El contenido de la magna obra de Víctor Hugo
¡Los miserables!, viene al pelo al momento histórico de Venezuela, cuando
pareciera que se quiere exaltar con asombro la situación devenida, que
pudiéramos contextuarla con la responsabilidad agravada de los promotores del
llamado “socialismo del siglo xxi”. Pudiéramos también establecer
diferenciación de lo contemporáneo de hoy con el pasado, pero nunca podremos
desvincular la similitud de lo ficticio en la novela de Víctor Hugo, con la
atrocidad en que devino esta maligna “revolución” tildada de “bonita”.
La novela,
cuyo argumento razona sobre el bien y el mal, sobre la ley, la política, la
ética, la justicia y la religión, como bien confiesa su autor, se inspiró en un
criminal francés redimido, que acabó inaugurando la Policía Nacional francesa,
para crear a los protagonistas, situando el drama de la novela en el contexto
histórico de Francia, su país.
En “Los miserables”, los personajes reviven
la rebelión de junio de 1832 y los posteriores cambios políticos que ella
produjo, donde el autor analiza los estereotipos de aquel momento y muestra su
oposición a la pena de muerte; pero en su núcleo, utiliza la novela para
defensa de los oprimidos, siendo aquí donde la enlazamos con la “revolución
bonita” inventada por el “majadero del siglo xxi” en Venezuela, hoy difunto,
que cambió el término de oprimidos por “excluidos”. Pero si bien es cierto que
Víctor Hugo, quiso hacer de la realidad una ficción, en nuestro caso, el
“difunto”, acompañado y asesorado por unos sablistas doctos, que se valieron de
su infantil presunción de capacitado rebelde, hizo de la ficción una realidad
con un método equivocado, que en lugar de producir una mejor calidad de vida a
los excluidos, los transformó en unos parias miserables, que combaten en una
descarnada beligerancia por la vida. Y en una absurda lucha por negar poder a
las fuerzas productivas guidas por la intelectualidad, para dárselo a los que
“menos tienen” o “desprotegidos”, transformó la teoría del desarrollo en
arrebato y expropiación, para generar en el país la catástrofe que hoy tenemos,
sin visos de posibilidad de recuperación en el corto o mediano plazo.
El país vive hoy una conflagración
“pacífica”, que no sabemos dónde y cuándo terminará, lo que nos obliga a
denunciar para la historia de una reconciliación inviable por el engaño y la
mentira de pancistas “intelectuales”, cuya responsabilidad en la estructuración
del monstruo y el monstruoso escenario que supuestamente percibió en sus
veleidades no dan lugar a dudas. Sabíamos, por percepción innata, que el
difunto sería un irresponsable de su malignidad, pero estos oportunistas, que
bastante se lucraron de su añagaza, debieran confesar al país su mea culpa
penitencial, para que no sean otros “tontos útiles” los inculpados y juzgados
por tal torpeza. Sin establecer grado alguno de responsabilidad, podemos
enunciar algunos nombres de autores, defensores y protagonistas de este
traumático engaño, donde unos más que otros esculpieron y validaron el
monstruo, que debieran salir a la palestra como anti guerreros, para evitar el
enfrentamiento que se avecina entre incautos, dada la incapacidad de líder de
Diosdado y Maduro: así vemos entre otros a: Alejando Angulo Fontiveros, Omar
Mora, Iván Rincón, Nelson Merentes, Jorge Giordani, Rafael Ramírez, Luisa
Ortega Díaz, Luisa Estela Morales y algunos de los coautores del 4F, que
quieren enmendar su culpa solo con lastimosas declaraciones sobre lo que
creyeron hacer y lo que lograron. Eso no basta. Pudiera José Vicente Rangel
hacer el papel de confesor de sus colaterales, iniciando el mea culpa. No
mencionamos a otros que quieren fungir de intelectuales, para no darles
relevancia mas allá de tontos útiles.
Enrique Prieto Silva -g-
enriqueprietos@gmail.com
@Enriqueprietos
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