El
tema de conversación de todo el mundo durante la reunión anual del Foro
Económico Mundial de Davos, Suiza, fue el audaz pronóstico de Bill Gates de que
para el año 2035 prácticamente no habrá países pobres en el mundo.
¿Fue
un arranque de optimismo exagerado por parte del hombre más rico del planeta?
¿O hay motivos para ser tan optimistas?
En
una carta pública dada a conocer poco antes de la apertura de la reunión de
Davos la semana pasada, Gates dijo que los 35 países actualmente clasificados
por el Banco Mundial como naciones de bajos ingresos dejarán de ser pobres en
las próximas dos décadas.
"La
creencia de que el mundo está empeorando, de que no podemos remediar la pobreza
extrema y las enfermedades no sólo es errónea. Es dañina -escribió Gates-. En
todos los aspectos, el mundo está mejor de lo que ha estado nunca. Dentro de
dos décadas, estará aún mejor."
Pero
casi simultáneamente Oxfam, una coalición de 17 organizaciones no
gubernamentales dedicadas a la lucha contra la pobreza, publicó un estudio que
muestra un cuadro mucho más sombrío.
En
su informe, Oxfam dijo que las 85 personas más ricas del mundo tienen la misma
cantidad de dinero que la mitad más pobre del planeta, es decir, 3500 millones
de personas. La inequidad está en aumento y amenaza con excluir a cientos de
millones de personas de los beneficios de la modernidad, agregaba el informe.
Entonces,
¿el mundo está mejor o peor?, le pregunté a Marcelo Giugale, el director de
programas de reducción de pobreza del Banco Mundial en África y ex director del
programa antipobreza de esa institución en América latina, quien acaba de
publicar un libro titulado Desarrollo Económico: Lo que todo el mundo necesita
saber.
Giugale
me dijo que, técnicamente, Gates tiene razón. En términos de PBI per cápita, el
porcentaje de pobres ha disminuido enormemente durante las tres últimas
décadas, desde que China e India adoptaron economías de mercado. "Creo que
la pobreza extrema, definida como la definimos ahora, como el poder de paridad
de compra de menos de 1,25 dólares por día por persona, se va a terminar en
2030, incluso antes que en 2035", dijo Giugale.
Pero
la verdadera pregunta es hasta qué punto será significativo lograr ese
objetivo. "Si lo que estamos haciendo es sacar a alguien de la pobreza
extrema y ponerlo en 1,26 dólares por día, tampoco es un logro
fantástico", señaló.
Según
me explicó Giugale, ahora se está empezando a hablar cada vez más no sólo de
los pobres, sino de los que están inmediatamente arriba, o alrededor, de la
línea de pobreza: los así llamados "vulnerables". Vamos a vivir en un
mundo con muchas personas vulnerables, señaló.
La
buena noticia es que la tecnología está haciendo maravillas para ayudar a
combatir la pobreza, me dijo Giugale. Por primera vez, podemos identificar a
los pobres con pruebas biométricas del iris y concentrarnos en las necesidades
específicas de cada uno de ellos, señaló. Hasta hace poco, había 400 millones
de personas solamente en la India que no figuraban en los bancos de datos del
gobierno. En América latina se estima que un 10% de los niños no están
registrados a nivel nacional.
La
identificación individual de los pobres está permitiendo a los gobiernos idear
nuevas políticas sociales. En vez de ofrecer gasolina subsidiada o educación
universitaria gratuita para todos, como todavía hacen varios países
latinoamericanos, ahora los gobiernos pueden identificar exactamente quién
necesita subsidios y quién no. La individualización es el nuevo mantra de la
lucha contra la pobreza, agregó Giugale.
Mi
opinión: aunque algunos países se están quedando atrás porque tienen
presidentes más interesados en acaparar poderes con políticas cortoplacistas
que en el bienestar sostenible de sus pueblos, es indudable que el mundo está
mejor que antes.
El
porcentaje de la población mundial que vive en la pobreza extrema ha caído del
43% de la población mundial en 1990 hasta el 20% en la actualidad, según las
cifras del Banco Mundial, y hoy en día vivimos más y mejor. Cuando las personas
ven el vaso medio vacío, siempre les digo que se imaginen lo que habrá sido ir
al dentista hace 100 años, cuando a la gente le extraían las muelas sin
anestesia.
Ahora,
el gran desafío es poner la tecnología -que en la actualidad está
principalmente al servicio de los ricos y las clases medias- al servicio de los
pobres. Escribiré con mayor detalle sobre este tema en futuras columnas, pero
por el momento sería buenísimo que más países siguieran el consejo de Giugale y
emplearan las tecnologías existentes para individualizar a los pobres y acabar
con los subsidios universales que penalizan a los pobres y benefician a los que
más tienen.
aoppenheimer@elnuevoherald.com
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