La advertencia Huxleyana
Lo que Huxley enseña, es que en la época de
la tecnología avanzada es más fácil que la ruina espiritual provenga de un
enemigo con una cara sonriente que de uno cuyo rostro exuda sospecha y odio. En
la profecía de Huxley, el hermano Mayor no nos vigila por su propia voluntad.
Cuando una población se vuelve distraída, por trivialidades cuando la vida
cultural se redefine como una perpetua ronda de entretenimientos, cuando la
conversación pública seria se transformaría en un habla infantil, es decir
cuando un pueblo se convierte en un auditorio y sus intereses públicos en un
vodevil, entonces una nación se encuentra en peligro: y la muerte de la cultura
es una posibilidad real. (Neil Postman. El medio es la metáfora. Págs.: 163
Ibídem, 164)
Los medios actuales, muy completos y
sofisticados, ejercen una seudofascinación tecnológica que pareciera obligar a
estudiarlos en sí y por sí, como algo dotado de leyes propias a las que solo
cabría someterse, cuando en realidad no son más que aparatos amplificadores de
capacidades sensoriales, cuya aplicación mecánica debería dejar en pie los
principios milenarios del diálogo y de la “Paideia” del respeto al interlocutor
y del derecho de replica inherentes al dialogar.
Si comunicación es poder, ella deberá recibir
a nivel político el tratamiento reservado por esa ciencia a todas las
encarnaciones, viejas y nuevas del poder. (Pascualli Antonio. Comprender la
Comunicación. Págs.: 37 Ibídem, 38).
Ubicando algunas pistas
Telepolis es al mismo tiempo la metáfora y la
experiencia de una Ciudad-mundo “cuyas delimitaciones ya no están basadas en la
distinción entre interior, frontera y exterior, ni por lo tanto en parcelas del
territorio”. Paradójica espacialidad que emerge tanto o más del recorrido del
viajero y los efectos de reconocimiento que de una punta a la otra, posibilita
el no-lugar: ese mundo en el que “se está siempre y no se está nunca en casa” que en la experiencia doméstica convertida
por la televisión y el computador en ese espacio virtual al que gráficamente
dice Virilo “todo llega sin que haya que partir”.
En la ciudad de los flujos comunicativos
cuentan más los procesos que las cosas, la ubicuidad e instantaneidad de la
información o de la decisión vía teléfono celular o fax, e-mail, desde el
computador personal, rapidez de los pagos o adquisición de dinero y compras en
del lado de allá de los mares por un sinnúmero de divisas electrónicas.
Reconfigurando las experiencias de la calle y
hasta las relaciones con nuestro cuerpo. Un cuerpo sostenido cada vez menos en
su anatomía y más es sus extensiones o prótesis tecnomediáticas. Pues La Ciudad
telematizada no necesita cuerpos reunidos sino interconectados. La llave
televisión/computador convierte el espacio doméstico en el espacio virtual por
excelencia: aquel en el cual se reconfiguran más hondamente las relaciones de
lo privado y lo público, esto es la
superposición entre ambos espacios y el oscurecimiento de sus fronteras. Lo
público gira hoy en torno a lo privado, no solamente en el plano económico sino
también en el político y el cultural. Y
recíprocamente estar en casa ya no significa alejarse del mundo: “la televisión
es hoy en día la representación más
próxima del demiurgo platónico; y la fascinación que ejerce sobre los seres
humanos, no tiene que ver únicamente con la información o con el
entretenimiento: la oferta televisiva principal es el mundo, el teleadicto es
un cosmopolita”. Lo que identifica la
escena pública con lo que “pasa en” la televisión no son únicamente las
anarquías y violencias de la calle, hoy son los medios masivos, y en modo
decisivo la televisión el equivalente del antiguo Ágora: es escenario por excelencia de la cosa pública. Cada día en forma más explicita la política,
que se hace en las colectividades, en los parlamentos, en los mítines, en el
cada día más profusas protestas callejeras y hasta en los atentados
terroristas, se hace de cara a las cámaras, que son la radical expresión de la
realidad social. E igualmente el mercado
ha invadido el ámbito privado convirtiendo al consumo productivo en una fuerza
económica de primer orden: ser televidente equivale a, convertirse en sujeto
analizable estadísticamente, en función de sus gustos y preferencias que se
revelan en el consumo productivo, previo a la compra de la mercancía física”.
I.- Hibridas violencias de la modernidad
Los retos que al pensar le plantean los
nuevos modos de sentir y de habitar en la ciudad virtual, encuentran su más
cruda expresión en la híbrida modernidad de los jóvenes, tanto de la que
irrumpe en sus rituales de violencia como en sus modos de estar juntos o sus
estéticas visuales y sonoras. La legitimación de la mirada intelectual sobre la
multiculturalidad de ese mundo, se abre lentamente paso desde unas ciencias
sociales que empiezan a mirar desde ahí las híbridas violencias de su
modernidad: “El excluido que habita en los amplios Focos Urbanos, especialmente
en las barriadas, y que en la mayoría de las ciudades, ha asumido la figura del
sicario, no es solo la expresión de rezago, la indigencia, el desempleo, la
ausencia del Estado y de una cultura que hunde sus raíces en la religión
católica y en la violencia política.
