Resulta
una inocentada esa campaña que lleva a cabo el gobierno, supuestamente, llamada
a disuadir a la malandrería a que deponga las armas, con eso de que: “Bájale
volumen a la violencia”.
El
mensaje, además, viene más suavizado todavía, ya que quienes lo transmiten
constituyen figuras del deporte y del mundo del espectáculo; donde uno piensa
en aquella famosa frase de Mcluhan, de que el “medio es el mensaje”; figuras
del sistema, como diría un marxista, y quienes hasta constituyen íconos
publicitarios; que servirían para emocionar a los chamos sifrinos; mas no así a
esos malandros de bajo fondo; que ya desde los catorce años manejan armas de
gran potencia, y quienes tienen por referencia, pongamos por caso, a “El
Miura”, cuya vida voraginosa se vende en CD en las autopistas, a propósito de
este nuevo producto de diversión, que ha sentado sus reales y sus tiendas en el
comercio informal.
Yo diría que hasta por aquí comienza a ser
peregrina esta campaña del gobierno, es decir, por el vehículo que emplea para
transmitir el mensaje; como señalaba atrás, figuras del sistema, y puestas en
función de convencer a conciencias, precisamente, antisistemas; figuras que
representan lo que ellos quisieran ser, pero que no lo son, y es a estas
figuras a quienes se dirige la guerra del hampa; víctimas de su vandalismo;
consecuencia de la frustración que se siente, por no haber alcanzado dicho
estatus, que ellas representan; de modo que son incongruentes los términos en
los que se maneja la forma con el fondo en este mensaje.
Diera la impresión de que al decirle a la
malandrería: “Bájale el volumen a la violencia”, se le insinúa: no que apagues
el aparato de sonido, sino que le bajes el volumen; en este caso, el volumen
está relacionado por el número de muertes que suma en su prontuario un
malandro. Por lo demás, la frase peca de sutil; porque, en lugar de volumen,
más bien debería rezar odio, y comunicar: “Bájale odio a la violencia”.
Pero el oficialismo se niega a decirlo así,
primero, porque son ellos los que han sembrado este flagelo en nuestra
sociedad, y, en ese sentido, se tropezarían con ellos mismos; segundo, porque
ellos tienen dolientes e intereses en la industria de la malandrería; es decir,
uno y otro son la misma cosa; Dios los cría y ellos se juntan; lo que explica
el hecho de que a Nicolasote se le haya escapado, como cosa de un eructo, la
expresión de que cuando la derecha dice “guerra contra el hampa”, a su juicio,
no está sino manifestando “guerra contra el pueblo”, y que reafirma la tesis
del Estado “Robin Hood”, esto es, el Estado que roba a sus ciudadanos o que
permiten que bandas de bandoleros lo hagan a los particulares, con un fondo de
justicia social; un populismo del que no estuvo exento ni siquiera Rómulo
Betancourt, a propósito de la revolución adeca de 1945, y el cual arranca,
digamos de paso, en nuestra historia con José Tomás Boves.
De allí que se haya popularizado en nuestro
medio el término “buenandro”. Por ejemplo, Lina Ron se permitía decir que ella
y sus hombres conformaban un mundo. Tipejos que andaban con ella, entre ellos
su propio marido, y quien era el que la movilizaba en las motos; seguida por
los escoltas: todo esto supone armas de gran potencia, celulares; muchos de
ellos con antecedentes penales; pero, por encima de todas cosas, con licencia
para matar, como se decía en una serie policial de televisión. Un bandolerismo
que Chávez auspició, cuando le daba aquellos espaldarazos a la Catira Ron;
alegando que, la pobre había cometido sus desmanes, ciertamente, (momentos en
los que la Catira Ron estaba presa), pero que ella era una valiente
revolucionaria, defensora de la revolución bolivariana, mientras la opinión
pública sangraba por la herida.
-Claro, así es muy fácil ser valiente: con el
apoyo del aparataje de Miraflores- no dejaba de hacer ver fulano.
Esta campaña no está muy lejos de aquella que
se conoció en la década de 1990; cuando aún este flagelo no tenía el carácter
de abyección, al que ha llegado hoy en día, de “luces contra el hampa”, y el
que consistía en apagar las luces de los automóviles todos los 30 de mayo
durante todo el día, y donde de nuevo pecaba el fondo con la forma de este
mensaje, partiendo del hecho de que ningún malandro iba a tomar conciencia del
hecho del lastre social, que suscitaba la circunstancia de su violencia, sólo
porque un encorbatado de esos, que él veía en lujosos automóviles, llevaba a
cabo una protesta, en ese sentido; aunque esta campaña no estaba tanto dirigida
al hampa, como en esta oportunidad, como sí a las autoridades del momento, para
que pusieran cartas en el asunto.
¿Qué demuestra todo esto? Que no hay voluntad
para encarar el flagelo de la inseguridad, y el cual está enquistado en nuestra
sociedad como las fiebres héticas, de las que hablaba Maquiavelo, y las que, a
su juicio, al principio eran fáciles de curar, sin necesidad de conocerlas,
pero que no habiendo sido posible atender esta demanda a tiempo, al final,
resultaban fáciles de conocer, pero difíciles de curar. Por supuesto, en estas
condiciones; sólo amagando nunca se va a extirpar el flagelo, pues cuando se
dice “guerra al hampa”, el hecho no traduce sino que se va hasta las últimas
consecuencias, y esto pasa por el allanamiento casa por casa, a la incautación
de la millonada de armas, que está en manos del hampa, no sólo de nuestras
grandes ciudades, sino hasta de pueblos pequeños, donde también pulula la
industria de la malandrería; aparte de que nuestras cárceles se deben
transformar en centros formadores, de acuerdo a los numerosos planes que se
tienen; sobre todo, porque el mayor porcentaje de sujetos, que forman parte de
nuestra delincuencia, son chamos que apenas llegan a la veintena de edad;
muchachos que han abandonado la escuela, tanto más en esta era chavista, que ha
significado el deterioro institucional.
melendezo.enrique@yahoo.com
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