El
presidente Maduro presentó en la Asamblea Nacional un discurso radical y
amenazante que tuvo poco sobre su Memoria y Cuenta y mucho de retórica para
maquillar algunos anuncios de un ajuste estructural que se hace indispensable
en el medio de una crisis económica que se acrecenta a diario.
El
envoltorio socialista dentro del cual debe mantener su discurso exige que la
adopción de acciones económicas, que será inevitable tomar, no sean ni
explícitas ni plenas, comprometiendo su eficiencia desde el nacimiento.
¿Hubo
o no hubo devaluación? Luego de una larga introducción llena de citas
irrelevantes, el Presidente anunció entrelíneas una devaluación implícita del
tipo de cambio, aunque los periódicos nacionales e internacionales resalten en
sus primeras planas que el gobierno mantiene la tasa oficial en 6,3 Bs/$,
dándole continuidad a una brutal sobrevaluación cambiaria.
Nicolás
Maduro informó que mantendría el dólar oficial a 6,30Bs/$, pero que fortalecerá
los mercados alternativos con tasas más elevadas (aunque sólo definió por ahora
al SICAD), donde probablemente se operarán presupuestos de divisas más altos,
desplazando importaciones que hoy se hacen con dólares de CADIVI. Es obvio que
el Presidente evadió decantarse por una devaluación abierta (algo que hubiera
sido lo económicamente correcto) debido al elevado costo político que esta
medida tendría, además del impacto inmediato sobre las estadísticas de
actividad económica venezolana, las cuales se deteriorarían en términos de
moneda extranjera, mostrándose un poco más reales.
Pero
es obvio que el gobierno necesita esta devaluación para cubrir un enorme
déficit fiscal y una demanda desbordada de divisas para importación. La ruta
que toma es evidente: van a re-jerarquizar las asignaciones de divisas,
fortaleciendo a SICAD y reduciendo el número de beneficiarios de CADIVI (ahora
eliminada y sustituida por el Consejo que centralizará las importaciones y
podrá asignar las divisas
discrecionalmente en uno u otro mercado cambiario). En la práctica, esto
significa que el precio del dólar promedio al que se adquirirán mercancías se
incrementará, registrándose una devaluación implícita. Debajo del anuncio del
mantenimiento del tipo de cambio barato, el gobierno tenderá a devaluar para
incrementar los ingresos en bolívares de PDVSA y así reducir sus crisis de
flujo de caja en bolívares.
Maduro
envuelve también en la retórica del control del consumismo, de corte
“construcción del Hombre Nuevo”, el anuncio de una restricción de liquidez y
del gasto público, una decisión que era también indispensable para poder bajar
la presión inflacionaria que se come el poder adquisitivo de los venezolanos y
mantiene a toda la economía nacional en jaque. Y esto no es algo que haya sido
desatado por esa “Guerra Económica” que Maduro ha utilizado en clave de campaña
política, sino precisamente por el financiamiento que ha tenido que hacer el
Banco Central de Venezuela a PDVSA, debido a la fuerte sobrevaluación
cambiaria, que le impide obtener suficientes bolívares para financiar sus necesidades
básicas y el sostenimiento de las misiones, además del deterioro de la
actividad privada como una consecuencia de la hostilidad gubernamental.
¿Qué
significan los cambios en el gabinete? Los nombramientos en el gabinete
económico forman parte de un mensaje que debe leerse con cuidado. En la
Vicepresidencia Económica ratifica a Rafael Ramírez y en Finanzas a Marcos
Torres, pero devuelve a Merentes al Banco Central de Venezuela. Éste es un team
proveniente de un reciclaje interno del gabinete vigente, así que no puede
considerarse como un cambio profundo. Sin embargo, no forman parte de la opción
más radical (la más cercana al ministro Jorge Giordani, cabeza de los
ideológicos y muy mencionado como “fuente” en la parte política del discurso de
Maduro).
Ramírez
es un perfecto representante del modelo bipolar: radical en lo político, pero
negociador en lo económico. Y eso es algo que se puede comprobar en las
negociaciones que adelantó el año pasado con la petroleras extranjeras. Marcos
Torres, por su parte, es un técnico sólido y relativamente abierto, quien viene
de desempeñar una labor positiva en el Banco de Venezuela. Y a Merentes se le
conoce por sus posiciones más abiertas y sus propuestas cambiarias mas
flexibles, aunque también por la poca capacidad de acción reciente.
No
es un gabinete moderno, pero tampoco son representante de esa ruta de la
comunización del país. Además, todos tienen experiencias previas de negociación
con el sector privado. Ahora bien, aunque esta jugada de Maduro incluye algunos
parches para atender la crisis, es obvio que no hubo ningún indicio de que el
gobierno esté dispuesto a una cirugía mayor, algo indispensable en medio de
esta crisis.
¿Dónde
estamos parados ahora? Paradójicamente, en medio de un discurso radical, Nicolás
Maduro anunció una devaluación implícita, una restricción monetaria y un
gabinete de corte moderado. Pero además dedicó una parte importante a atacar a
la empresa privada, disminuyendo su capacidad para estimular las inversiones y
acciones posibles del único sector que puede garantizar un rescate
relativamente rápido de la oferta de bienes y servicios, hoy indispensable para
atender los problemas de desabastecimiento y escasez.
La
tendencia gubernamental parece ser incrementar las importaciones públicas para
sustituir un sector insustituible. Todas las experiencias mundiales de esta
estrategia son claramente negativas: no existe ningún ejemplo de importaciones
públicas masivas que haya garantizado estabilidad económica y mucho menos
desarrollo. Es cierto que la disponibilidad de divisas del gobierno venezolano
es suficiente como para evitar un colapso de abastecimiento este año, pero
también se puede esperar que sea irregular si consideramos las fallas de
distribución y limitaciones de productos, envases y marcas, con altos índices
de improductividad.
El
Presidente se enfrascó de nuevo en el análisis de las consecuencias y no de las
causas de la crisis. Y sus intentos por atacar las razones de fondo son, como
diría Hugo Chávez, “pírricos”. Está claro que los anuncios de Nicolás Maduro,
limpiándolos de las amenazas y los ataques, permiten presumir que sabe que
tiene que adelantar algunos cambios estratégicos o se le vendrá el mundo
encima. Sin embargo, las estrategias previstas son tan débiles y están tan encubiertas
que no pasarán de oxigenar su gestión apenas un poco durante los próximos
meses, pero lo harán arrastrando una crisis de inversión, producción privada y
confianza que queda sin resolver.
Todo
esto sin considerar las dramáticas consecuencias que tendría una caída en los
precios del petróleo. Ojalá no ocurra.
@luisvicenteleon
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