lunes, 17 de febrero de 2014

DANIEL CHALBAUD LANGE, MADRE PATRIA, HIJOS , HE AQUI A SU MADRE


 ¿Quién te ha creado?
       Dios me ha creado

 ¿Y para qué te ha creado Dios?
       Para darle la vida y recibir las cenizas de mis hijos cuando mueran.

 ¿Y qué haces con esas cenizas”
 “Es la ceniza de los muertos la que crea la Patria”. Soy Madre y soy     Patria.

¿Qué es la Patria?.


Es una mezcla de nuestros sentimientos con las grandes obras de Dios.:

·        “La Patria es el conjunto sagrado de la tierra, la vida presente, y las grandes aspiraciones del país y del pueblo al que unen el nacimiento o la sangre de los padres……” (Cabanellas)
·        “La Patria es el amor… es la tierra…, son las costumbres…es el idioma…es el sentimiento religioso. La Patria en fin, son los artistas, los pensadores y lo héroes….. (Gonzalo Picón Febres)
·        La Patria tiene cuerpo y tiene alma. El alma de la Patria anda por allí flotando entre los acordes del sagrado himno….. El alma de la Patria anda por allí, entre las palabras armoniosas de la lengua en que el hombre dice en la mañana de la vida “te amo” y por la noche “Padre Nuestro que estás por los cielos” (Monseñor Ramón Lizardi)
·        “El cuerpo de la Patria es el territorio… El alma de la Patria está constituida por el acervo común de recuerdos, de sentimientos, de ideas y de voluntades….el verdadero patriotismo es el amor…. Al alma de la Patria pertenecen el hombre de campo, el maestro de escuela, la hermana de la caridad, el humilde periodista, el sacerdote, el estudiante y la Madre, que le da ciudadanos y pone en sus labios las primeras palabras y en sus corazones las primeras semillas de virtud y les enseña a balbucear los nombre de Venezuela y de Bolívar, a amar la Bandera y a preludiar las vibrantes notas marciales de nuestro Himno Nacional”  (Cardenal José Humberto Quintero)
·        “ La Patria es un pedazo de tierra bajo un pedazo de cielo: la tierra en que nacimos y el cielo bajo el cual queremos morir..…La Patria es el pecho de la Madre que nos alimenta, y el brazo del padre que nos sostiene y que nos guía…”  (Carlos Borges)

                      Ahora podrás entender el por qué soy Madre y soy Patria

 ¿Cuándo naciste?

Al sexto día de la creación. Dios fue muy bondadoso conmigo. Me dio mares, lagos, ríos, flora, fauna, montañas, llanuras, médanos, selvas y todo lo necesario para que yo pudiera comenzar a parir a los hijos de mi tierra. Sólo me faltaban los hijos. Y fueron llegando y multiplicándose, por decenas, centenas, miles y millones e, igualmente, con el paso de los años, se fueron convirtiendo en cenizas que fertilizaban tierras y aguas.
 ¿Y tú espacio?
Lo fueron delimitando mis hijos. Por cierto, diferentes unos de otros, como los dedos de las manos.
¿Cuándo se celebra tu día?
 Para mí, todos los días. Para mis hijos, los días que se acuerdan o se alejan de mí.
 ¿Cómo te llamas? 
Por siglos y siglos no tuve nombre. Yo era una Madre en cualquier lugar que, deambulando, ocupara uno de mis hijos. En el año de 1498 llegaron en grandes barcos muchos seres parecidos a mis hijos, más blancos, hablaban y no los entendíamos. Con los años fueron llegando más y más y se fueron apoderando de mí y de mis hijos. Poco a poco fuimos entendiéndolos y supe que primero me llamaron “Tierra de Gracia” y más tarde “Venezuela”. En verdad, no me importaba cómo me llamaran sino cómo me trataban.   
¿Y tus hijos, qué hacían?    

De todo. Pelaban y morían por defender a su Madre, otros, simplemente me abandonaron, a otros se los llevaron y, a los más los esclavizaron para que los ayudaran a violarme. Cuando mis hijos, a los cuales llamaban “indios”, no les eran suficientes, trajeron por montones, de no sé dónde, miles y miles de otros seres humanos, también parecidos a mis hijos y a los blancos, pero de oscuro color, y añado yo “pero de alma blanca”.

Aquellos blancos llegados de otros mundos, se adueñaron de todo y cuanto Dios me otorgó para que bien criara a mis hijos. Me fijaron límites dentro de lo que yo misma no sabía que era mío. Y lo que hicieron conmigo, también lo hicieron con otras Madres quienes me decían que eran mis hermanas. Esos mismos, que también violaron a mis hermanas, me fueron arrancando por la fuerza tierras y aguas con la que alimentaba a mis hijos y me fueron achicando como piel de zapa.

Como era lógico que sucediera, se tocó la fibra de la identidad y de la defensa de lo “mío”, y comenzó la lucha, en todas sus formas, hasta la más sangrienta, entre el coloniaje y la conquista por apoderarse de tierras, vidas y riquezas en contra de los auténticos dueños de su propio destino. Lamentablemente, en esa inicial y desigual lucha, perdí cientos de miles de mis hijos naturales y de los adoptados. Al fin, después de años de lucha, casi toda fratricida, se impuso el valor de David contra Goliat.

