jueves, 6 de febrero de 2014

CARLOS E. AGUILERA A., LA MAJESTAD DEL DECORO

En Venezuela hemos alcanzado a percibir con perfecta claridad que la ingobernabilidad es culpa de quienes alcanzaron el poder hace 15 años en el marco de un proceso meramente democrático, en el que las instituciones funcionaban organizadamente y con un capital social extendido, culturalmente desarrollado y principalmente, abierto, tolerante e inclusivo con una cultura política que siempre fue una expresión de los procesos de integración social y no como ahora, una colectividad desintegrada, fraccionada y excluyente proveniente de una elite política de quienes enarbolan la bandera de la llamada revolución socialista del siglo XXI.
Se requiere con urgencia un proyecto que debe empezar a reinventarse con los acrecentados valores que siempre hemos tenido los venezolanos, además de la educación, para que con tolerancia acudamos al reencuentro tan anhelado de un nuevo país, que nos permita romper las diferencias que han inculcado desde el gobierno en la población con marcado acento de odio, venganza y de diferencia social. Estamos obligados a entendernos y para ello es menester que afloren actitudes y aptitudes, que abran vías o caminos de consenso, pues hay quienes aún esconden y disfrazan las acentuadas contradicciones, antes que en resolverlas.
Estamos presenciando en los últimos tiempos la ausencia de aspectos morales como el honor, la dignidad, el respeto, etc. que se traduce en definitiva, en el comportamiento personal que reafirma y resalta las virtudes del hombre, particularmente cuando ejerce autoridad. Quien no demuestra decoro en su actitud, no puede exigir respeto de los demás, y cuando se trata de un Presidente de la República, esto acarrea males para si mismo y para los demás, pues el decoro es una actitud que nace de la cuna y se cultiva durante toda la vida, y por otra parte, con una actitud decorosa se inspira respeto, el mismo respeto que merece el pueblo venezolano.
A diario, Nicolás Maduro invoca con marcado acento militarista, como para justificar que ahora en todos los actos oficiales en el protocolo pertinente lo llaman Comandante en Jefe y Presidente de la República, el llamado al diálogo, el cual desde tiempos inmemoriales se ha valorado como positivamente, por cuanto a través del mismo se han logrado acuerdos y compromisos. Pero ignora – y así lo demuestra cuando insulta, arremete y descalifica a quienes invita a dialogar – que existen dos dimensiones del diálogo: la que lo vincula con una concepción ética de la coexistencia democrática y otra que lo concibe como un procedimiento para la solución pacífica de las controversias. Esta última, se refiere tácitamente a los desafíos que enfrenta, en cuanto al método para encontrar soluciones satisfactorias a las diferentes controversias, que se desarrollan en una sociedad contemporánea de carácter pluralista y de manera particular en una democracia, pues constituye un valor “instrumental”
El diálogo señor Maduro, es relevante por cuanto se refiere al redimensionamiento de su función frente a los nuevos desafíos del régimen democrático, así como al proceso de transformación política, social y cultural, trastocados  en los últimos tiempos por la conducción equivocada de las políticas públicas puestas en marcha por el régimen socialista, marxista y bolivariano del cual usted además es alto dirigente en el partido oficialista del PSUV. Al parecer pretende pasar por alto el derrumbe del denominado “bloque socialista”, que dejó patente la necesidad de discernir acerca de los nuevos mecanismos de la convivencia civil en un mundo en el que el régimen democrático, con todas sus imperfecciones, es el único espacio posible para la coexistencia pacífica.
Jorge Haberlas, en su teoría de la acción comunicativa refiere que es necesario asumir un comportamiento lingüístico que se dirija a los demás en búsqueda de un acuerdo, y acciones comunes, lo cual la diferencia de la acción estratégica, que se orienta a la obtención de ciertos comportamientos no mediante la persuasión, sino a través de otros medios como la amenaza y el engaño.
En una época como la que vivimos los venezolanos, el fanatismo que exhiben los personeros del gobierno y dirigentes del partido oficialista, evita el ejercicio de la crítica de la razón y obstaculiza el debate necesario acerca de los problemas de la sociedad, pues por culpa de una cultura extremadamente politizada se obstaculiza el compromiso y se convierten sus postulados en dogmas de fe, olvidando quienes la pregonan que la democracia permite establecer a través del carácter ético-político del diálogo, un intercambio de ideas y del ejercicio del espíritu crítico, entendido como reflexión metódica, en contra de la falsificación de los hechos, que es propia del fanatismo que a ultranza exhiben.

Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com / @_toquedediana

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