También es el reflejo, de manera más
contundente del hedonismo y el consumo, de la cultura de la imagen y la
drogadicción, en una palabra, de la colonización del mundo de la vida por la
modernidad” Pero donde esa perspectiva hallará mayor densidad será en la
reflexión de intelectuales y escritores, que al no estar atrapados en
militancias restrictivas, perciben con claridad la hondura de la
multiculturalidad que hoy viven los jóvenes: “En nuestras populares barriadas
urbanas, tenemos riadas de jóvenes cuyas mentes son permeadas por elementos de
magia y hechicería, a las culpas cristianas y a su intolerancia piadosa, lo
mismo que a ficticios sueños de libertad, incontestables y legítimos, así como
a sensaciones de vacío, ausencia de ideologías, fragmentación de la vida y
tiranía de la imagen efímera y el sonido musical como lenguaje único de fondo”.
II.- Pensamiento visual
Pensar en los procesos de los medios de
comunicación en América Latina, se vuelve tarea altamente antropológica, en la
medida en lo que allí está en juego, son
hondas transformaciones en la cultura cotidiana de las mayorías y especialmente
los jóvenes, que se están apropiando de la “modernidad” sin dejar su cultura
oral. Las nuevas generaciones saben leer
pero, su lectura esta atravesada por la pluralidad de textos y escrituras que
hoy circulan, de ahí que la complicidad entre oralidad y visualidad no remita
al analfabetismo sino que se traduce en una mimética capacidad de adaptación, a
los más diversos contextos y una elasticidad cultural que les permite hibridar
y convivir con ingredientes de universos culturales muy diversos. La mejor expresión de las hibridaciones de
las cuales esta hecho el sensorium latinoamericano de los jóvenes, sea el rock
en español: dato como ejemplo la experiencia Colombiana. Ligado inicialmente a
mediados de los ochenta, a un claro sentimiento pacifista grupos Génesis o
Banda Nueva el rock pasa en los últimos años a decir de la incruenta
experiencia urbana de las pandillas juveniles o infantiles en los barrios de
clase media-baja en Medellín, y media-alta en Bogotá; convirtiéndose en causa
de una conciencia dura de la descomposición del país, Río de Janeiro, Sao
Pablo, Recife, Caracas, Puerto la Cruz, Los Valles mirandinos, de la presencia
cotidiana de la muerte en las calles, de la sin salida laboral, del paroxismo
de la agresividad y lo macabro. Desde la estridencia sonora del Heavy Metal
preferido por las agrupaciones de rock de los jóvenes sicarios a los nombres de
los grupos Féretro, La Pestilencia, kraken pasando por la escenografía de los conciertos, de la discoteca alucinante
al concierto barrial, en el rock se fusionan los maneras y los voces de
nuestras ciudades con las sonoridades y los ritmos de las músicas indígenas y
negras y las estéticas de lo desechable con las frágiles utopías que surgen del
desarraigo moral y el vértigo audiovisual.
La visualidad electrónica ha entrado a formar
parte constituida de la visualidad cultural, esa que es a la vez entorno
tecnológico y nuevo imaginario “capaz de hablar culturalmente, y no solo de
manipular tecnológicamente, de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva
era de lo sensible”.
Hablar del pensamiento visual, puede resultar
demasiado chocante a los racionalistas y ascéticos oídos que, aún ordenan el
campo del saber. Y sin embargo hace ya
tiempo que Foucault señaló los dos dispositivos, economía discursiva y
operación lógica que moviliza la nueva discursividad constitutiva de la
visibilidad y la lógico-numérica.
El nuevo estatuto cognitivo de la imagen se
produce, a partir de su informatización, esto es de su inscripción en el orden
de lo numerizable, que es el orden del cálculo y sus mediaciones lógicas;
número, código, modelo, inscripción que no borra las figuras ni los efectos de
la imagen pero, hace que esa figura y efectos remitan a una economía
informacional que reubica la imagen en las antípodas de la ambigüedad estética
y la irracionalidad de la magia o la seducción.
Una nueva episteme cualitativa abre la
investigación a la intervención constituyente de la imagen en el proceso del
saber: arrancándola a la sospecha racionalista, la imagen es divisada por la
nueva episteme como posibilidad de experimentación/simulación que, potencia la
velocidad del cálculo y permite inéditos juegos de arquitecturas de lenguajes.