No pasó mucho tiempo para que la avaricia y el reclamo por el “valor” de lo que, pensaba yo, gratuitamente se entregó por la conquista de la independencia y libertad, se reflejara en luchas intestinas, lamentablemente entre mis propios hijos, por todo el espacio de mi cuerpo y por los bienes que en un principio eran de todos por igual. A mis hijos indios los asimilaban a los animales, pero algunos de mis hijos blancos y mestizos, dejaban de ser “humanos” para convertirse en animales. Qué Madre puede soportar tanta maldad entre sus hijos.

Yo estoy supeditada a lo que mis hijos hagan y deseen para mí. En principio yo les garantizaba abundante y variada alimentación, poniendo a su disposición tierras fértiles y aptas para el cultivo y la cría de gran variedad de especies. Casi todo eso fue desapareciendo y comenzó, por supuesto, la aparición de enfermedades que coadyuvaron a diezmar la población.

Poco a poco, algunos de mis hijos se fueron imponiendo y también, poco a poco, los demás fueron aprendiendo que unidos se vive mejor. Nuevamente los campos comenzaron a dar sus frutos en alimentos y en cada conuco no faltaba la siembra de frijol, maíz, topocho, yuca, ñame, ocumo, auyama, papas, tomates, etc. y la cría de ganado para la obtención de la blanca leche con que se ayudaba a amamantar a los hijos de los hijos. Yo seguí siendo la Madre de todos los venezolanos, como llamaban a mis hijos.
No todo es perfecto y la dicha no es eterna. De repente, del mismo suelo de donde brotaba el agua para la vida, comenzó a brotar una “negra leche”, en varias partes de mi cuerpo y que poco se sabía lo que era y mucho menos que hacer con ella. Fue tanto el alboroto que se formó, que la noticia pasó a otras  Madres, allende los mares, y sus hijos, capacitados en ordeñar suelos para extraer leche negra, vinieron por miles - técnicos, máquinas y conocimientos- y comenzaron a ordeñar mi leche negra y a llevársela para sus tierras.  

Esa actividad, para su época, requería de mucha mano de obra, la cual, con salarios muy por encima de lo que un hijo ganaba en el campo, motivó el desplazamiento de muchos de mis hijos, del oriente, del llano, y de los Andes para ayudar, en el occidente, a seguir perforándome el vientre. A la vuelta de pocos años, nuestros campos quedaron abandonados y la agricultura y la cría casi desaparecieron. Nuestras exportaciones no eran el café y el cacao, sino la negra leche que se convertía en dólares y que nos permitía comprarle a otras Madres el café y el cacao que necesitamos, amén de muchos otros productos.
Y yo, como la Madre Venezuela y con la previsiva intuición que tiene todas las Madres, le hacía ver a mis hijos el oscuro futuro que nuevamente nos esperaba y, algunos de ellos, oyéndome, fueron mi voz para todos y uno gritó: “sembremos la negra leche en la tierra de mi madre” y otro, recorrió parte del mundo para hablar con otras Madres quienes tenían el mismo problema, para la defensa conjunta del valor y de las reservas. El grito y el resultado de los viajes, en parte dieron su fruto y, un poco más que menos, comenzó el proceso de sembrar la leche negra con la construcción de vías de comunicación, institutos educacionales, fabricas industriales, aeropuertos, hoteles, centros de salud, adquisición de tecnologías, interacción entre mis hijos, atracción para miles de hijos de otras Madres en tierras lejanas para la explotación agrícola y pecuaria, que, en un todo, le dieron calor a mi hogar.
Nuevamente mis hijos hacían y deshacían, y en ese vaivén, como péndulo de reloj, desunidos, regresaban a las antiguas luchas, quizás no tan sangrientas, pero que requerían la presencia de un mal necesario, el Gendarme. Cuando ya no soportaban el látigo que suprimía lo más sagrado que tiene un ser humano, su libertad, volvían a luchar y triunfaban. No más de cuarenta años duró la última hermandad, hasta que, animados como en fiesta de carnaval, se plegaron al nuevo Dios Momo, quién con su carisma se ganó a la gran mayoría y lo colocaron en un pedestal.
Poco a poco, el Dios Momo, se fue quitando la careta, hasta que, siendo, como todos, MI HIJO, sin decirlo, me enteré que tenía una Madre adoptiva.  Desde entonces, ya no le importé y tampoco a algunos de sus hermanos..

Trataba de comprender la actitud de mis hijos de finales del siglo XIX, cuando luchaban y morían entre ellos por las tetas de su Madre, verdaderamente, ahora si lo comprendo; lo que no puedo aceptar como Madre de todos los venezolanos, es que unos hijos, de quienes parece que su padrino es Mandinga, y que Dios me perdone por referirme a ellos así, le estén entregando parte de mi cuerpo, como si fuera un trofeo, a otras Madres. Recuerden, aunque “ …¡son iguales la madre de Cristo y la madre de Judas, porque ambas están hechas de pulpa milagrosa”(A.E.B.), me llamo VENEZUELA y la madrina de todos es LA VIRGEN DE COROMOTO.

Por sus hijos y, por los hijos de sus hijos: HAGAN LO QUE DEBEN HACER para evitar la desagradable vivencia de Andrés Eloy Blanco, expresada en este recuerdo a su Madre Patria en donde “el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera”. El mejor regalo que me pueden ofrecer, en cualquier día del año, es verlos a todos unidos, como el puño de una mano, para devolverme la salud y repetir con alegría:
¡HIJOS, he aquí a su MADRE!

Daniel Chalbaud Lange.                                    
@danielchalbaudl

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