Edward
F. Adams dictó unas conferencias en 1913 en contra del socialismo, las mismas
fueron parte de un simposio sobre el socialismo que organizaron varias
instituciones universitarias en San Fracisco, algunas de ellas como la Liga de
la República, de la Universidad de California, de tendencia claramente
socialista, durante la reunión prevaleció el espíritu democrático y de apertura
a las ideas que permitieron que Adams expresara públicamente su pensamiento.
Dijo
Adams en esa ocasión que, el fin último del socialismo en función de gobierno
popular, es la nacionalización de toda la tierra, industria, transporte,
canales de distribución y finanzas y bajo una administración colectiva para el
bien común. Involucra la abolición de la
ganancia, renta e intereses, pero muy especialmente excluir la posibilidad de
ganancias privadas debido al incremento de valores que resulten de un
crecimiento o concentración de la población (economía de escala).
Estas
metas serían conquistadas gradualmente por el socialismo, en pasos sucesivos y
con compensaciones para los actuales dueños de las propiedades colectivizadas.
Una minoría radical y violenta pretendía lograrlo de un solo salto, y con
derramamiento de sangre si fuera necesario, utilizando la “confiscación” o
expropiación.
Igualmente
estarían obligados a prácticas de propaganda para acentuar la conciencia de
clases en los trabajadores manuales que constituyen la mayoría de los seres
humanos, y cuyas condiciones de vida, insisten, mejoraría sustancialmente bajo
el régimen socialista (el ala radical preferiría no solo promover conciencia de
clase, sino el odio de clase en contra de las clases “explotadoras”).
Adams
argumentaba que esta promesa de los socialistas, de mejorar la condición de
todos los trabajadores convirtiéndolos en funcionarios públicos y dependientes
de un salario pagado por el Estado, no le iba a mejorar la vida a nadie, sin el
estímulo de las ganancias, sin la competencia y de premiar el esfuerzo individual
por producir más y mejor, ninguna economía sería exitosa, al contrario,
empobrecería a todos y disminuiría la productividad, al eliminar el incentivo a
la productividad en forma de ganancias, de estímulo al egoísmo individual, se
eliminaba el principal motor del progreso.
Adams
hace una observación interesante, Marx se pronunció a que era el trabajo y solo
el trabajo el que le asignaba valor a los bienes, dejaba por fuera al capital y
al cerebro (como gestor de la idea y de la organización).
Las
ideas son de dos tipos- nos dice Adams- las ideas puras, científicas de grandes
mentes dedicadas a la experimentación, las que hacen los grandes
descubrimientos, las otras son las de los empresarios, los que hacen
verdaderamente útil esos hallazgos y los convierten, con grandes ganancias para
ellos, en productos útiles para toda la sociedad. La mano de obra, sin estos capitanes de la
industria, estaría dándose golpes contra la pared y tomando callejones sin
salida si no tuvieran la guía, los planes y estrategias que los emprendedores
ven en las oportunidades de negocios, la clase obrera por si sola es incapaz de
actuar de manera organizada y productiva.
Donde
el empresario ve mercados, oportunidades y ganancias, el socialista ve solo la
miseria y la necesidad, los empresarios consiguen mover la fuerza laboral para
producir más y mejor, a menores precios para que todos tengan oportunidad de
adquirir los bienes y servicios, el socialista solo ve quienes tienen y quienes
no, y lo que hacen es quitarle a los que tienen para darle a los que no tienen,
empobreciendo de esta manera a la sociedad y creando malestar social.
Pero
también hay unos hombres con el instinto de acumulación bien desarrollado y a
quienes se les estigmatiza con un peyorativo “capitalistas”, que son una de las
piezas claves en el éxito de las sociedades autosustentables, el hombre que
entiende la naturaleza de los negocios y los abarca para retener de ellos una
buena parte de las ganancias, bien sea explotando ideas, inventos,
emprendimientos, quienes ven el verdadero valor de los recursos sin procesar en
el futuro, que pueden pagarlos baratos y luego, transformados en productos,
venderlos con ganancias, quienes entienden y logran llevar una simple idea y las convierten en bienes y servicios que la
gente desea y necesita, quienes entienden el poder del dinero y como
multiplicarlo, este tipo de hombres y mujeres hacen una clase distinta a todas
las demás.
Los
hombres y mujeres que tienen desarrollado este instinto de acumulación siempre
están en busca del capital y cuando invierten, siempre es con el objetivo de
multiplicarlo, en este mundo de inversiones y ganancias quienes acumulan para
solo guardar, pierden.
Esta
“avaricia” o amor por el dinero es lo que mueve sus apuestas, sus estudios de
mercado, sus riesgos y aventuras en las nuevas industrias, siempre buscando la
innovación, el asunto es que la mayoría de nosotros, de una u otra forma
dependemos de ellos ya que marcan las pautas de las tendencias, los que suben o
bajan los precios de los bienes y servicios a nivel mundial, los que abren
nuevos mercados y por ende, nuevos puestos de trabajo.
Pero
debemos distinguir entre los verdaderos empresarios capitalistas y los que
ahora llamamos boliburgueses, estos últimos son unos ladrones de siete suelas
que en los gobiernos socialistas roban dineros públicos y se ponen a invertir
para “blanquear” el dinero de la corrupción, estos boliburgueses son parásitos,
gente con privilegios que abusa del poder para enriquecerse ellos, sin ningún
beneficio para la sociedad.
Es
muy claro que una diferencia fundamental entre el sistema capitalista y el
socialista es que en el capitalista la sociedad le da la libertad a sus
miembros, a todos, de captar para sí el mayor espacio y numero de cosas que
existen en la naturaleza, para que a fuerza de trabajo e ingenio, de riesgos y
ganancias, también de perdidas y fracasos, confiando que al final, la
producción de todos estos individuos sumen una mejor y más prospera sociedad.
En
cambio con el socialismo, con el Estado planificador y monopolista de todas las
actividades económicas, con la erradicación de la ganancia personal como
estímulo a la producción, con la colectivización del capital en función social,
con una sola clase de personas todas empleadas por el Estado en plano de igualdad,
sin incentivos para mejorar su vida ni la de los suyos, lo más probable es que
la economía de esa sociedad languidezca y finalmente desaparezca, sumidos en la
hambruna, las enfermedades y la miseria.
saulgodoy@gmail.com
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