jueves, 27 de febrero de 2014

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, PROTESTAS ESTUDIANTILES

Las protestas estudiantiles conforman una buena parte de la  historia contemporánea de Venezuela.  De hecho, puede afirmarse que son el eje motor en el desarrollo de los acontecimientos políticos del siglo XX. 

Desde la Generación del 28, nombre con el que se conoce al grupo de estudiantes universitarios que lideraron en el carnaval caraqueño de 1928 un movimiento de carácter académico y estudiantil que derivó en un enfrentamiento con el régimen de Juan Vicente Gómez y que llevó a la cárcel de la Rotunda y al castillo de Puerto Cabello a centenares de jóvenes, hasta las  más recientes manifestaciones públicas de rechazo al régimen de Nicolás Maduro, por parte del sector estudiantil, ha transcurrido casi un siglo, pero los protagonistas siguen siendo los mismos. 

Podrán cambiar las condiciones socioeconómicas, las circunstancias políticas internas, los factores de poder internacional, pero los estudiantes y su voz estrepitosa en el aire, seguirán  siendo los héroes de la jornada.

Las manifestaciones estudiantiles en cualquiera de  sus formas, estuvieron presentes en todos los gobiernos adeco-copeyanos entre 1958 y 1998.  Las causas y las justificaciones varían; no así  la manera de enfrentarlas, y por eso las reacciones de los gobiernos de turno para reprimirlas, frenarlas o acabarlas, casi siempre conllevaba al uso de la fuerza o conducían, por el choque, a más violencia. Un error político recurrente, del que ningún gobierno, sea de izquierda o de derecha, sale bien librado. 

Durante esos cuarenta años,  basta hacer un recorrido por los periódicos de la época, para darse cuenta que  las noticias sobre la desaparición de algún estudiante, o algún universitario o liceísta muerto en disturbios estudiantiles y enfrentamientos con las fuerza del orden público no son una novedad reciente. Incluso debido a circunstancias típicas de esos años, en que la universidad autónoma, además de un lugar para el saber, era también un refugio de la subversión y de los movimientos insurgentes, así como de la clandestinidad a la luz del sol, algunos gobiernos decidieron  intervenir a las universidades nacionales, como ocurrió, por ejemplo con  la UCV, allanada en mayo de 1964, bajo la presidencia de Leoni, y posteriormente en octubre de 1969 siendo Rafael Caldera presidente, con fuerzas militares y cierre incluido durante año y medio.

Durante la década de los ochenta el movimiento estudiantil venezolano también estuvo presente en el seno del movimiento popular. Esta vez, factores como el incremento de la deuda externa, la fuga de divisas y la caída internacional de los precios del petróleo, entre otras circunstancias sociales y económicas, como el  famoso” viernes negro” y los sucesos del Tazón, conllevaron a varios episodios de disconformidad social.

Las manifestaciones  estudiantiles continuaron durante la década de los noventa, bien para tomar las calles en protesta por el asesinato de catorce pescadores del estado Apure, conocido como “la masacre de El Amparo”, o bien para apoyar la marcha de varias asociaciones de vecinos contra el gobierno, o enfrentarse a un nuevo allanamiento de la UCV durante el segundo gobierno de Carlos A, Pérez.

Algunas cosas han cambiado entre aquellas manifestaciones estudiantiles del siglo pasado y las que se han dado, en lo que va de este siglo XXI, tanto contra Chávez como contra Maduro.

Una, es que la izquierda ya no se encuentra enconchada en las universidades nacionales y ahora juega para el gobierno.

Otra, es que los gobiernos de antes no calificaban de  “golpe de estado”  las manifestaciones estudiantiles, por más violentas que fueran.

Por lo demás, con el arribo de Chávez al poder, las causas del malestar estudiantil no desparecieron, estuvieron tapadas por el hecho político, el fenómeno mediático, y el adormecimiento de los problemas socioeconómicos con la abundancia de los petrodólares repartidos en forma de misiones sociales.

Pero con un mañana incierto, tomando forma de presente, de este presente aniquilador y desesperanzador, el movimiento estudiantil, como tal, y los jóvenes de este país, en general, tienen una causa que va más allá de la política, para protestar y reclamar.  Ya no se trata simplemente de un problema de izquierdas o de derechas, de una lucha  por el poder, sino por su futuro.  

xlmlf1@gmail.com

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