Cuando hablo de socialismo y marxismo, no
hago diferencias con el comunismo, unos soportan al otro como las diferentes
partes de un edificio; este trío de doctrinas no sólo se parecen, sino que se
tocan y separan para volver a confluir en postulados básicos sobre la
naturaleza del hombre y la sociedad.
Pertenecen a un genero de doctrinas que los
expertos en ciencias políticas y economía han nominado “Colectivismo”; según el
Diccionario de Economía y Finanzas del Dr. Carlos Sabino, es el “Término
genérico que se utiliza para designar las ideologías y las propuestas políticas
favorables a la supresión de la propiedad privada… Desde el punto de vista
económico las posiciones colectivistas proponen la estatización o la
conformación de cooperativas organizadas y controladas por el Estado como forma
básica de propiedad. También, y como consecuencia de ello, abogan por la
planificación central y recusan al mercado como forma de asignación de
recursos.”
El comunismo, por supuesto, es mucho más
antiguo, algunos autores encuentran antecedentes en la antigua Grecia, con
Licurgo en Esparta, con el Rey Agis IV, con Platón que, en su obra La
República, expresa la necesidad de que todos los bienes sean comunes, incluso
las mujeres.
El comunismo también es visto como una forma
de subversión contra el orden establecido, de allí que la figura de Espartaco,
el mismo Cristo (en una próxima entrega veremos la relación del cristianismo
con el socialismo), los Padres de la Iglesia, en tiempos de Justiniano, que
predicaban la comunidad total de bienes y veían el enriquecimiento como falta
de honestidad, sean venerados como verdaderos revolucionarios.
Durante la Edad Media tuvieron lugar cruentas
rebeliones campesinas contra los dueños de la tierra (la nobleza) buscando
aliviar las injustas inequidades sociales; pero fue a mediados del siglo XIX,
con la Revolución Industrial, que dos situaciones se hicieron patentes: que la
nueva clase burguesa era la dueña de los nuevos medios de producción
mecanizados y que había una clase social de privilegiados que acaparaban para
sí el grueso de las ganancias (el capital) dejando al proletariado, la gran
mayoría, viviendo en la subsistencia.
Es en este momento histórico, que las tres
doctrinas conviven en torno a un solo hombre, Karl Marx, quien le daría orden
al socialismo utópico, que ya tenía un cúmulo de escenarios planteados en obras
literarias y experimentos comunitarios, pero estaba muy fragmentado; Marx le
dio unidad y propósito integrándolo a su proyecto histórico, luego vendrían
otros como Lasalle que, basándose en la teoría del valor del trabajo de Marx, continuaría
su labor entre las clases trabajadoras.
Marx y Engels
se ocuparían de sistematizar el pensamiento comunista, gracias a un
encargo de la “Liga Comunista” de Alemania, resultando el panfleto llamado El
Manifiesto Comunista (1848), donde aseguran que sólo el proletariado es el
llamado a realizar la gran transformación; los autores reniegan de la familia,
de la patria, de la clase media, de la religión y predicen la dictadura del
proletariado, que abolirá la propiedad privada, el derecho a la herencia y
creará ejércitos de trabajadores para servirle al Estado; termina el Manifiesto
diciendo: “Los comunistas declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden
alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente... los
proletarios sólo tienen sus cadenas que perder y un mundo que ganar,
¡Proletarios del mundo, uníos!”
El marxismo, que nace de la obra teórica de
Marx, como crítica al sistema capitalista, y que desarrolla en El Capital
(1867), explora temas como el materialismo histórico, especie de camisa de
fuerza que le aplica al devenir de la humanidad, condicionando el orden social
a las maneras de producción, y el futuro, a los acontecimientos en el pasado,
profetizando que el destino del hombre es, necesariamente, el socialismo.
Pero luego de Marx, cada doctrina tomó una
ruta diferente; Lenin se llevó el conocimiento marxista a Rusia y regó su
revolución con esa doctrina, de la que resultaría el comunismo soviético; el
comunismo de Lenin implicó una reinterpretación del marxismo aplicada a la
realidad Rusa, que no era sino una revolución campesina, no industrial, lo
mismo hicieron en su momento Trotzky, Stalin, Kushchev, para mencionar sólo los
principales reformistas del marxismo leninista.
El marxismo es un método de análisis económico-político
usado por algunos partidos políticos que buscaban aplicar las recetas del libro
El Capital; sometido a un proceso de diversas interpretaciones, resultó en una
plétora de marxismos, sobre todo en Francia, Italia y Alemania, y muchos años
después, en Latinoamérica (ya analizaremos el socialismo en Latinoamérica).
El socialismo aunque tuvo su origen
organizado en la Revolución Francesa, floreció en Inglaterra estrechamente
ligado a las organizaciones laboristas y sindicatos. Una corriente, el Socialismo
Fabiano, donde participaron figuras como Bernard Shaw, Sidney Webb y H.G.
Wells, le dieron renombre y consistencia ideológica, y se expandió a países
donde el régimen parlamentario era una institución respetada y se atuvieron a
la consecución del voto y no de la revolución para llegar al poder.
A raíz del Cuarto Congreso de la
Internacional, celebrado en Basilea en 1869, cuando se dieron los
enfrentamientos entres anarquistas y comunistas, se funda en Alemania el primer
partido de los trabajadores socialistas. Cuando se inicia la Primera Guerra
Mundial, los partidos socialistas, congregados en una Nueva (Segunda)
Internacional, empezaron a alejarse del comunismo y del anarquismo, para
llevar, por medios democráticos, no violentos, los cambios que deseaban en sus
países; más que una diferencia de contenido era una diferencia en la forma lo
que distinguía a un socialista de un comunista.
En los años anteriores a la Segunda Guerra
Mundial surgió en Alemania el partido Nacionalsocialista que, en manos de Hitler,
se dedicó, entre otras cosas, a perseguir a los comunistas y hacerlos
desparecer como enemigos del Estado; y aunque la propiedad privada seguía, de
jure, siendo de los privados, de facto, pertenecía toda al Estado; la fusión
indisoluble del partido único con el Estado y el gobierno marcaron este
socialismo que mutó en fascismo.
Los socialistas revolucionarios son la cepa
más radical del socialismo, en realidad son comunistas disfrazados de
nacionalistas, creen en la violencia y los cambios drásticos para alcanzar sus
propósitos de poder absoluto sobre la sociedad, para ello apelan a formas harto
desfasadas como las comunas, las milicias, el trueque, la democracia
tumultuaria, el culto al líder, la sacralización de los valores nacionalistas,
el estatismo absolutista y el milenarismo (“para siempre”).
A pesar de que Marx dijo que el capitalismo
iba a desaparecer hace más de cien años, el socialismo moderno, ha aprendido a
convivir con el capitalismo, y de hecho depende del sistema del libre mercado
para llevar adelante su tesis del Estado Bienestar, ha bajado su tono
beligerante y se ha concentrado en las reformas sociales y en fortalecer los
medios de hacer “justicia social”, por la redistribución a las clases con
mayores necesidades de los bienes estatizados. Estas tres ideologías basan su
acción principalmente, en la estatización de la sociedad, sacrificando la
libertad individual en aras del igualitarismo. –
saulgodoy@gmail.com
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