jueves, 30 de enero de 2014

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, LOS VERDADEROS PACIFICADORES

Vivimos tiempos difíciles, el ser humano de la actualidad sufre de una constante prisa que le conlleva inevitablemente a ser superficial en la mayoría de sus relaciones y acciones. 

El tiempo nos ha atrapado en un sus alas, nuestros pensamientos transcurren uno tras otro con una velocidad tan acelerada que muchas veces perdemos la inspiración y no concretamos nuestras mejores ideas. Cuando alcanzamos la tan anhelada tranquilidad pareciera que nuestro cerebro no pudiera descansar; pareciera que nuestros pensamientos saltaran la cuerda como niños alocados en la hora del recreo; apilados unos arriba de otros como carros en una autopista a la hora del tráfico. Realmente pensamos mucho, pero reflexionamos poco.

Y la falta de profundidad en el pensamiento nos ha llevado a una gran sequía espiritual; pues es allí, en nuestras mentes, luego de tocar cada pensamiento, luego de acariciarlo que se llena nuestro ser de una variedad de sentimientos que nos sensibilizan el endurecido corazón e impulsan a nuestras almas a las más elevadas y nobles acciones. Como nuestros pensamientos caminan en la superficialidad, nuestras palabras son también, en su mayoría, muy superficiales; pero sobre todo son carentes de los valores que deberían sustentarlas. Realmente hablamos mucho, pero significamos poco.

En esta vida de prisa hemos perdido la visión del ser humano que Dios espera que seamos; hemos dejado de impactar al mundo con el más profundo y liberador mensaje que jamás le haya sido dado al hombre: ¡el mensaje de la Cruz de Cristo! Hemos perdido el carácter de aquellos que han sido transformados en su ser interior por el pensamiento y la palabra de Dios. Sin embargo, nunca es tarde para rectificar y este tiempo que vivimos lo merece. Merece que una palabra muy poco usada, y una acción muy poco valorada se convierta en una práctica constante, en un estilo de vida. Hablamos de ser verdaderos pacificadores. Pues, solo aquellos cuyos pensamientos logren trascender la barrera de la superficialidad cotidiana, que sean capaces de valorar la vida en todas sus dimensiones, discerniendo el tiempo, dignificando los momentos podrán lograr convertirse en hombres y mujeres que lleven paz a donde quiera que vayan. Cuando somos superficiales reaccionamos, cuando somos profundos reflexionamos, entonces, actuamos.

Si piensas unos segundos antes de responder, y en ese pensamiento logras visualizar las consecuencias de tus palabras y acciones, entonces puedes controlar lo que sale de tu boca, el gesto, la mirada. Si puedes echar mano de esos tesoros hallados en la profundidad de tu alma, encontrados más allá de la barrera de lo inmediato. Puedes, entonces, ejercer acciones inesperadas por los que acostumbran a soltar en sus palabras toda la amargura guardada en sus corazones. Nuestra sociedad está necesitada de pacificadores que levanten la bandera de la paz y no de la guerra; de personas que pasen por alto la ofensa para no tomar venganza; pero que sepan señalar el mal para denunciarlo; de personas cuyos pies no se queden atrapados en el lodo de la mentira sino que busquen el camino de la verdad para mostrar la realidad.

Nuestra sociedad necesita de pacificadores que actúen como puentes que eviten la caída al precipicio; necesita de hombres y mujeres dignos que mantengan su cabeza erguida, sin miedo; que puedan discernir entre la palabra buena a su tiempo, o el callar, cuando es mejor que mil palabras. Nuestra sociedad necesita de ciudadanos que cumplan sus deberes y exijan sus derechos, a sabiendas de que la paz no es esa calma angustiante que resulta de quedarnos inmóviles mientras el mal nos abofetea en la cara; porque la paz no es silencio, la paz no es quedarnos de brazos cruzados mientras nos arrebatan la vida. Nuestra sociedad necesita de ciudadanos valientes que sean capaces de hacer lo recto en todo tiempo, sabiendo que para hacer lo justo cualquier tiempo es el correcto.

"El efecto de la justicia será la paz /y la labor de la justicia, /reposo y seguridad para siempre". Isaías 32:17.

rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB

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