LA
VIOLENCIA, VIEJA MERETRIZ
Honor
a los estudiantes caídos. Honor a los heridos, torturados, presos,
desaparecidos, perseguidos, allanados y enjuiciados en esta terrible semana
para Venezuela. Así debían comenzar estas líneas y tal vez detenerse acá para
que el silencio del duelo sustituya las palabras. No conocí a estos
estudiantes, pero en tiempos ya remotos conocí a otros que cayeron en torturas
y balazos, y el dolor que embargaba a universidades y liceos era indescriptible,
abisal. Así es hoy.
Analizar
hechos políticos atravesados por la muerte siempre es tarea difícil pero es la
tarea de hoy. Hay premisas que es necesario establecer. Las protestas y
manifestaciones del 12 de febrero fueron pacíficas hasta su conclusión, bajo la
conducción de los dirigentes que las promovieron y apoyaron. Después de
concluida la marcha de Caracas los grupos paramilitares del gobierno atacaron
con violencia extrema y dispararon a matar. El pequeño grupo que quedó y
lanzaba piedras, ni respondía a los objetivos de la marcha ni a sus dirigentes.
El doloroso resultado se conoce y los testimonios del periodismo de calle
acusan una y otra vez a los autores materiales e intelectuales de los crímenes.
Los hechos se saben, pero rondan las preguntas, la fundamental de las cuales es
por qué el Gobierno propicia un nivel estrepitoso de violencia y por qué le
encomienda la tarea a los paramilitares que ha creado, armado, consentido y
financiado.
RÉGIMEN
DÉBIL.
Lo
cierto de todo este asunto es que aunque algunas unidades de la GN han sido
brutales en la represión, así como comisarios del Sebin, y grupos de la Policía
Nacional, el grueso de esos cuerpos no quiere obedecer órdenes ilegales como
las que ahora dictan Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Miguel Rodríguez
Torres. Las fuerzas militares y policiales no solo están conscientes de que
crímenes contra los DDHH no prescriben sino que saben que el Estado rojo se
viene abajo por su descomposición interior.
Las
fracturas institucionales son múltiples; el Estado se deshace y la crisis
económica carcome los cimientos de un poder fundado en la renta petrolera. La
escasez, buque insignia del desastre despiadado que asedia a los venezolanos,
no tiene forma de remediarse por un par de razones: no hay dólares para
importar lo necesario, ni hay producción interna debido a la ruina, trepada en
las ancas de la revolución bonita. No tienen ninguna solución manejable para
solventar estas hecatombes salvo una sola que ya les es imposible adoptar:
cambiar radicalmente sus concepciones y el sentido de sus políticas. Maduro
hizo un amago y no pudo, quedó atrapado entre "la derecha endógena" y
la izquierda exógena. No se pudo mover y ahora, petrificado, menos aún.
El
haber apelado a "los colectivos", los grupos paramilitares
financiados, entrenados y adheridos al gobierno es una revelación de la
debilidad del régimen. Significa que no cuenta para enfrentar las
demostraciones de descontento y reclamo social, al menos en forma
incondicional, sino con estos grupos. No quiere decir que no haya militares,
policías políticos y uniformados, que no estén dispuestos a disparar a
mansalva, pero sólo estos paramilitares sangrientos lo hacen de modo uniforme y
gozoso. Maduro quedó atrapado más que nunca entre ellos y Diosdado.
EL
GOLPE DE ESTADO.
Para
enfrentar el vigor de la protesta popular y estudiantil, así como justificar el
despliegue criminal de grupos de mototerror, ha renacido la tesis del golpe de
estado. Quien esto escribe no duda que existan militares que por las mismas
razones argumentadas por Chávez en 1992 quieran sublevarse, pero no obedecen a
la dirección opositora en ninguna de sus variantes.
Ya
lo dijo Antonio Ledezma hace pocos días. Si hay un golpe de estado en marcha
quiere decir que la Fuerza Armada está dividida, que no es cierto que esté
"unida monolíticamente", como se decía antes, alrededor del ilegítimo
Presidente. Porque, debe recalcarse, no hay golpe de estado sin militares; todo
lo demás son suspiros a la luna. Pero si el gobierno ha debelado un golpe de
estado sería conveniente conocer los nombres de los jefes. ¿O es que no saben
si hay golpe? ¿O es una mera patraña para impedir la protesta y convertir en
acusados a los dirigentes opositores?
Hace
días fueron convocadas Asambleas de Ciudadanos para discutir "la
salida". A una de ellas asistí. El objetivo proclamado por todos fue
discutir las formas del reemplazo constitucional de Maduro y, además, todos los
oradores insistieron en dos temas básicos: la protesta no violenta y la unidad
de las fuerzas democráticas. En paralelo se dieron protestas estudiantiles
ferozmente reprimidas, fundamentalmente en los estados andinos, y con motivo
del Día de la Juventud, el presidente de la FCU-UCV, en la misma Asamblea,
convocó una concentración pacífica el 12 de febrero en la Plaza Venezuela.
Nadie se planteó que las manifestaciones y marchas fuesen violentas, entre
otras razones además de los principios, por una elemental: la violencia
conviene al gobierno porque aleja a los moderados, aísla las vanguardias y les
es más fácil reprimirlas.
LA
MANIOBRA.
La
semana pasada alerté sobre la amenaza en contra de tres dirigentes. El
parágrafo que encabezaba mi columna era el siguiente: "Acusar o sugerir
que Antonio Ledezma, Leopoldo López, María Corina Machado, la Movida
Parlamentaria (MP) y los demás promotores de "La Salida" están en el
fomento de un golpe de estado es una de dos cosas: una delación, si realmente
los denunciantes creen que esos dirigentes conspiran; o un crimen, aun cuando
sea culposo, porque es lanzar la jauría en su contra. Por estos días se observa
a altos funcionarios y al aspirante a sustituir a Maduro, el gobernador del
Táchira, centrados en López como responsable de disturbios, para lo cual la
idea de que él busca un "atajo" no hace sino tenderle la cama a la
represión.
Aquella
conjetura ha tomado cuerpo. Todos los dueños del poder se han lanzado en manada
feroz en contra de estos dirigentes, orden de aprehensión en contra de López,
amenazas de allanamiento de la inmunidad parlamentaria a María Corina,
provocaciones e insultos al por mayor hacia Ledezma. Estas injurias buscan
encubrir actos de violencia cometidos por el Gobierno para criminalizar la
disidencia.
Es
comprensible lo que hace un gobierno débil y desesperado; lo que no es comprensible
es que del lado de enfrente haya quienes, so pretexto de desmarcarse de
"los radicales", acompañen o se hagan los locos ante la persecución a
la que se ven sometidos dirigentes recios que encarnan una visión de la lucha,
que también es democrática, constitucional y pacífica. La discrepancia es un
derecho de cualquiera, acusar, aunque sea "en privado" de lo que el
gobierno acusa, es una vileza que facilita la represión.
@carlosblancog
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