema de aplicar la igualdad en una población tan grande, el problema de la producción y el consumo se convirtió en un dolor de cabeza, la planificación de la economía centralizada fracasaba una y otra vez en proveer a todos lo más básico y de manera oportuna, no menos de veinte millones de personas perdieron la vida por hambre y frío, mientras los burócratas en Moscú buscaban cómo resolverle los problemas, expropiaban de todo lo que se producía, los hacían mudarse a nuevos asentamientos para producir lo que el plan indicaba, nunca llegaban los insumos a tiempo y completos, la escasez era la regla; la felicidad y la prosperidad del pueblo fueron pospuestas para un futuro lejano que nunca llegaba, mientras el pueblo ruso vivió entre la miseria, el terror y la desinformación.
Vistos estos antecedentes, hagamos nuestro primer señalamiento: el socialismo es una ideología, al contrario, el capitalismo se constituye como un conjunto de observaciones sobre unas prácticas productivas y de organización de los mercados; al ser una ideología, el socialismo está basado en una teoría, en unos conceptos previos a la experiencia, además ha devenido en dogma, en una serie de preceptos morales concebidos en la ilusión de resolver todos los problemas y ambicionando construir una sociedad perfecta.
Los socialistas y comunistas pretenden ver al capitalismo como una ideología, cuando éste jamás ha tenido como fin la práctica de recetas infalibles, ni el remedio para todos los problemas sociales; el capitalismo promueve, y esta es la gran diferencia entre ambos, los valores de la libertad en el individuo y propicia los medios para que el hombre se desarrolle a plenitud y así alcanzar el avance de toda la sociedad.
En los próximos artículos veremos en donde falló el pensamiento marxista y por qué el socialismo es una ideología con pies de barro – 
Saul Godoy s
aulgodoy@gmail.com

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