“Sin Civitas diaboli no hay, históricamente
hablando, Civitas Dei”. Sin un latente
antagonismo interno o externo no hay orden político...
“Según
el concepto materialista de la historia, los elementos decisivos que la
determinan son la producción y la reproducción de la vida real.
Ni Marx ha
afirmado nunca más que eso, si alguien violenta esa tesis, para hacerlo afirmar
que el elemento económico es el único determinante, transforma su afirmación en
una frase sin sentido, abstracta y absurda. La situación económica es la base;
pero los diversos elementos de la arquitectura, a saber, las formas
políticas…las constituciones promulgadas, las formas legales… las reflexiones,
las teorías políticas, religiosas, lógicas, filosóficas y su ulterior
desarrollo en sistemas, que ejercen su influencia en el curso de las luchas
históricas y que en muchos casos determinan su forma”. Engels:” “carta a Bloch”. 1934, p.475.
Pero parece que Mao no tolera la postergación
de los factores espirituales a un plano secundario y afirma, su reivindicación,
que lo espiritual y lo material se conjugan en acción recipocra, lo mismo que
se conjugan las relaciones de producción y las fuerzas productivas, la
superestructura y la infraestructura económica, la teoría y la práctica.
Todavía es más preciso e interesante cuando afirma que la causa fundamental del
desarrollo de las cosas y de los
fenómenos no está en el exterior sino en el interior… (Que) las causas
externas constituyen la condición de los cambios y que las causas internas son
la base de los mismos (Mao-Tse-Tung: sobre la contradicción, p. 54).
Creemos no estar descaminados al llamar causa
interna a las ideas, a las convicciones a la conciencia individual y social,
sin cuya fuerza motriz y directriz poco avanzaría, solo por las causas
exteriores de la historia (¡Veritas liberabit vos, la verdad os hará libres!).
Tramites necesarios es, dar lectura al
análisis filosófico que Gustavo Wetter, hace sobre la Contradiotio in termines
que existe ya en el mismo binomio Materialismo Histórico, y en el que nos hace
ver cómo el estudio de la forma de producción, siempre implica como elemento
previo y constitutivo la actividad mental. Bertrand Russell llega a la misma
conclusión, en “Autoridad e individuo”.
Todo ello quiere decir que la infraestructura
está íntimamente penetrada por la superestructura.
Para los clásicos griegos la historia es la
demostración de la Ley Cósmica de Compensación o “Némesis” que de tiempo en
tiempo restaura el equilibro de las fuerzas histórico-naturales.
Concretamente para Herodoto, tal como aparece
en el primer párrafo de Clío, el fin de escribir la historia debe ser el mismo
que persiguen los héroes, ya que afirma que escribe para la memoria del pasado
y no se borre de entre los hombres con el paso del tiempo.
Para Tucídides la historia es el encadenamiento
de luchas políticas, determinadas por la misma condición humana. Lo más triste
siguiendo con Tucídides es que, al no cambiar la esencia de la condición
humana, tampoco cambiara la historia. Tremenda profecía que hiela en flor toda
esperanza en paraísos terrenales. Pero Tucídides no ha sido confirmado como
profeta. (Petkoff Teodoro: Proceso a la
Izquierda, Edit. Plantea, Pág. 13).
Polibio no hace más que insistir en el poder
de la ambición cuando, en fuerza de ello concede a Roma el homenaje de dirigir
los acontecimientos para lograr la dominación del mundo. La historia es una
teoría de dominios: el de los persas, el de los macedonios, el de los
romanos. Polibio: Historias, XXX, p.21.
Ante esta teoría de factores históricos o
palancas de la historia, se pondrá una vez más en evidencia la injusta
pretensión de interpretar la historia contemplando una sola de sus múltiples
facetas. La historia no marcha siempre acompasada con las dinamices sociales,
no es directora; es, siguiendo percepciones una voz más en su camino o
desvarío:
¿Puede presumir la historia económica de más
exactitud y certeza que la historia política o religiosa?
“Sin un estimulo trascendente que pese más
que todo el clamor por el poder y el dinero, nada será de utilidad alguna”
(Lowth histórica de Burkhardt” P. 37).
Por lo pronto aceptando la idea básica de
trascendencia como saliéndose de si mismo. “Ser” es el trascender que sentencia
Heidegger, dejando a un lado el debatido problema teológico de si Dios es lo
inmanente (reactualizando a Spinoza) o lo trascendente en la tradición
platónica, ese marchar hacia lo que intento ser pero que todavía no lo soy.
¿Pero a cuántos nos tañera todo esto como
música celeste? ¿No son suficientes las experiencias conocidas, para probar que
los futuros prometidos por las revoluciones se desvanecen como bruma en el
horizonte y las presentes comienzan a dejar tras si decepciones y desencantos?
(Léase Revolución Bolivariana). Mientras no se respete nuestra condición
humana, hasta tanto la revolución no ambicione la libertad humana, la esperanza
razonada, no obtendremos el cambio radical que todos deseamos, nadie es dueño
de la verdad absoluta, no obstante, ello no debe suponer parálisis, temor a
actuar para no cometer errores, cada cual debe esforzarse por expresar y operar
de acuerdo a sus convicciones; todos podemos equivocarnos, por lo que no nos
debe incomodar la critica, siempre que ella sea asumida como aguijoneo para
rectificar en un clima de dialogo y respeto.
La humanidad es pluralista, necesita serlo,
entre otras razones por cuanto nadie es lo suficientemente sabio para
comprender e interpretar la dialéctica
del mundo, la diversidad del pensamiento, los imaginarios de los distintos
pueblos que le conforman.
La democracia demanda audacia de perfeccionar
valores asumidos como absolutos y axiales de la armonía social. Nuestra constitución resguarda un Estado
democrático y social de derecho y de justicia, “que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad,
la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad
social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el
pluralismo político”.(Articulo 2. Constitución Bolivariana de Venezuela)...
Pluralismo político, filosófico, cultural, religioso y étnico, pluralismo que exterioriza la variedad de opiniones, la libertad de expresión, para la edificación democrática, jardín de la diversidad y lo múltiple. Este es el pluralismo socialista”. (Haiman El Troudi claves para socialistas. Edif. Monte Ávila, Págs., 205-207. Caracas, 2007).
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