“La palabra que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu”. Arturo Uslar Pietri.
Uno
de estos días participé en una reunión de periodistas con el cónsul de Israel
en Miami y Puerto Rico, estimulada por el Comité Judío de Estados Unidos (AJC
por sus siglas en inglés). La conversación con el diplomático me alentó a
algunas reflexiones.
La
primera es el valor de la palabra en las relaciones políticas y humanas. La
moderación del lenguaje en lugar de la virulencia. Si un gobernante o régimen
educa a su pueblo, especialmente a los niños, en la satanización del
adversario, su modelo y sus creencias, nunca podrá haber acuerdo y convivencia.
Del mismo modo hay que entender que la política
en el tercer milenio, al menos la democrática, consiste en el horror a los
extremos, a los fanatismos, y la pertinaz búsqueda del centro político que es
el territorio de los entendimientos. Lo inteligente y lo científico es defender
las convicciones pero sin fundamentalismos. La Democracia es tolerancia,
atreverse a la duda constructiva, es decir, abrigar la premisa de que siempre
existe la posibilidad de que uno esté equivocado y el adversario tenga razón.
Los
judíos que se han mostrado más capaces de controlar a sus extremistas, a pesar
de que viven en una sociedad democrática (o precisamente por eso), nunca deben
olvidar que la noción de lo totalmente inaceptable, no existe en política a
menos que se trate de la dignidad y los derechos humanos. Siempre hay que
reducir al mínimo estrictamente necesario lo que no se puede conceder en una
negociación.
Porque
negociar es ganar-ganar, hacer concesiones para lograr objetivos mayores,
trascendentales y permanentes. En el caso del oriente medio se trata de la Paz
con mayúsculas. Todo punto de cierre tiene que ser disuelto con inteligencia,
buena voluntad y sobre todo coraje.
“La política no es una lucha de ángeles contra demonios, sino que debe partir del fundamento que nuestro adversario político es un ser humano”. Carlos Enrique Castillo Peraza. Político mexicano.
LA
GANANCIA PALESTINA
En
las escuelas palestinas se les enseña a los niños que los judíos son
diabólicos, que están empeñados en pulverizar a los árabes y que la voluntad de
Alá es que sean aventados de sus tierras ancestrales.
Además,
mientras se debate en la mesa de negociaciones, la autoridad palestina, débil
ante el chantaje, se abstiene de
repudiar los constantes atentados contra territorio israelí, provenientes de la
franja de Gaza donde manda un grupo terrorista que oprime a sus conciudadanos.
Es
una trampa contra su propia gente, que los líderes palestinos insistan que la
causa de sus males es la maldad de los judíos y no la corrupción, veneración de
la violencia, incompetencia gerencial, fanatismo religioso, desafección por el
trabajo, acomodo y despilfarro de la ayuda internacional y educación mediocre
que imperan en Palestina.
Si
los líderes palestinos metieran en cintura a sus extremistas, si le jugaran
limpio, con sinceridad a su propio pueblo, el futuro de Tierra Santa (para
hebreos, musulmanes y cristianos) sería luminoso y cercano. Solo habría
ganadores en un espacio coexistencia y cooperación.
Nos
imaginamos un medio oriente donde los árabes se aprovecharían de los adelantos
agro industriales, tecno científicos e institucionales de Israel, y, los judíos
encontrarían un escenario de paz para el libre comercio y el desarrollo
integral común. Amén.
jalexisortiz@hotmail.com
@alexisortizb
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