Más que un conjunto de nuevos aparatos, de
maravillosas máquinas, la comunicación designa hoy un nuevo sensorium, nuevos
modos de avistar, de sentir y relacionarse con el tiempo y el espacio, nuevas
maneras de reconocerse y de juntarse, especialmente entre los jóvenes que, los
adultos tienden a desvalorizar, convencidos de que los cambios que viven los
jóvenes, son como lo fueron siempre “una fiebre pasajera”. Rompiendo esa inercia, M. Mead supo dar
lectura hace ya cuarenta años. Lo que en la actual ruptura generacional, remite
a la larga temporalidad en que se inscriben nuestros miedos. “Nacidos antes de
La Revolución Electrónica la mayoría de nosotros no entiende lo que ésta
significa. Los jóvenes en cambio se asemejan a los miembros de la primera
generación, nacida en un novel país”. Se trata de una generación cuya empatía
con la cultura tecnológica que está hecha no solo de destrezas para
relacionarse con los aparatos audiovisuales e informáticos si no también de
complicidad cognitiva con sus lenguajes y fragmentaciones. Lo que se traduce en una mimética elasticidad
cultural que les permite hibridar y aderezar ingredientes de mundos culturales
muy diversos.
III.- Desafíos a los modelos educativo
En los actuales momentos los medios de
comunicación, las tecnologías de información y especialmente la televisión,
desafían a los modelos educativos, planteándole un verdadero reto cultural, al
hacer visible la brecha cada día más ancha, entre la cultura que imparten los
maestros y aquella de la cual aprenden los alumnos. Reto que pone al descubierto el carácter
deslucido de un patrón de comunicación escolar que, acosado por los cuatro
costados, se coloca a la defensiva, desfasándose aceleradamente de los procesos
de crecimiento y celeridad del conocimiento que hoy dinamizan la sociedad.
Primero, negándose a aceptar el des-centramiento cultural que atraviesa el que
ha sido su eje técno-pedagógico, el libro.
Pues “el aprendizaje del texto asocia a través de la escuela un modo de
ejercicio del poder, basados ambos en la escritura”. Segundo, ignorando que en
cuanto a transmisor de conocimientos la sociedad cuenta hoy con mecanismos de
almacenamiento, clasificación, difusión y transmisión mucho más versátiles, disponibles
e individualizados, que la escuela. Tercero, atribuyendo la crisis de la
lectura de libros entre los jóvenes, únicamente a la perversa seducción que
ejercen las tecnologías de la imagen, con lo que la escuela intenta evadir y
asumir que plantearse el debate, sobre la profunda transformación que atraviesa
el mundo de los lenguajes y las escrituras; y los resultantes cambios de los
modos de leer que, esta dejando sin pavimento la obstinada identificación de la
lectura que pertenece solamente al libro y no a la pluralidad de textos,
relatos y escrituras (orales, visuales, musicales, audiovisuales, telemáticos)
que hoy abundan. Cuarto, impidiéndose
dialogar con el mundo del saber, diseminado en la complejidad de los medios de
comunicación, a partir de una concepción de la tecnología que no puede mirarse
sino como algo exterior a la cultura, “deshumanizante” y retorcida en cuanto
desequilibradora de los contextos de vida y aprendizajes heredados.
Es sólo a partir de la asunción de la
tecnología mediática como dimensión estratégica de la cultura que, la escuela
puede insertarse en los procesos de cambio que sacuden nuestra sociedad, y
dialogar con los campos de experiencia en los cuales hoy se dan:
desterritorialización/relocalización de las identidades, las literaturas
escritas y las audiovisuales.
Pero ese diálogo exige superar radicalmente,
la concepción instrumental de los medios y las tecnologías de comunicación que
predominan no sólo en las prácticas de la escuela, sino en los proyectos
educativos de los gobiernos de turno y en la mayoría de los documentos de LA
UNESCO.
Como puede la escuela hoy incluirse en la
actual complejidad de mestizajes de tiempos y memorias imaginarias y
culturas-anclada únicamente en la modernidad ilustrada, cuando en nuestros
países la dinámica de las transformaciones que calan en la cultura cotidiana de
las mayorías, proceden esencialmente de la desterritorialización y las
hibridaciones que agencian los medios masivos de comunicación.
Un uso creativo y crítico de los medios y las
tecnologías informáticas, televisión, computador, multimedia, Internet, solo es
posible en una escuela que innove su modelo y su praxis de comunicación; que
haga posible el tránsito de un modelo centrado en la secuencia lineal que
encadena unidireccionalmente, materias, grados, edades y paquetes de
conocimientos, a otro descentrado y plural, cuya clave es el “encuentro” de
palimpsesto, esa tablilla antigua que en un pasado tachado emerge tenazmente,
aunque borroso en las entrelineas que escriben el presente y el hipertexto: escritura no secuencial sino
montaje de conexiones en red que, al permitir/exigir una multiplicidad de
recorridos, transforma la lectura en escritura.
Lo que en lugar de sustituir, viene a fortalecer la figura y el oficio
del educador que, de repetitivo retransmisor de saberes se convierte en
formulador de problemas, provocador de interrogantes, facilitador de equipos de
trabajo, sistematizador de experiencias, memoria viva de la institución que
hace relevo y posibilita el diálogo entre culturas, donde se encardinan las
nuevas identidades hechas de imaginerías nacionales, tradiciones locales y
flujos de información trasnacionales y donde se configuran nuevos modos de
participación política, es decir nuevas modalidades de ciudadanía…
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